El 2 de abril de 1992, el Congreso Nacional aprobó la ley 24.073, por la cual se modificó el impuesto a las ganancias. La norma trajo innovaciones en cuanto a los impuestos sobre activos y la exteriorización de la tenencia de moneda extranjera, divisas y otros bienes fuera del país.
Pocos días más tarde, el gobierno de Carlos Menem celebró su aprobación con un aviso publicado a toda página en el que usó la misma figura que Luis Caputo para el nuevo blanqueo: aludió a sacar dinero de abajo del colchón. "Sáquela del colchón y duerma tranquilo", fue la frase.
El texto se dirige a un lector que atesora en moneda extranjera y resalta que "sucesivos gobiernos lograron, a través de décadas de inestabilidad e inflación, que muchos eligieran ese camino". Un argumento calcado del que usa hoy el gobierno de Javier Milei.
A través de la ley, se podía depositar moneda extranjera por 180 días en el Banco Nación "u otra entidad financiera que adhiera expresamente a destinar esos fondos a créditos para la actividad productiva". A diferencia de blanqueos como los de Luis Caputo, el ministro Domingo Cavallo quería fondear a la banca para otorgar créditos a la producción.
La medida liberaba a quienes adhirieran del pago de alícuotas adicionales previstas en la ley. El atractivo era depositar a cambio del uno por ciento del total. Esa tasa de cobro bajaba a 0,75 para los depósitos a 270 días, y al 0,5 por ciento para los depósitos a 360 días. "Ahora hay una excelente oportunidad para que usted invierta legalmente esos ahorros, regularizando al mismo tiempo su situación tributaria", prometía el aviso.
Al mejor estilo de Caputo 33 años más tarde, se prometía rentabilidad para fondos "prácticamente ocultos" que "se reintegren al circuito legal y productivo".
Así como el gobierno de La Libertad Avanza no tiene ninguna objeción al origen de los fondos y considera "héroes" a los evasores, en el menemismo todavía había algunos pruritos: "Médítelo, decídase y quede en paz con su conciencia, por su bien y por el del país".