Un espectáculo de logrado impacto visual, con cantantes sobresalientes y una serie de contorsiones en la concepción escénica. Podrían ser estas algunas de las coordenadas para empezar a definir la producción de Il trittico, de Giacomo Puccini, el segundo título de la temporada de ópera del Teatro Colón, que hasta el martes 13 de mayo estará en cartel. "Il tabarro", "Suor Angelica" y "Gianni Schicchi", las tres piezas breves que representan sucesivamente drama, patetismo y burla –entre otros fluidos del colectivo existir–, contaron con la concepción escénica del italiano Pier Francesco Maestrini, que hilvanó las historias apelando a expedientes de la Divina Comedia.
Queda claro que nada de lo humano escapa al inconmensurable poema del Dante, por lo que con un poco de buena voluntad casi todo podría converger en esa idea. Sin embargo, pasar de la dramaturgia terrestre de Puccini a los dantescos paisajes de almas vagantes en el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, presenta sus fricciones. Y no bastó para suavizarlas la larguísima justificación que el experimentado director de escena ofrecía en el programa de sala.
La adaptación de Maestrini tiene cosas que funcionan –sobre todo desde el impacto visual–, otras que no tanto y varias que definitivamente hacen agua. En tanto, para realizar su idea dantesca, Maestrini tiene que convertir los cuerpos en almas. Un sensible cambio de plano, como cada vez que se pasa de la vida a la muerte. Más o menos pecadoras y sin ubicación prefijada en el más allá, en el relato pucciniano varias de esas almas ya tienen destino de muerte. Y si morir es siempre un trámite delicado, morir dos veces, aun en nombre del Sommo Poeta, es decididamente un despropósito.
Ya de entrada, apenas se abre el telón, la idea de que el barquito del sufrido Michele pueda ser la nave de Caronte que transporta almitas condenadas hacia la otra orilla del Acqueronte, no solo parece desproporcionada sino que, sobre todo, le quita la pulsión de realismo que anima el libreto original que Giuseppe Adami elaboró para Puccini a partir de La Houppelande, la pieza teatral de Didier Gold. El triángulo que el estibador del Sena forma con Giorgetta y Luigi no tiene nada de épico y más que amoroso, es sensual. Sólo líbido les queda a los protagonistas en su miseria. Resulta terriblemente injusto –y reaccionario–, además de poco poético, mandar al Infierno, como resuelve Maestrini, a tres desesperados, desechos del proletariado parisino de principios del siglo XX, que poca culpa tienen de estar donde están.
Del mismo modo, es de una crueldad innecesaria que Angelica, hecha monja a la fuerza, tenga que expiar la culpa en el Purgatorio por haber parido un hijo sin matrimonio –además de terminar convertida en árbol, como los suicidas que Dante puso en el Infierno–. Al mismo tiempo, sorprende que el campo de acción de un estafador como Gianni Schicchi –a quien el mismo Dante había colocado en algún círculo infernal– termina siendo el Paraíso.
Más allá de ciertas debilidades conceptuales de la puesta, desde el punto de vista técnico la realización escénica a cargo de Nicolás Boni, complementada por la iluminación de Daniele Naldi, fue notable y resultó impactante. Inspirada en los grabados con los que Gustav Doré ilustró La Divina Comedia, la escena infla de simbolismos la metáfora dantesca. Hay mares y montes de cuerpos yacientes, ruinas desoladas, monjas con los ojos cosidos, ángeles y demonios, además de almas en pena, que superponen sentidos y, en general, quitan espacio a los cantantes, por momentos demasiado estáticos.
Puccini contra la metáfora
Por sobre las discrepancias entre cuerpos, almas y sus locaciones en el más allá, el aquí y ahora de la música de Puccini es de una fuerza dramática conmovedora. En su variedad de temperamentos, las tres partituras son el acabado ejemplo de un músico maduro, un dramaturgo de la armonía, un melodista sensible y perspicaz y un orquestador moderno. La directora invitada, Beatrice Venezi, reflejó la partitura con buen criterio, atenta a cada clima, escuchando y haciendo escuchar a los cantantes y, salvo algunos pasajeros desajustes entre foso y escena en la dinámica partitura de "Gianni Schicchi", logró sacar lo mejor de la bien preparada Orquesta Estable.
El triángulo de desgraciados de "Il Tabarro" tuvo en el barítono Fabián Veloz como Michele y Carla Filipcic Holm como Giorgietta –cantantes argentinos de proyección internacional–, además del tenor georgiano Mikheil Sheshaberidze en el rol de Luigi, tres intérpretes maravillosamente ajustados en lo expresivo, lo vocal y lo escénico, mientras Marta Torbidoni fue una Angelica humana y cautivante. La soprano italiana manejó el patetismo de su personaje con una amplia gama de recursos, sin dobleces sentimentales. También resultó destacable Guadalupe Barrientos, que actuó en las tres óperas, pero descolló en “Suor Angelica” como Zia Principessa, junto con un buen elenco de monjas que formaron Laura Polverini, Daniela Prado, María Luján Mirabelli y Cecilia Díaz.
Bueno en lo escénico y muy bueno en lo vocal, Ricardo Seguel fue un gran Gianni Schicchi. La última óperita de Il trittico, casi un homenaje de Puccini al Verdi tardío de Falstaff, contó un reparto eficiente, desde los venturosos amantes, Lauretta y Rinuccio –interpretados por los sobresalientes Jaquelina Livieri y Santiago Martínez–, hasta el Spinelloccio que compuso Luis Gaeta y la temible y numerosa parentela que esperaba sus dividendos de la herencia trufada.
Una pena que tan buen despliegue musical no haya encontrado su correlato en una puesta que al final resultó cerrada en su ambición de abrir sentidos. Tal vez no hacía falta molestar al Dante por tan poco y mucho menos agregarle trabajo a su tarea de juez de almas. En su ordenamiento del más allá, la Divina Comedia es, entre muchas otras cosas, un poema moral, mientras Il trittico representa en su realismo el más acá del acontecer humano. "Il tabarro" se liga a "Suor Angelica" a través de la elipsis de un niño muerto y flagrantes muertes violentas. A su vez "Suor Angelica" se liga a "Gianni Schicchi" a través de las posibles manipulaciones sobre una herencia. Variaciones sobre el tema de la muerte.
El resto, es música de Puccini.
* Il trittico tendrá funciones en el Teatro Colón hoy, mañana, pasado mañana y el martes 13 de mayo a las 20, y el domingo 11 a las 17.