Donde viven los monstruos

Decía que usaba la tinta que le sobraba tras escribir. Sin embargo, los dibujos y pinturas de Víctor Hugo son mucho más que bocetos: son obras de un artista experimentado y feroz. Teniendo en cuenta que libros como Los miserables o El jorobado de Notre Dame han devenido clásicos, resulta asombroso además que pudiera dibujar castillos, monstruos o paisajes marinos tan sombríos como fascinantes. Y todo esta exuberancia gótica es lo que reúne la muestra Astonishing Things: The Drawings of Victor Hugo, que se puede ver hasta fines de junio en The Royal Academy de Londres. La exposición explora la obsesión de Hugo por el dibujo, desde sus primeras caricaturas y dibujos de viajes hasta sus dramáticos paisajes. También, sus experimentos con la abstracción (a los que llamaba simplemente “manchas”) mucho antes de que el arte abstracto se convirtiera en tendencia dominante. Es decir, se presentan algunas de sus mejores obras sobre papel, que rara vez se exhiben al público y se vieron por última vez en Inglaterra hace más de cincuenta años. Según los curadores de la muestra, muchos de estos trabajos fueron hechos durante su exilio tras el golpe de estado de Napoleón III en 1851. Primero se refugió en Bélgica, luego en la isla de Jersey y finalmente en Guernsey, donde permaneció durante 19 años. Por ejemplo, un dibujo de 1854 llamado “Ecce Lex” es un macabro retrato en tinta de un cadáver ahorcado, parte de su fallida campaña para salvar a un asesino convicto llamado John Tapner. El texto curatorial también señala el interés evidente del artista por la arquitectura e incluso, su oscuro sentido del humor. Sus obras inspiraron a románticos, simbolistas y surrealistas por igual: Vincent van Gogh las comparó con “cosas asombrosas” y de allí proviene el título de la muestra. Es evidente que la monstruosidad de estos días hunde sus raíces en un pasado que nos toca la puerta cada noche, como esos fantasmas que Hugo conocía tan bien.

Robótica velocidad

Durante los primeros días de este año, 16 robots humanoides se sumaron a un cuerpo de baile tradicional para interpretar junto a los humanos la danza tradicional Yangee, un baile que se ofrece en la ceremonia del año nuevo chino. El evento resultó bastante impresionante a la vista, considerando la cada vez más inquietante naturalidad con la que los robots pueden imitar movimientos humanos, aun los referentes al arte, el sentimiento y la abstracción. Pero ahora, apenas unos meses después, la robótica china ha dado un paso más allá, o un pique, ya que una serie de robots bipedos de distintas marcas y tamaños corrieron la media maratón de 21 kilómetros en Beijing. Es la primera vez que robots hacen un despliegue de este tipo en un entorno urbano y en perfecto mix con los competidores humanos, aunque fueron apoyados por equipos de operadores e ingenieros de carne y hueso, y un divisor que separaba su recorrido en la carrera por simple precaución, dicen los expertos. Mientras que los participantes humanos siguieron las reglas convencionales de una maratón, los veinte equipos que presentaron a sus robots humanoides compitieron según directrices adaptadas, que incluían por ejemplo algunas paradas en boxes para cambiar las baterías. Tres robots lograron permanecer en carrera durante el recorrido completo y el robot Sky Project Ultra, del equipo Tien Kung, se alzó con la victoria entre los no humanos, cruzando la línea de meta en 2 horas, 40 minutos y 42 segundos.

Libros al paso

Todo empezó en Ankara, la capital de Turquía, cuando un grupo de trabajadores del servicio de recolección de basura empezó a juntar los libros desechados que encontraban durante sus rutas diarias. Al principio parecía una tarea trivial. Pero compartiendo cada quien su botín recogido, creció una pequeña colección para ellos mismos y sus familias. Sin embargo, el asunto pasó a mayores, ya que cada vez más compañeros mostraron interés: la colección creció tan rápido que en breve armaron una biblioteca de tomo y lomo, y no mucho después decidieron abrirla al público. Hoy, la biblioteca está ubicada en una fábrica de ladrillos reconvertida en albergue de ocio y lectura que ya atesora más de seis mil libros de todo tipo. Pero eso no es siquiera lo que más impresiona de todo esto, porque en un increíble despliegue de autogestión, los trabajadores además inventaron una biblioteca móvil usando un viejo camión de la basura para llevar libros a las escuelas y comunidades en necesidad. Además, no desperdician nada de nada: los libros que están demasiado maltratados para integrar la colección son transformados en apoyalibros (las lámparas y otros decorados de la biblioteca están hechos de antiguas tuberías de cobre, entre otros desechos útiles). También hay ahí dentro una peluquería y una cafetería.“Leer libros desarrolla la inteligencia de la gente, fomenta ideas nuevas. Aquí hacemos que la gente descubra esas ideas, es algo que te hace más que feliz”, comentó un empleado de la biblioteca.

El resucitado

“Es divertido hacer algo imposible”, dicen que era una de las frases más utilizadas por el auténtico Walt Disney, consigna que además hoy es uno de los lemas que le gusta repetir al parque de diversiones basado en sus creaciones. Hace años, una de las ramas más secretas de la mega empresa, la que se encarga de imaginar y luego concretar sus juegos, ha dado vida a vuelos espaciales, jardines lisérgicos, autos voladores o metrópolis enteras en miniatura. Pero esta vez está anunciando una nueva atracción con características bien diferentes. Para celebrar sus 70 años, el parque ha decidido devolver de la muerte –o del congelamiento según quien lo mire– a su mismísimo creador. Resulta que Walt Disney Imagineering intentará animar por completo una creación robótica de gran precisión de su jefe, en uno de los emprendimientos, dicen ellos, de mayor esfuerzo y avance tecnológico que ha ofrecido la empresa. El asunto se llama Walt Disney: una vida mágica y fue presentado por primera vez en la convención de fans de la compañía D23 la semana pasada, ante un pequeño grupo de periodistas. Aunque los detalles permanecerán en estricto secreto hasta su inauguración el 17 de julio, se sabe que el primer esculpido del robot muestra a Walt con manchas de la edad en las manos y ojeras profundas alrededor de los ojos. La empresa ha insistido en que la intención es ser lo más fiel posible a la realidad y el objetivo, según dijo su presidente actual, Josh D’Amaro, vendría a ser capturar “cómo habría sido realmente estar en presencia de Walt”. Parece que la animatrónica es un terreno todavía en incursión para Disney ya que la mayoría de sus figuras robóticas han sido representaciones de personajes de ficción: con este emprendimiento la empresa sigue testeando la disposición del público a aceptar versiones robóticas de humanos reales. Algo habían sugerido ya al presentar un Walt Disney resucitado a través de una proyección holográfica en su exposición itinerante Disney 100: The Exhibition, cosa que había sembrado algunas discusiones éticas sobre “resucitar” gente muerta y asumir cómo sería o qué diría hoy. De momento, luego de este último anuncio, se hizo viral –nuevamente– un texto publicado en redes sociales por Joanna Miller, la nieta de Walt, que ya lo había hecho con el holograma y que ahora critica la nueva atracción encendiendo debates en torno a si estas creaciones son simplemente un gesto innecesario de explotación. “Deshumanizante”, sentenció.