¿Una escuela con alumnos autómatas

o una escuela en que los estudiantes

usen inteligencias artificiales?

Los mayores se acordarán cómo eran las tareas escolares de escritura al estilo Redacción: “La vaca está pastando en el campo” o “relatá qué hiciste en tus vacaciones”. Para el didacta de la escritura Daniel Cassany, la típica tarea de redacción era una propuesta escolarizada que no tenía una función comunicativa real. De hecho, detrás de esa consigna hay un docente que le pide a sus alumnos que escriban sobre un tema ajeno a los diversos intereses de cada estudiante, sin especificar quién quiere leer esa redacción o quién será el destinatario real. 

En esa tarea escolar el estudiante sabía de antemano que el maestro leería para corregir con rojo o verde los acentos que faltan, lo ortografía no estándar y las faltas de signos de puntuación. Todas estas tareas escolarizadas generaban textos prácticamente iguales entre sí que de alguna manera se pueden hacer en automático.

Igual sucedería si un maestro o profesor pidiese a sus estudiantes que investiguen y traigan información sobre “El caballo blanco de San Martín” o sobre mejores temas como podría ser pedirles información sobre la contaminación en Salta. Antiguamente el estudiante que contaba con la enciclopedia “Lo sé todo” o alguna similar encontraría información sobre la contaminación, pero para ver ese tema localmente, debería además recurrir a periódicos salteños. Hoy en día seguramente prenderá la compu o en su celular utilizará el buscador para encontrar muchas páginas que hablen sobre el caballo blanco de San Martín, y él tocará un enlace y copiará y pegará en su documento la información, de manera casi automática. Quizás ni lea lo que copió y pegó y si no le enseñaron tampoco citará las fuentes. Que el lector haga la prueba de la búsqueda es casi inevitable. A mi me apareció un hermoso artículo publicado en La Nación de Andrés Ramón Jacqueline (21 de enero de 2021).

Otras veces se trabajaba la lectura en la escuela primaria o secundaria, con una fotocopia en blanco y negro, apenas legible, de un cuento –o peor, de un fragmento de un cuento- pero luego de leer se solicitaba que se marquen los puntos y apartes con rojo, los punto y seguido con verde y el punto final con negro. Además, se les pedía que extraigan y copien cinco sustantivos, cinco adjetivos y cinco verbos, lo que también el alumno hará, seguramente, en automático.

La escuela tradicional, recordada por muchos como la mejor, solía asignar tareas automáticas. Los estudiantes sabían que sus trabajos serían evaluados según criterios escolares, principalmente, prolijidad y respeto de las consignas.

El docente como único destinatario de la escritura es un lector que lo sabe todo porque es el que dio la consigna. Entonces el texto producido está limitado a la intención de ser evaluado, se sabe que no debe haber demasiado desarrollo del tema porque no se trata de un lector realmente interesado en la lectura.

Y ese docente lector se verá abrumado con muchas redacciones sobre la vaca, cientos de hojas a color bajadas de internet sobre el caballo blanco, que con suerte llegará a hojear pero que probablemente valore por kilo -mayor cantidad, mejor nota. Algún docente más avispado les enseñará a copiar la fuente consultada y chequeará la lectura de la información, pero seguramente muchos estudiantes habrán fotocopiado la tarea de otro más cumplido y entonces el docente deberá dedicar tiempo con trabajos innecesarios que él mismo solicitó. Y sobre la lectura, ¡qué diremos de leer un cuento para marcar puntos y señalar palabras! Me imagino que todo esto quedó atrás en la escuela del siglo XXI y que ningún docente pedirá a un chico que busque información sobre un tema en internet o pedirá un resumen de un texto literario. Seguramente nuestros estudiantes de primaria y secundaria ya no son sometidos a la redacción sobre las vacas, rumiantes del campo, o tareas similares, sino que encontrarán mejores propuestas para aprender a escribir y leer.

Estamos afirmando que la enseñanza tradicional de la escritura se basaba en la existencia de alumnos autómatas que aplicaban la normativa, las reglas ortográficas, a textos que no les interesaban y que otros elegían para que ellos escriban. Obviamente que el tono irónico usado hasta aquí y los ejemplos elegidos de tareas escolares posibles son una provocación para generar el debate sobre lo que significa ser docente hoy y enseñar a escribir en un entorno digital.

Es que internet, lo digital y la IAG hacen que el docente pierda el control. Ya no es el docente el que maneja todas las pautas de la escritura de sus alumnos. Sabemos que desde muy temprana edad los estudiantes exploran la escritura de mensajes de textos, posteos, intercambios multemediales con sus pares. La escuela puede tomar estas prácticas propias de los consumos estudiantiles como parte de los saberes con los que llegan a la escuela. Y desde esos saberes previos se puede plantear la enseñanza de la escritura en la escuela dándole a los estudiantes un lugar activo, de editores de sus propios textos, que sean contenidos para ser leídos por otros y que se pongan a circular de verdad.

Hoy en día el desafío es que la escuela se anime a generar experiencias de escritura colaborativa en entornos digitales incluyendo la posibilidad de apoyar la tarea de escritura con IAG. Es que si estos modelos de lenguajes largos o grandes están disponibles y son usados para cualquier cosa intrascendente por millones de usuarios a pesar del costo para el medio ambiente que implica este uso, por qué no usar la IAG para algo importante, como es el enseñar/aprender a escribir.

Ahora el ChatGPT o DeepSeek, pueden ser los nuevos autómatas que los niños niñas y jóvenes pueden usar para explorar el proceso de escritura. Ahora podemos posicionar a nuestros estudiantes en el lugar del que maneja y toma todas las decisiones de sus textos. Desde elegir el tema, el tipo textual, el destinatario. Escribir hoy en día significa saber usar el Microsoft, el Copilot, El Editor y el Chat GPT o DeepSeek para que realicen las tareas más repetitivas y poco creativas de la escritura. La escuela no puede seguir mirando para otro lado y pretender prohibir las tecnologías de la escritura que ya están disponibles para todos los usuarios

Frente al argumento psicológico y muchas veces psiquiátrico que sostiene la necesidad de volver al papel, hay que aclarar que nadie está pensando en descartar, sino en secuenciar el uso de las tecnologías de la escritura, desde el lápiz negro, la lapicera a pluma hasta llegar al teclado de la computadora multimedia. La letra de carta y la letra de imprenta pueden ser aún contenidos de enseñanza si se contextualiza esas tecnologías junto con las nuevas ya que cualquier ciudadano hoy en día utiliza tanto la lapicera o el lápiz como también el teclado del celular o la computadora. Nadie está pensando en el reemplazo del papel, ya que en el ecosistema de medios actuales sigue existiendo el libro impreso, que tiene usos específicos y diferentes a las producciones digitales y multimodales.

Sobre la lectura en múltiples pantallas también el planteo que asumimos en este texto es el de Albarello (2019), considerando que, a la lectura intensiva, para estudiar, en soporte papel, se suman hoy nuevas formas de lectura en múltiples pantallas, una lectura transmedia, en la que el lector construye su lectura de manera complementaria en múltiples dispositivos -celular, tableta, computadora. TV, videos de Youtube o Tiktok. Porque también los textos actuales son multimodales hechos a través de diversos códigos y lenguajes que los jóvenes lectores conocen y exploran como consumidores y productores.

Volviendo al tema puntual de la escritura con inteligencias artificiales generativas, la escuela debe conocer esta nueva tecnología disponible para todos los usuarios contemporáneos. Los estudiantes seguramente ya han presentado trabajos hechos con IAG y probablemente los docentes no nos dimos cuenta. O sí, y solamente indicamos la falta, sin abordar, por ejemplo, el enorme nuevo tema de enseñanza de la integridad académica en escritura. Porque escribir es también una cuestión de expresión de la propia subjetividad y estilo de escritura. Y la escuela debería ser el lugar donde los estudiantes aprenden a escribir en el sentido más integral del término, reconociendo que la propia subjetividad humana se manifiesta en el trabajo de la redacción. Y que no da lo mismo presentar un trabajo donde yo soy el hacedor, el que toma las decisiones sobre el tema, el contenido, los lectores, las intenciones de mi texto y los objetivos que quiero lograr en los lectores y que no puedo delegar esa capacidad en una IAG.

Enseñarles que el uso que puedo hacer de la IAG para escribir debe ser monitoreado por mi y que debo mantener una conducta de integridad académica. Por integridad académica entendemos que yo debo ser el autor del texto, que si alguien colabora conmigo lo debo informar y que si uso software o IAG para el desarrollo del contenido lo debo explicitar en la descripción metodológica. Ya las Normas APA establecen esta condición para presentar trabajos escritos académicos. Así, si usé Chat GPT deberá incluir su cita como si fuese software. Ejemplo: OpenAI (12 de mayo de 2023) como cita abreviada dentro del texto. Más allá de que no se pueda recuperar el enlace al Prompt y a la respuesta obtenida estoy obligado a citar. La inclusión en la referencia bibliográfica sería: Corporación fecha del intercambio y nombre de la IA Usada.

OpenAi (12 de mayo de 2023) Chat GPT.

Además, tanto las escuelas y colegios como las materias deberán generar acuerdos del uso de la IA para la elaboración de trabajos y exámenes. Lo ideal sería que no haya solamente prohibición, sino claridad en las posibilidades del uso. Por ejemplo, pautar que para exámenes presenciales individuales esté prohibido, pero que para trabajos prácticos grupales puedan usarlo si especifican en la presentación para qué usaron el Chat GPT (Para generar ideas, para revisar el propio texto, para corregir errores, para hacer versiones, etc.)

Por supuesto, lo primero será abordar el tema de los prompts que se vinculan directamente con un contenido clásico de lengua, el texto instruccional. Es que hacer un buen Prompt significa preparar una instrucción que el autómata deberá usar para producir el texto solicitado. Si el Prompt contextualiza la tarea, define el rol, el estilo de escritura, el tipo textual y los lectores destinatarios, seguramente se obtendrá un mejor resultado.

Uno de los usos más extendidos de la IAG es el de elaborar resúmenes y traducciones. La escuela puede crear un entorno de aprendizaje colaborativo donde el Chat GPT pueda ser usado didácticamente para pensar el tema, para desarrollar ideas, para reducir extensiones de párrafos, para corregir ortografía, sintaxis, coherencia o cohesión, o para adecuar a un ámbito y tipo textual la versión final. Y todo esto puede generar una experiencia de escritura gamificada, donde cada estudiante pueda jugar y aprender con otros y con este recurso para la escritura la IAG.

Referencia Bibliográfica

JacquelineA. (21 de enero de 2021) La singular relación entre el caballo blanco y la historia argentina. La Nación, Campo. https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&opi=89978449&url=https://www.lanacion.com.ar/economia/campo/la-singular-relacion-entre-el-caballo-blanco-y-la-historia-argentina-nid2556279/&ved=2ahUKEwiZveLft6yNAxWJrpUCHYufLGcQFnoECCIQAQ&usg=AOvVaw0QoAXp907dPnrOr8sE71uX

*Vicedirector Instituto de Educación Media, Director Proyecto CIUNSA N°2724-0, UNSA