Desde Barcelona
UNO Mientras, Rodríguez sigue con ese libro en sus manos: ese ensayo findemundista. Mientras pueda leer. Mientras es la palabra/condición clave. Tantos Mientras y bienvenidos a la Era del Mientras mientras quede tiempo, mientras no se vaya la luz de todos y se agote propia batería. Mientras tanto (y tan poco, cada vez menos) y hasta entonces (hasta, pareciera, dentro de cualquier día de estos). Sí: Rodríguez como alguien que ya se ha estudiado al detalle eso del kit de supervivencia mientras evita la enumeración de diversos conflictos geopolíticos que (sin nada de la inteligencia con la que Tony "Michael Clayton/Jason Bourne" Gilroy y su Andor, donde "genocidio" es una palabra que se repite una y otra vez, han redimido al infantiloide universo Star Wars) incluyen, en su propio kit, a balas y whatsapps y aranceles y postureo humanista para la galería y apagones y calentamientos y rayos y centellas y dioses y sus auto-representantes. Y, por qué no, a esa suerte de guerra fantasma continental que es el Festival de Eurovisión (con Israel como artista más o menos autoinvitado y, dicen, manipulando el voto telefónico de todos esos espectadores con fiebre del sábado por la noche). Para colmo de males, se trata de preliminares bastante deficientes y lentos a la hora del efecto especial. No hay excitación sino fatigoso cansancio apenas estremecido por la noticia de otro asteroide con posibilidades de estrellarse contra la Tierra o de nuevo brote pandémico o de que haya cada vez menos abejas o del efecto de los pedos de las vacas o de la creciente plaga del insomnio consecuencia de lo cansador que es esto de vivir todo el tiempo mojándose los piececitos en las orillas del Apocalipsis.
DOS Nada que ver --y es por eso y nada más que por eso que Rodríguez entra a verla-- con la última cataclísmica entrega del muy entregado Tom Cruise en su, tal vez, postrera Misión: Imposible. Película perteneciente a ese extraño y muy suyo y sólo suyo género cinematográfico consistente en el astro comunicando antes que nada cuáles serán las varias proezas físico-demenciales-cuasi suicidas que quiere ejecutar esta vez. Y, después de todo, pasárselas a muchos guionistas para que hagan todo lo posible para compaginarlas/insertarlas dentro de una trama/mientras que no importa que no tenga demasiado lógica o siquiera sea comprensible (Rodríguez optó por no volver a ver la primera parte de esta última parte para ver si así...; pero sí volvió a verla en la tv al regresar a casa y descubrió sin sorpresa que todo era aún más demencial e inconsecuente). Y, ah, las cosas que hace Correcaminos Tom mientras le dé el cuero de su sonrisa cada vez más curtida por retoques plástico-digitales... Y sí: de lo que trata y se trata es de ver a Cruise --alto cargo en la hierarquía cientológica, esa religión que al menos tiene la gracia más o menos honesta de confesarse como el producto demente de la mente de un en principio mediocre escritor de ciencia-ficción mutando a in/con/ciencia-no-ficción-- volviendo a predicar, apenas subliminalmente, que él no es apenas un gran action hero y paradigma y arquetipo de la black-op sino, además, El Elegido, El Único Que Puede Salvarnos, El Que Hace Posible Una Imposible Misión. Y, ah, por algo se ha vuelto a informar acerca de su dieta frugal y su capacidad para aguantar hasta seis minutos la respiración bajo el agua y su meta alcanzada de dormir apenas tres horas por noche, porque no hay tiempo que perder si se quiere seguir ganando. Y, ah, esta vez el malo malísimo a misionimposibilizar es una Inteligencia Artificial desbocada y sin límites: La Entidad: suerte de macro-versión de HAL 9000 pero sin nada de su elegancia de ojo rojo y con mucho de vulgaridad de luz de discoteca eurotrash. Algo/alguien tan torpemente expeditiva en lo suyo y sin nada de la parsimoniosa astucia con la que, mientras, redes sociales y sus derivados han venido limando la inteligencia natural del inconsciente colectivo. Y, ah, otro modelo para otro fin del mundo marca Mientras. Marca que --con un mínimo reordenamiento de sus letras-- deviene en un Mentiras.
TRES Y Rodríguez sigue leyendo el crepuscular ensayo y se acuerda de dos novelas que leyó hace unos años y salta a las últimas páginas y al índice onomástico (esa sección tan útil y que, cuando se traduzca, los editores españoles decidirán omitir) del libro. Y, claro, ahí están mencionadas ambas: porque este libro en cuestión contiene multitudes a exterminar. Dos ficciones transcurriendo en la presente no-ficción: en la nueva anormalidad que define a la Era del Mientras. Sí: la idea de la normalidad o de lo que se supone normal --como la de la realidad o del realismo-- no ha dejado de pensarse y de mutar, sin prisa ni pausa, desde el principio de los tiempos. Y estos cambios reales han tenido su inevitable correspondencia en la ficción. Así, Rumaan Alam en Dejar el mundo atrás aportó lo suyo (posteriormente netflixeado en película de la que ya nadie se acuerda o recuerda haber visto) a una de las arias con más variaciones en los últimos tiempos: la novelística del Gran Defecto, del colapso de internet. Entorno doméstico, como de episodio de Black Mirror cruzado con The Twilight Zone con --warning!-- socio-moraleja sobre lo súbitamente disfuncional y no descubriendo pero sí poniendo a toda máquina las hasta entonces imperfecciones del sistema. Novela de suburbio, matrimonio de luxe, hijos adolescentes y, de pronto, Big Off y pareja de afroamericanos llamando a sus puertas de inquilinos y pidiendo refugio y diciendo que ellos son los dueños de la casa. De golpe, confinados ecos de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, tóxicos prejuicios raciales, incomodidad de acomodados. Se lo merecen, piensa Rodríguez.
La otra novela es la del indiscutible profeta del Mientras: Don DeLillo y su El silencio. DeLillo no es el maestro del Juicio Final pero sí el genio de las deliberaciones previas al veredicto. Y El silencio insiste en la naturaleza de la catástrofe como disparador y punto de partida. Ahí, de pronto, avión aterrizando de emergencia en ese aeropuerto últimamente tan complicado en Newark. ¿Qué pasó? Sencillo pero muy complejo: adiós a la electricidad y hola a apagón mundial. Adiós a lo digital y bienvenidos a una nueva era unplugged. ¿Atentado global? ¿Erupciones solares? ¿"Energía oscura y ondas fantasmas"? No importa demasiado (como tampoco importa que semejante premisa haya sido abordada antes por muchos otros). Importa, sí, que todo es difuso y teorizable y contradictorio. Cuando --como postula DeLillo casi con ecos de Jerry Seinfeld-- "la vida de pronto se vuelve tan interesante que hasta nos olvidamos de sentir miedo". Y --entre el ser y el ya no ser-- el resto es, sí, silencio y lo único que se escucha es el tic-tac de ese tan mentado Doomsday Clock con cuerda suficiente para ahorcarse, pero todavía no. Eso sí: mientras tanto, aprieta cada vez más.
CUATRO Y la posición del budismo-tibetana del Mientras es aquella que adoptan las manos de la Santísima Entidad Laura Palmer al final de la primera Twin Peaks antes de ese "nos vemos dentro de veinticinco años". Posición cuyo zentido-significado es el de No Temas (o al menos eso se asegura on line, lo que no es seguro). En cualquier caso, fácil de teorizar, difícil de practicar, piensa Rodríguez que prefiere no pensarse ni pensar en el mundo a dejar atrás de aquí a un cuarto de siglo.
Más Silencio, sí.
No hay banda y en banda.
Mientras, arriba las manos que sostienen los libros que sostienen.