El pasado 9 de abril falleció Luis Felipe “Yuyo” Noé, con 91 años, genial artista de la imagen, pensador y escritor. Protagonista de una vasta trayectoria de siete décadas, la obra de Yuyo Noé comienza con la pintura -con posterior “rotura” y “expansión” del marco, y el “develamiento” de los bastidores-, la instalación -de la que fue pionero-, y la experimentación con diversos materiales como los espejos curvos, desarrollando la espacialidad y tridimensionalidad, como también el “monumentalismo” en cuadros de gran formato como La estática velocidad (2009), de once metros de largo por tres de alto -creación enviada especialmente para la Bienal de Venecia-, y La eternidad (2023), de cinco metros de largo por tres con treinta de alto. Asimismo, la difuminación y fusión de dibujo y pintura, y la apertura permanente a colaboraciones para desarrollar obras puntuales y proyectos colectivos (como en su momento el bar Bar-Bar-o y “La Línea Piensa”, con Eduardo Stupía), son sólo algunos de los aspectos que gravitan en el trabajo de este verdadero portento de las artes de Argentina y Latinoamérica. Otro, indudable, son los libros: alrededor de una veintena, que acompañan prácticamente todas y cada una de las etapas de su trayectoria artística. En Cuaderno de bitácora (2015), un volumen de más de seiscientas páginas publicado en tándem con Mi viaje, de más de trescientas, Yuyo Noé escribió: “considero que mi verdadera autobiografía está en mi obra pintada, y también en la escrita que no tiene pretensiones de tal”. “Ambas, pintura y escritura, hablan de aquello que en mi recuerdo descriptivo no puedo hacer”. En el Cuaderno de bitácora se encuentra un pormenorizado compilado, que es un recorrido por la vida y obra del artista, entre su testimonio -que incluye el autorreportaje- e infinidad de documentos críticos, periodísticos y artísticos, además de papeles privados y numerosos documentos como fotos y cartas personales. Hay, entonces, una original obra escrita de Yuyo Noé, de la que esta nota intentará dar cuenta, destacando algunos de sus títulos.

la estática velocidad, 2009
 

EN EL PRINCIPIO FUE EL CAOS

Habiendo comenzado sus estudios de pintura con Horacio Butler, Yuyo Noé -independizado de su maestro, casi de común acuerdo- realiza su primera muestra en 1959. Son años en donde se destaca la Serie Federal. Pocos años después, surge el grupo que integra Noé, Nueva Figuración, junto a Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Ernesto Deira, todo un capítulo del arte argentino. Y, al finalizar esa experiencia, y tras una primera estadía en Nueva York -donde explora la instalación-, aparecerá su primer libro, publicado por la galería Van Riel como sello editorial, lugar donde había realizado, además, aquel debut en pintura: Antiestética, con tapa de Juan Carlos Distéfano, en 1965. El volumen fue luego reeditado por De la Flor, en 1988, con un “Prólogo a la reincidencia”, y nuevamente en 2015 (y este año se cumplen sesenta de su primera aparición). En el prólogo de 1988, Yuyo escribió: “yo me reconozco en toda la Antiestética, me reconozco no por ejercicio de la memoria sino como imagen presente. Pero no volvería a escribirla”. Y explica que la “asunción del caos” que planteaba con énfasis, no sería necesario hacerlo más, porque es algo que estaría ya “integrado”, es decir, asumido (al menos, por/para él). ¿Y qué es esto, en definitiva? Comprender que “el caos, lo que está en gestación, siempre nos sobrepasa”.

La Antiestética, que ya ha hecho -e indudablemente seguirá haciendo- historia, contiene afirmaciones tales como: “El artista es así un adelantado de su época, el aventurero por excelencia; está reclamando permanentemente su libertad”; “el devenir del arte es una revolución permanente”; y el intentar comprender que, con las obras, el artista intenta “Una búsqueda que, en ciertas oportunidades, le sirve para acceder, otras no, al tiempo, con lo cual, en cierto modo, está penetrando en el futuro. Revela formas de ver, ‘imagina’ (en el sentido de hacer imágenes) de nuevo al mundo”. Ya en este, su primer libro se ubica en el tiempo y el espacio como ante un gran todo: “el mundo es”, dice Yuyo, “al mismo tiempo ya no únicamente una cosa, una gran cosa, sino mil. El mundo no es un todo, sino la suma compleja de distintos elementos, algunos muy opuestos entre sí”. Y en ese “caos como estructura” -como se titula el último capítulo del libro- es donde el artista debe buscar y crear los símbolos que configurarán una imago mundi.

Junto a la pintura y otras obras -con apreciaciones, críticas y relaciones con Jorge Romero Brest, Aldo Pellegrini y Oscar Masotta, entre muchos otros participantes de la época-, los libros de Yuyo Noé siguieron llegando, al correr de las décadas: Una sociedad colonial avanzada (1971, reeditado en 2003); Códice rompecabezas sobre Recontrapoder en cajón desastre (1974, con justiciera reedición en 2021), una novela subjetiva que incluye dibujos-“palabras” (que siguen contando la historia e ilustrando sus personajes); y, entre fines de los ‘80 y la primera mitad de los ‘90, cuenta el mismo Yuyo en Cuaderno de bitácora, publica “libros de artista en los que uní el lenguaje visual y el literario, A Oriente por Occidente (1992), y El Otro, la Otra y la Otredad (1994)”.

Para comienzos del presente siglo, aparecen El arte en cuestión. Conversaciones con Horacio Zabala (2000); Las aventuras de Recontrapoder (2003), versión en historieta de la novela Códice rompecabezas, realizada junto a Nahuel Rando; Wittgenstein: este es el caso (2005), una originalísima “carpeta-poema manuscrito-cuaderno de notas”; y Noescritos sobre eso que se llama arte (2007 y 2009), gran compilación de cuatro décadas de artículos, prólogos, capítulos, charlas y clases magistrales, donde nuevamente aparece la propuesta de “arte de la imagen” para describir mejor el trabajo pictórico, plástico y visual. Y, en 2009, En el nombre de Noé, trabajo conjunto con su semi o seudotocayo Noé Jitrik, donde se repartieron las partes de dibujo-pintura y texto, respectivamente, incluyendo fotografías de Magdalena Jitrik. Y, en aras de seguir sumando títulos, podría mencionarse Escritos de un lector (1993), un homenaje y rescate de escritos de Julio Noé, padre de Yuyo, quien fuera un reputado crítico literario y de arte durante las primeras décadas del siglo XX, proyecto impulsado por Jitrik y publicado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

En 2015 aparecieron los ya mencionados Mi viaje y Cuaderno de bitácora -contenidos en una gran y multicolorida caja-; luego, El caos que constituimos (2017); En terapia. Dibujos 1971-1978 (2018); la edición completa de El arte entre la tecnología y la rebelión (2022), libro “sobre el 68” que se encontraba semi-inédito; y El ojo que escribe (2024), sus memorias de lector. Allí, evoca en el capítulo “Punto de partida”: “Entre mis primeros recuerdos se encuentra una biblioteca repleta que tenía dos filas en cada estante y cubría dos grandes paredes del escritorio de mi padre, Julio Noé. Era lo que le quedaba de una multitud de libros que había acumulado desde su adolescencia. Él solía contar que en su juventud compraba cinco libros por día. No teniendo, luego, dónde guardarlos, los había donado a varias bibliotecas públicas”.

 

EL PINTOR COMO ESCRITOR

Suma y cifra de su apuesta vital, Asumir el caos: En la vida y el arte, es el último libro que publicó Yuyo Noé, con El cuenco de plata. Trabajo que demandó más de cuatro años, el artista escribió primero “analógicamente”, a mano, contando con su colaboradora Lorena Alfonso (compilando, ordenando, revisando), una gigantesca estructura que revisita no sólo todo el devenir teórico y artístico-filosófico de Noé, estructurando el -y su propio- caos, sino infinidad de temas, obras y autores que se sumaron el último tiempo. Como escribió Alfonso en “El pintor como escritor”, texto publicado en el catálogo de la muestra Mirada prospectiva (2017) del Museo Nacional de Bellas Artes: “Los escritos de Luis Felipe Noé integran, desde mediados de los años 50 del siglo XX hasta la actualidad, un torrente tan extenso y caudaloso como su producción artística. Teórico, provocador, crítico de arte, prologuista, narrador, pensador; el pintor se cruza, relaciona y dialoga con sus otros -y contradictorios- yo”. Además, destaca: “Al defender la teoría como un acto lúcido, Noé es un pintor que piensa y se piensa en un presente continuo. Su discurso crítico, marcado de modo constante por paradojas y por simulacros de discusión del pintor consigo mismo, parece dejar en suspenso todo aquello que obligue a una definición categórica del mundo y de las cosas”. Toda definición en Yuyo es provisoria, revisada, cuestionada, (re)trabajada y, así, renovada.

El libro contiene dos partes, claramente diferenciadas: en la primera, una introducción que retoma y amplía lo escrito en El caos que constituimos, partiendo del mundo contemporáneo y las teorías y discusiones más recientes (como las de Franco “Bifo” Berardi y Yuval Harari). Y una segunda, en donde hay una revisita a la historia del arte y sus grandes discusiones y corrientes, y en donde Yuyo trata desde autores, escuelas y tendencias -con un gran apartado sobre el Romanticismo-, hasta cuestiones puntuales del diseño y la arquitectura, siempre analizando, polemizando y extrayendo de las contradicciones y paradojas el suceder de su propio pensamiento. Siempre, explorando el caos que nos constituye y que, al mismo tiempo, constituimos. Los “ismos” y Turner, Goya, Cézanne, Delacroix, Rimbaud, Van Gogh, Duchamp, Kandinsky, Klee, Malévich y el arte de América latina y del Río de la Plata (Pettoruti, Xul Solar, Matta), la Guerra Fría, la “action painting” y el pop, el ensayo “posmoderno”, la fotografía, la espinosa cuestión del llamado “arte contemporáneo” y lo que podría ser una “revolución cultural” son solamente algunos de los temas que aquí se mencionan y aparecen tratados en sus capítulos. Libro monumental, la de Asumir el caos es una apuesta y un legado -y la ética- de un gran artista -que, además de su oficio, reflexiona y escribe-, que es un ejemplo para las más jóvenes generaciones. El primero: tener una práctica que sea acompañada por la lectura, el estudio y la reflexión, y la escritura. Suerte de “antropología cultural” el libro da cuenta de aquello que es ininteligible para el ser humano desde el fondo de la historia -la llamada realidad, el otro y los otros-, y que ha dado, constantemente, toda clase de mitos, ritos y religiones, artes y explicaciones (teorías, filosofías) para intentar mitigar esa angustia existencial que caracteriza a la especie humana. Desde su experiencia en el arte -su recorrido vital conscientemente emprendido- Yuyo convoca a “asumir el caos”, para así, sabedores de nuestros alcances y límites, apostar a la acción, a “poder ser”.

Para finalizar, me permito una nota personal. Labramos una feliz amistad con Yuyo por algo más de diez años, comenzando nuestro vínculo por razones profesionales. Desde entonces, fueron años y años de encuentros en su casa y en su taller, y en cenas y almuerzos por la zona de San Telmo -en algún boliche como “La Poesía” o “El Refuerzo”-, para intercambiar y compartir libros y noticias, con un Yuyo siempre vital, despierto, trabajador, abierto a las novedades. Pasada la pandemia, participé además en la Feria del Libro de 2022, junto a Juan Pablo Pérez, presentando El arte entre la tecnología y la rebelión. También, pude seguir intermitentemente el proceso de Asumir el caos, leyendo borradores y versiones previas, opinándole. Tuvimos infinitas horas de inteligente charla, muestras de obras y libros “en proceso”, y siempre celebrándolo en sus muestras anuales en la galería, Rubbers -y las que hubiera en otros espacios más-, entre decenas y cientos de personas de las artes y la cultura, y amistades que se hacían siempre presentes para sorprenderse y disfrutar, una vez más, a Yuyo con su arte: todos los fines de año, hacia noviembre/diciembre, podía apreciarse la decena de nuevas obras, que había creado durante los meses previos. Infatigable, siguió lúcido y activo hasta sus últimos momentos.

Las artistas y colaboradoras de Yuyo Noé, Cecilia Ivanchevich, Natalia Revale y Lorena Alfonso, junto a la familia de Yuyo -sus hijos Paula y Gaspar- pusieron en pie, desde 2019, la Fundación “Luis Felipe Noé”, y es de esperar que se mantenga y continúe activa, como hasta ahora, preservando y difundiendo la obra de Yuyo, nuestro gran artista creador y pensador de la imagen.

 

>Un fragmento de Asumir el caos, de Luis Felipe Noé

La multiplicidad y diversidad de situaciones y acontecimientos que nos desbordan y nos aplastan (si dejamos que nos aplasten) se conjugan en el espíritu del ser humano cuando en su seno los estructura por medio del lenguaje. De cualquier lenguaje, no solamente el de las palabras. Y esto no acontece sólo en el dominio del arte, sino también en el interior de quien es capaz de hacerlo, tal vez sólo hablándose a sí mismo. Sin embargo, si se lleva a cabo esta tarea a través del ejercicio de su exteriorización puede superar el espacio y el tiempo. Es que el espíritu, puesto en acción, necesita también comunicarse superando las palabras, inventando otros sentidos (la poesía, por ejemplo) y otras formas del “lenguaje”, las distintas manifestaciones artísticas entre otras. Y esta exteriorización se concreta en la proyección del espíritu por medio del yo deviniendo otro al asumir el caos, esto es, abandonando la identidad alienada. La manera más difundida de lograrlo es la enunciación del otro por medio de lo que se ha dado en llamar arte, el cual se define en el acto de estructurarse ante el caos de sí mismo.

El caos se estructura a través del espíritu como si el caos fuese el otro que impulsa al yo individual (partícula del ser humano) a manifestarlo. El caos que nos es constituyente se manifiesta a través de algunos de sus infinitos yo que hablan por los otros. Es el otro del yo que nos “habla” y nos impulsa a expresarlo; el otro del yo de uno de los tantos que integramos el caos humano. Por eso, puede tener eco en otros yo o, mejor, en los espíritus de aquellos que también dialogan con su propia otredad. “La gran aventura”, de la que habla Valéry.

El “Yo es otro” de Rimbaud se aclara porque continúa diciendo “si el cobre se despierta clarín no es por su culpa”. Interpreto que si el yo traspasa la frontera del lenguaje no es por su “culpa”, sino por el otro que lleva adentro y que se enuncia en nombre del caos, o sea, de la otredad inconmensurable. Por tal motivo, nunca creí correcto señalar a la verdadera creación artística -la que se aventura y arriesga- como expresión del yo. Es que “el verdadero trabajo es hecho por algún colaborador invisible”, según Robert L. Stevenson. El espíritu humano enunciándose se escapa de su prisión del yo individual, ex expresión del otro del yo. Por esto, los artistas -si no se los confunde con los simples propietarios de un oficio- suelen sorprenderse de su propia obra, del caos de donde emergen. Han sido circunstancialmente otros durante su quehacer, como miembros constitutivos de la “gran aventura” del espíritu humano.

 

Fragmento de Asumir el caos: En la vida y el arte (El cuenco de plata, 2024).