En el Día de la Patria, Cristina Fernández de Kirchner reapareció públicamente en el barrio de Retiro para cerrar el Encuentro de la Cultura Popular. A veintidós años de la asunción de Néstor Kirchner, la expresidenta pronunció un discurso con doble registro: hacia afuera, una dura crítica al gobierno de Javier Milei; hacia adentro, una convocatoria a reconstruir la identidad política del peronismo. Desde el escenario montado en el Polo Cultural y Deportivo Saldías, en las inmediaciones del Barrio 31, advirtió que el país se encamina a “un décimo default” como consecuencia del endeudamiento de la administración actual. CFK analizó el resultado electoral en la Ciudad de Buenos Aires e invitó a repensar al peronismo para recuperar a quienes hoy eligen no votar: “Estado eficiente” y “actualización laboral” deben formar parte de la nueva agenda. El cierre fue un llamado a la unidad, sin ambigüedades: “Tenemos que volver a ser militantes políticos. Esto requiere capacidad de análisis, poder ver más allá de la próxima elección y, fundamentalmente, dejar de lado las mezquindades y los egos que tanto daño han hecho y han provocado una fragmentación inútil”.

Desde temprano, referentes de la cultura popular se reunieron para trazar una narrativa de porvenir en medio del despojo. La previa no traicionó la liturgia kirchnerista: música, banderas y una nueva canción que circuló entre los más jóvenes, adaptada al presente. “Ser libertario es la nueva moda de los gorilas”, coreaban. Desde las gradas, Cristina Kirchner aplaudió las performances artísticas como una militante más y se conmovió especialmente con la presentación de la rapera Shitstem, a quien descubrió en un acto de Abuelas en La Plata y convocó a participar del encuentro. En las primeras filas se ubicaron dirigentes de su confianza: los senadores Wado de Pedro, Oscar Parrilli y Mariano Recalde; la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza; artistas como Pablo Echarri, Marina Glezer y Raúl Rizzo, y también sindicalistas como Víctor Santa María y Sergio Palazzo.

La senadora María Celeste Navarro fue la primera en tomar la palabra, con un diagnóstico inquietante: “Hay una decisión política de atacar la cultura como una forma de herir nuestra identidad nacional”, denunció, sentada a la derecha de Cristina Kirchner. A su izquierda, la cantante Teresa Parodi —ex ministra de Cultura y actual parlamentaria del Mercosur— profundizó esa línea con una definición que condensó décadas de lucha: “La cultura es la madre de las batallas, lo central en la disputa por la construcción de sentido”. Cristina, que las escuchó con atención, sumó su propia lectura: “Hay una cultura que representa los comportamientos sociales, que da identidad a los símbolos”, subrayó al comenzar su intervención. En ese registro, repasó algunos de los hitos culturales de sus gobiernos: los actos del Bicentenario, la expansión del INCAA, la creación de Tecnópolis, Paka Paka, Canal Encuentro y el ex Correo Central —transformado durante su gestión en el Centro Cultural Kirchner—, hoy rebautizado Palacio de la Libertad. En su primer contraste con el presente, lanzó: “¿Se dieron cuenta que estos tipos no construyeron nada? Ni una puta escuela. Su única obra es cambiarle el nombre a lo que otros hicieron. Qué mediocres, qué chatos” cuestionó.

El décimo default y los dólares del colchón

Desde el escenario, la presidenta del PJ nacional volvió a encender las alarmas: “El país se encamina hacia un décimo default”. Expresó preocupación por la caída del consumo, cuestionó la escasez de dólares y denunció el endeudamiento. “Lo que están haciendo ya lo hicieron antes. Es la convertibilidad con otro nombre”, sintetizó, y recordó los nueve defaults que acumula la historia argentina. Cristina recorrió los últimos 22 años como un ejercicio de memoria frente a un neoliberalismo que intenta deshistorizar: “Este modelo no es nuevo. Ya fue implementado en la dictadura, durante la convertibilidad, y siempre fracasó. Y va a fracasar una vez más”. También apuntó contra el último anuncio oficial orientado a tentar a los pequeños ahorristas: “¿Tus dólares, tu decisión? Un pastelito está dos lucas, hermano, ¿qué te pasa?”, ironizó, en alusión al eslogan que propone blanquear dólares bajo la narrativa de la libertad individual.

La exmandataria retomó entonces las declaraciones del economista Ricardo Arriazu durante su exposición en AmCham, donde había advertido que “la velocidad de la destrucción es más rápida que la de la creación”. CFK no dejó pasar el comentario y conectó esa frase con una memoria política precisa: “Este señor, que de destrucción a exterminio sabe mucho, fue el inventor de la tablita de Martínez de Hoz. Cuando lo vean hablar, recuerden: Ricardo Arriazu es el autor intelectual y material de esa tablita que endeudó, arruinó y desindustrializó a la Argentina”. A partir de allí, profundizó su diagnóstico económico con un tono aún más crudo: “Rascan el fondo de la olla porque no pueden monetizar la economía. No hay pesos ni dólares porque el consumo se fue al carajo.”, denunció. Y lanzó una advertencia que sonó a presagio: “Este sostenimiento hasta las elecciones de octubre se basa en un endeudamiento formidable. De seguir así, el décimo default no es una fantasía lejana”, alertó. 

El Eternauta, un manifiesto (geo)político

Desde el escenario en Retiro, Cristina invocó la serie de El Eternauta como símbolo de resistencia cultural, soberanía y orgullo nacional. Recordó que la familia Oesterheld —diezmada por la dictadura— se negó durante años a ceder los derechos si la adaptación no se hacía en Argentina y respetando la idiosincrasia local. “Querían que se respetara la patria”, dijo, y celebró que esa condición haya sido finalmente reconocida por una plataforma internacional como Netflix. A partir de ese ejemplo, ensayó una reflexión más profunda: si una familia arrasada por el terrorismo de Estado logró sentarse de igual a igual con una multinacional para defender su legado, ¿cómo no va a poder hacerlo un país? El mensaje fue claro: negociar con el capital extranjero no debe significar entrega ni subordinación.  "Se puede y así se debe hacer”, concluyó.

Un llamado a la unidad

Hacia el final, la axpresidenta dejó un mensaje potente, dirigido a la militancia y al conjunto del peronismo. Sin nombrar a Axel Kicillof habló de la necesidad de superar la fragmentación y repensar el proyecto político. “Tenemos que dejar de ser militantes electorales. Tenemos que volver a ser militantes políticos. Esto requiere capacidad de análisis, poder ver más allá de la próxima elección y, fundamentalmente, dejar de lado las mezquindades y los egos que tanto daño han hecho”, afirmó. Advirtió que la dispersión no nace de las ideas, sino de la ausencia de debate: “la fragmentación aparece cuando no hay discusión. Cuando hay debate y la diferencia es de ideas, no hay fragmentación: hay síntesis. Porque una idea, finalmente, alumbra y encarna en la sociedad”.

En ese mismo tono, ensayó una autocrítica sobre la relación entre Estado y ciudadanía. “No podemos seguir hablando de un Estado presente si ese Estado no da respuestas. Hay que construir una nueva estatalidad, con eficiencia”, sostuvo. Y reconoció que parte del éxito inicial de la motosierra libertaria consistió en canalizar malestares reales: “Esa motosierra se identificaba con el tipo que fue a una oficina pública y no le resolvieron nada”. También retomó el debate por la actualización laboral como tarea pendiente: “Eso también tenemos que discutir, para que la gente vuelva a identificar una idea y una forma”. Con ese llamado a repensar el futuro, concluyó un discurso que mutó en celebración popular del 25 de mayo, una fecha que —recordó— “había sido apropiada por la historiografía liberal”. “No podía pasar este 25 de mayo sin que hubiera un peronismo que festejara el Día de la Patria”, recapituló antes de bajar del escenario.