Marcos Peña hizo un discurso como si recién hubiera asumido. Dijo que esta reforma previsional se da como parte de un camino “buscando ayudar centralmente a los sectores más vulnerables”. Pero ya pasaron más de dos años de gobierno macrista y no han tomado una sola medida que favorezca a los sectores más vulnerables. Esa afirmación servía cuando asumieron.

Dijo también: “buscando reforzar el camino que estamos recorriendo, el camino de paz, de desarrollo, de crecimiento”. Estos dos años hubo más acciones de represión que en los diez años anteriores, se duplicó la inflación y no hay crecimiento.

Después agregó que “la nueva fórmula de movilidad es para que los jubilados tengan previsibilidad”, pero todo el mundo sabe que con este cambio, el Gobierno quiere sacarle más de cien mil millones de pesos a los jubilados. Lo aplica por eso. Es una exigencia de sus cuentas y del FMI. Lo de previsibilidad parece dicho para idiotas.

Dijo que “cuando se discutió en comisión en Diputados, empezamos a ver intención de violencia”. Pero fue el oficialismo el que impidió en la comisión la exposición de sectores de la sociedad civil que se oponen al proyecto y votó el dictamen sin dejarlos hablar. “Vimos las agresiones a los funcionarios que fueron a plantear este debate en la comisión”, agregó. No hay ningún funcionario ni diputado oficialista lastimado. Lo que hubo fue un ministro de Economía que no sabía cuánto ganaría un jubilado con el nuevo índice.

Con el tema de la violencia, Peña parecía que hablaba de Saturno: “y vimos hoy y ayer también, primero en la calle y después también en el propio recinto cruzar una línea que no se había cruzado en los últimos años, convirtiéndose en piqueteros del recinto de la cámara de diputados”. De familia aristocrática, Peña usa despectivamente la palabra “piqueteros”. El oficialismo trató de sacar una sesión sin tener quórum y la oposición se opuso. Entonces Peña, les dice “piqueteros”. Cree que es un insulto porque nunca sufrió los problemas de los que se quedaron sin trabajo por culpa de la clase social en la que creció el jefe de Gabinete. Siempre estuvo del lado del mostrador de los privilegiados.

Y mientras hablaba, afuera las fuerzas de seguridad seguían gratuitamente a los golpes y los gases. En ese escenario de violenta represión afirmó que la oposición había “llegado incluso a proponer el uso de la violencia contra el presidente de la Cámara de Diputados”. Nadie vio que fuera agredido Emilio Monzó. Pero la sociedad vio la forma en que fueron gaseados y apaleados siete diputados de la oposición ayer y dos el miércoles. Eso se vio, fue público en las redes. Se vio a la diputada Mayra Mendoza hablando con un uniformado, solos, no hay gente alrededor, y el tipo saca un aerosol y le rocía la cara con gas pimienta.

Peña siguió con su crónica marciana: “Hubo quórum dos veces y teníamos la seguridad de que tendríamos mayoría”. No tuvieron quórum, por eso tuvieron que levantar la sesión. Si lo hubieran tenido, daban el debate y aprobaban la reforma. 

Y agregó que la reforma “trata de construir soluciones para los problemas que ellos nos dejaron”. En realidad los problemas los creó el macrismo al desfinanciar al Estado. Pero aún cuando eso fuera cierto podrían meterle la mano en el bolsillo a los ricos y no a los más vulnerables. Una explicación trucha.

Todo lo que hizo Peña fue tratar de echarle la culpa de lo pasado y lo presente al kirchnerismo. Fue repetitivo a más de dos años de estar en el Gobierno. Lo insólito es que quiso convencer a los periodistas que estaban allí que los trabajadores de prensa habían sido agredidos por los manifestantes. Dijo exactamente: “Como también hemos visto situaciones de trabajadores de la prensa, agredidos por manifestantes”. Pablito Piovano tiene el cuerpo acribillado con perdigones. “El policía estaba a medio metro –dijo Piovano– y cuando me vio la cámara, me descerrajó un escopetazo”. ¿Qué manifestante?