El afán de figurar fue tu hobby preferido, decía el tango. El verso podría resumir estos días de selfies y autobombo. Una época en la que cualquiera se cree merecedor de un canje con la carnicería. Pero no es eso lo que motivó a Juanito El Cantor a la hora de hacer su nuevo disco, El afán de darle vueltas. Este es un trabajo íntimo que mira hacia adentro. Que se toma su tiempo y hace preguntas. Una rareza en la era de la inmediatez. Es el tercero de la carrera solista de Juanito, nacido en Buenos Aires en enero de 1981 como Juan Ignacio Serrano, y criado en el oeste del conurbano bonaerense. Desde allí construyó una personalidad musical que no lo ata a un solo género. El afán de darle vueltas da cuenta de ello en nueve canciones en las que el artista se prueba trajes distintos. De cantautor pop a juglar folclórico, con una instrumentación austera que refuerza el concepto.

Fue un verdadero desafío para Juanito, a quien le sobra experiencia. Además de su carrera solista y su participación en bandas como La Nube Mágica, Doña María y Defórmica, fue productor de Gustavo Cordera, Paula Maffía, Lucy Patané, Lucio Mantel, Julio y Agosto y muchos más. “Trabajar con otros me ayuda mucho a resolver problemas míos. Me hace pensar mucho también. Hice muchos años de terapia de grupo y es increíble cómo funciona. A veces vos vas y no hablás, pero viendo las cosas que comparten otros encontrás un montón de respuestas”. Sin embargo, “el rol de productor es muy distinto y complementario al del artista”, cuenta. “Cuando sos artista sos el niño, y cuando sos productor sos como el padre de ese niño. En el mejor de los casos, ese padre deja que el niño juegue y cuida que no se lastime. Lo ayuda a resolver. Pero cuando uno trabaja solo tiene que encarnar los dos roles, y ahí se vuelve complicado. Porque quiero jugar y atreverme a hacer cualquiera, pero no hay nadie que me esté cuidando”.

Para Juanito es fundamental entregarse por completo durante el proceso artístico. Dejar que las cosas ocurran sin poner demasiada expectativa por el resultado. Sabe que siempre hay una distancia enorme entre lo que uno imagina y lo que concreta. “Cuando creás música, en nuestra imaginación esa música tiene formas ilimitadas, múltiples, que van cambiando según el día. Es como un ser vivo. Y el día que vas a grabar es como si a ese ser vivo lo mataras y colgaras la cabeza en la pared. Eso es traumático. Creo que a cualquier artista cuando va a grabar su obra lo atraviesa ese dolor y esa angustia, esa preocupación. Entonces, la mejor manera de abordar eso es pensar que en realidad ese animal sigue vivo, sólo que vos le sacaste una foto, que es tu disco. Pero hay que trabajar mucho para no sufrir y para permitirse también confiar en ese impulso de no medir, de no planear, para que tampoco pierda vitalidad”.

El disco, entonces, se escucha como un manifiesto sobre el quehacer artístico. Su aparente simpleza no es el resultado de un trabajo sencillo. Juanito se tomó años para terminarlo. Fue paciente y esperó hasta tener perspectivas diferentes de sus propias canciones. Se permitió pasar de niño a padre. “Lo que fui haciendo fue trabajar en sesiones esporádicas, grabando varias veces las mismas canciones en diferentes situaciones, diferentes estudios. Dejándolas guardadas sin escuchar durante mucho tiempo. Y mucho después, volver a escuchar ya habiendo tomado distancia”, cuenta.

“Soy feliz cantando/ Pero algo más me grita desde el fondo/ Busco y no se deja ver/ Pero entonces golpean a mi puerta/ Los límites de la belleza/ Un abismo empujándome/ Y el afán de darle vueltas”, canta en “Los límites de la belleza”, un tema que funciona como el tronco conceptual del álbum. Allí también entran en juego las propias convicciones y la fragilidad con la que realiza su trabajo. “Cualquier artista que hable de esto con honestidad te va a decir que lo que uno hace es una batalla diaria. Es una zona de mucha fragilidad, porque estamos hablando de algo que es intangible. No hay manera de demostrar que lo que hacemos está bueno. Es algo en lo que uno tiene que creer. Aunque sea un artista que lleva miles de personas a sus conciertos, igualmente puede sentir eso que se llama síndrome del impostor. Pasa todo el tiempo”, dice. Y agrega: “Para mí la mayor riqueza del arte es que no tiene utilidad. Después la industria se la encuentra, porque vendés discos, vendés entradas. Pero en sí el arte no la tiene y eso es lo mejor. Se pone en juego algo que es muy profundo y único. Y me parece que si no tenemos cuidado, hay muchas distracciones que pueden hacer que te olvides de eso y que incluso lo pierdas”.

Juanito El Cantor (Foto: Sofía Martinsen)

El afán de darle vueltas también le permite a Juanito un repaso aún más personal sobre su propia vida y su crecimiento. “Desde el último disco que publiqué, pasé de tener una hija a tener tres”, dice. Debutó como solista en 2007 con 12 canciones de amor y 1 botella de vino, un álbum que fue pensado como un diálogo con “el niño interior”. En 2014 apareció El sueño de las ballenas, que “tenía más que ver con con el frío”, cuenta. “Yo me imaginaba estar en una especie de iceberg. Era una historia con una épica que tenía más que ver con un viaje en la nieve, una cosa así. Eran imágenes que yo tenía para construir el universo y sentía que me delimitaban por dónde buscar”, explica. Esos discos, dice, hoy le suenan hechos por una persona que no existe más: “Noto rasgos que todavía me acompañan. Siento que también eso me permite disfrutarlos más que en algún momento más cercano a haberlos hecho, donde por ahí no los quería ni escuchar. Pero fueron procesos muy hermosos, muy distintos entre sí”.

Con su vida dedicada actualmente por completo a la música, Juanito reflexiona sobre el paso iniciático de un artista hasta el momento en que logra trazar un camino propio. “De repente empezás a ver que algunos soldados en la batalla se van alejando”, dice. “Porque es un camino también muy difícil. No tanto por la incertidumbre económica o esas cosas, sino por la incertidumbre de sentido. Siento que dedicarse a componer y a mostrar la música que uno hace implica un desafío muy grande. Y con el paso del tiempo cada vez más. Por eso valoro mucho en lo personal estar haciendo esto. Pero también siento una satisfacción viendo a mis colegas. También de estar en esta ciudad, que es increíble. Este país, en realidad, que tiene una intensidad y una calidad artística superlativa. Es inspirador”.

Juanito El Cantor presenta El afán de darle vueltas el viernes 20 de junio, en Cultural Thames, Thames 1426. A las 20.