En las sociedades en las que nos toca vivir existen múltiples formas de violencia que se expresan en la desigualdad económica cada día mayor, con una concentración de capitales en una minoría de corporaciones y magnates y lo que éstos y éstas consideran ”población sobrante”.

En efecto, ya no vociferan sobre la explosión demográfica sino que ejecutan planes de exterminio por goteo con políticas de empobrecimiento masivo y exclusión social, las guerras de alta o baja intensidad, las migraciones forzadas de cientos de miles de personas en diversos territorios son una muestra acabada de lo que señalamos. Los continentes Latinoamérica, parte de Europa, Asia, Africa son los escenarios de estas tragedias.

En la Región Argentina, la pobreza pasó de 1976 en que era de 6% al 60%, dato elocuente un proceso de ajustes crónicos, precarización y flexibilización laboral, pluriempleo.

Todo esto implica que advenga lo que Byung Chul Hang denomina “sociedad del cansancio” y “sociedad del rendimiento”, en la que no importa si los cuerpos se deterioran mientras cumplan con las pautas de productividad que exige el sistema del capital mercancía.

Por todo lo antedicho los niveles de alienación social, corrosión del carácter y alteraciones de la salud mental se tornan mayúsculos.

Además, el capitalismo siempre va aceitando los mecanismos represivos y de control.

Añadiendo a estos los de “autocontrol ciudadano” por vía de la informática, en las llamadas redes sociales brindan una falsa ilusión comunicativa a diario, volcamos información personal que el sistema establecido “capitaliza” para usos múltiples.

Nunca debemos naturalizar la crueldad que el capitalismo ejerce sobre nuestros cuerpos de forma explícita con sus garrotes, escudos, gases, carros hidrantes y balas. Es preciso rebelarse, luchar solidaria y dignamente sabiendo que no existe posibilidad alguna de emancipación individual.

Carlos A. Solero