La mujer entre Dios y el diablo, de Luis Darío Salamone (Unsam Edita, Serie Tyché), no sólo es un título potente, sino que también tiene mucho de enigmático, a pesar de que no es un pensamiento extraño el de ubicar a la mujer entre Dios, como hace Lacan en el Seminario Encore y el diablo, que ya Freud había enunciado.
Cada capítulo del libro puede leerse como una unidad que ubica al lector respecto de la mujer en distintos contextos. Desde la experiencia mística hasta el lugar de la mujer en la Edad Media, pasando por preguntas que han desvelado por siglos como aquella que en forma directa y sin ambages se enuncia ¿Cómo gozan las mujeres? Desde sus inicios el psicoanálisis con Freud, su descubridor, “Nadie había escuchado a las mujeres” como hasta ese momento. Sabemos de la pregunta de Freud, dirigiéndose a la Princesa Bonaparte, cuando le confiesa que todavía no ha podido responder a la pregunta “¿Qué quiere una mujer?”. Y afirma además que la vida sexual de la mujer sigue siendo un dark continent, un continente negro.
Pregunta que retoma Lacan hasta llegar a afirmar que hay un goce que es propiamente femenino, un goce que iría más allá de su relación con el falo, fuera de toda regulación. En tal sentido se trata de un goce que no puede ser puesto en palabras, pero que puede circunscribirse, como más allá, como un exceso, respecto de toda regulación fálica.
Pero lo que el libro de Salamone aborda me atrevería a decir, casi fundamentalmente, es la experiencia mística. Le lectura de los místicos, tanto mujeres como hombres arrojan luz sobre ese goce insondable, pero del cual las místicas y los místicos pueden dar testimonio. Recordemos la afirmación de Lacan que no hay nada mejor para leer que los escritos de los místicos. Allí algo se encuentra, aunque no sea más que la forma de un borde, que deja ver el agujero del que se trata. Nos recuerda Luis Darío que aunque Freud no se ocupó exhaustivamente del misticismo escribió en 1939 como pequeño legado una breve reflexión: “Mística, (es) la oscura autopercepción del reino situado fuera del yo, del ello”.
Este libro muestra un vastísimo recorrido de lectura por la psiquiatría que investiga las diversas presentaciones de los delirios místicos, para llegar a diferenciar lo que en la Edad Media se llamaba la posesión demoníaca. En el terreno de la neurosis la angustia nocturna cuenta historias de súcubos e íncubos, según sea el sexo del que padece el aplastamiento angustiante que lo posee.
El prólogo del libro, escrito por Leonardo Gorostiza, vale como un anticipo de la lectura con la que uno se va a encontrar. Allí nos recuerda la sorprendente afirmación de Lacan en su Seminario 20, Aún, que utiliza para elogiar las jaculaciones de los místicos: “Estas jaculaciones místicas no son ni palabrería ni verborrea; son, a fin de cuentas, lo mejor que hay para leer –nota a pie de página: añadir los escritos de Jacques Lacan, porque son del mismo registro”.
Es interesante, para mí cómo los distintos místicos utilizan metáforas de las más diversas para hablar de ese goce inefable, pero que lo dicen bajo esa forma metafórica, hablando de un agujero, por ejemplo uno habla de “un fuego que arde demasiado, no cabe a la palabra contener la llama”, o también como San Juan de la Cruz se refiere a una “música callada”.
Para terminar parafraseemos a Salamone cuando nos dice que “la imaginación del agujero tiene consecuencias: ¿es acaso necesario evocar su función “pulsional”…? La conquista del análisis es haber convertido en matema lo indecible en el testimonio de los místicos.
*Psicoanalista. Editor de Psicología en Rosario/12.