Lilo y Stitch 5 puntos
Lilo & Stitch, Estados Unidos, 2025
Dirección: Dean Fleischer Camp
Guion: Chris Kekaniokalani Bright y Mike Van Waes
Duración: 103 minutos
Intérpretes: Maia Kelaoha, Sydney Agudong, Zach Galifianakis, Amy Hill, Billy Magnussen, Courtney B. Vance, Tia Carrere, Kaipo Dudoit.
Estreno exclusivo en salas.
Desde que la compañía decidió actualizar sus clásicos animados, volviéndolos a filmar con actores “de verdad”, Disney no para de recibir cachetazos. El punto más alto de esa azotaina pública, que tiene lugar sobre todo en redes sociales (aunque muchos medios aprovechan la tendencia para generar notas que alimenten el clickbait), ocurrió tras el reciente estreno de Blancanieves. Ante esto, la empresa anunció, a través de su CEO Bob Iger, que daría marcha atrás en su esfuerzo por hacer que sus productos sean más inclusivos para concentrarse en la premisa del entretenimiento. La versión live action de Lilo y Stitch es la primera película que se estrena luego de ambos hitos y a priori parece cumplir con esa nueva línea.
Ante las mil y una impugnaciones, a veces contradictorias, que recibió la reversión del clásico cuento centroeuropeo rescatado por los hermanso Grimm (que Blancanieves parece mexicana, que los enanos no son enanos, que se desvirtuó el rol masculino, etc), Lilo y Stitch elige ir en sentido contrario. Claro que en este caso hubiera sido ridículo no hacerlo: las protagonistas son dos hermanas hawaianas pertenecientes a las etnias polinesias: ¿en qué podrían haberlas convertido? Por supuesto, eso no impidió que las quejas aparecieran igual, argumentando que la actriz Sydney Agudong, que interpreta a la hermana mayor, no luce lo suficientemente polinesia. Un reclamo casi lombrosiano.
En cambio, los que se alegraron por un rato fueron los del colectivo antiLGBT, que celebraron que en el trailer uno de los personajes alienígenas, que en el original se vestía de mujer para pasar desapercibido entre los humanos, en la nueva versión directamente cambia de apariencia para convertirse en un varón blanco. Sin dudas se llevarán una sorpresa cuando vean la película completa y confirmen que ese varón blanco no necesariamente luce cis. Lo cual hace temer que sea ahora la comunidad gay la que se queje, alegando que la película los caricaturiza. A todo esto: ¿y la película? Bien, gracias.
No es mucho lo que puede decirse de esta versión de Lilo y Stitch. En primer lugar, porque se parece más a una de esas teleseries genéricas que Disney genera para rellenar la grilla sus canales infantiles, que a una de sus producciones realizadas para la pantalla grande. Fotográficamente plana y narrativamente endeble, la película exhibe todas las evidencias de haber sido creada a partir del temor a las criticas y al fracaso de sus predecesoras, cerrando un funesto círculo vicioso. Comedia hecha a reglamento, sin rastros de la frescura que caracterizaba a la original, la nueva Lilo y Stitch es, antes que nada, aburrida. Una Corea del centro cinematográfica que la semana que viene dificilmente sea recordada por alguien.