El pasado mes de abril, como parte de los trabajos para un proyecto de investigación sobre las consecuencias del calentamiento global, científicos de la NASA hicieron un vuelo con instrumentos para sondear la capa de hielo en Groenlandia. Usaron un equipo de radar de última generación el Uavsar (Uninhabited Aerial Vehicle Synthetic Aperture Radar, que en castellano es Radar de apertura sintética para vehículos aéreos deshabitados). Recién ahora se difunden algunos aspectos de esos trabajos.
Lo que descubrieron los dejó atónitos. Al principio no puderon decodificar las imágenes captadas por el radar. Se habló de una ciudad perdida, de un antiguo asentamiento. Finalmente se develó el misterio: las imágenes mostraban lo que había sido Camp Century, una antigua base militar estadounidense construida durante la Guerra Fría. Se suponía que sería un emplazamiento secreto y protegido para misiles. Según consigna The Wall Street Journal, formaba parte del proyecto militar llamado Ice Worm, gusano de hielo.
El complejo, con un sistema de 21 túneles interconectados que alcanzaban casi tres kilómetros de longitud, empezó a construirse en 1959. Su fuente de energía era un reactor nuclear y tenía capacidad para alojar un máximo de 600 misiles nucleares. Todo auguraba que la base permanecería como una reserva secreta en la retaguardia dle sistema de defensa norteamericano, pero menos de una década después el hielo demostró que no era seguro y que su inestabilidad amenaba las instalaciones. El proyecto se canceló en 1967 y actualmente Camp Century yace sepultada bajo una capa compacta de más de treinta metros de hielo
Chad Greene, científico de la NASA que participó en la misión que hizo el decubrimiento, describió la experiencia con "un viaje a otro planeta. Ver el diseño de túneles y el resto de las instalaciones nos permite entender cómo vivían los más de 200 soldados, técnicos y científicos que habitaron la base. Tenían dormitorios, por supuesto, pero también laboratorios e inclusive un gimnasio".
El verdadero objetivo de la base se mantuvo clasificado hasta que recién en 1996 se pudo acceder a esos archivos. El secreto fue total, al punto que muchos de los militares que estuvieron destinados en ella desconocían sus propósitos nucleares. Como ejemplo, medios norteamericanos citan las declaraciones del médico Robert Weiss: "no teníamos ni idea de nada que remotamente se conectara con lo nuclear. Pensábamos que era sólo una estación de investigación para condiciones extremas". Esta hipótesis se veía sustentada en que realmente las condiciones eran terribles: "Pasábamos semanas enteras sin salir al exterior, donde las temperaturas podían alcanzar los -50°C", explicó Weiss.
El hallazgo de la base se produjo poco después de que estallara el debate sobre Groenlandia, al destacar Donald Trump su interés en que esa isla pase a dominio estadounidense. Groenlandia, actualmente un territorio autónomo de Dinamarca (tiene su propio gobierno y parlamento y Dinamarca sigue siendo responsable de su defensa, política exterior y asuntos de seguridad), es especialmente rica en minerales y, por su ubicación, tiene un rol central en la seguridad del Artuci. Desde la Segunda Guerra Mundial, Washington ha mantenido una fuerte presencia militar en la isla, con hasta 17 bases en su punto máximo durante la Guerra Fría. Actualmente, solo permanece activa la Base Espacial Pituffik, con menos de 200 soldados.
A lo largo de los años, las tensiones por el control de Groenlandia fueron condicionando las relaciones entre Copenhague y Washington. En 1968 se produjo un accidente con un B-52 que llevaba equipamiento nuclear. Al desplomarse la nave, se produjo una contaminación radiactiva en el hielo isleño y los trabajos posteriores para la reducción de daños ambientales llevaron al descubrimiento de que Estados Unidos almacenaba armas nucleares en sus bases isleñas sin el conocimiento ni la autorización de Dinamarca, que desde hace más de 40 años mantiene la prohibición absoluta de esta tecnología en su territorio, tanto para armas como para la producción de energía.
Antes de abandonar la base, los científicos perforaron la capa de hielo hasta un kilómetro y medio de profundidad y extrajeron un bloque congelado de arena, barro, piedras y guijarros que quisieron llevarse para estudiar.
Décadas después, en los años 90, el bloque fue trasladado a la Universidad de Copenhague, donde se lo usó como material para probar diversos hallazgos en relación con cambios climáticos que se hubieran producido en eras anteriores a la actual.
Atrapados en el hielo que rescataron de la base militar se encontraron fósiles y fragmentos de hojas, insectos, musgos y hongos. Su análisis permitió confirmar que en la helada superficie actual de Greoenlandia, hace menos de 500.000 años hubo una tundra.
Esta nueva datación permitió que en un estudio publicado en Science se llegara a la conclusión de que hace medio millón de años la temperatura media de la zona era similar a la actual. Lo que cambió muchísimo son las concentraciones de dióxido de carbono, que son las realmente responsables del calentamiento del planeta. Los investigadores dedujeron que hace 500.000 años, sin la intervención de los humanos, las condiciones atmosféricas generaron un deshielo a gran escala, y por eso esa inmensa superficie se calentó hasta transformarse en una tundra.
Lo más preocupante es que los valores que en eras anteriores produjeron esos cambios hoy están más que superados, ya que alcanzan cotas que llegan a más del doble. Por ejemplo, hace medio millón de años, las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono eran de 280 partes por millón (ppm); hoy superan las 422 ppm.