Si la fotografía es ese intento perdurable que aspira a la eternidad, en el capítulo de Black Mirror, Eulogy, elogio, traducido como Apología --capítulo 5 de la temporada 7--, por el contrario, nos encontramos con la posición de un sujeto, en relación con su historia y con las emociones imperfectas. Eulogy supone tanto ese tropiezo emocional, como el desasosiego y deseo a un tiempo.
La reseña del capítulo reza en su descripción general: "un hombre solitario descubre un sistema revolucionario que permite a los usuarios introducirse en fotos antiguas, pero despierta emociones intensas en el proceso".
Podríamos tomar cada una de las tachaduras de las fotos de ese amor desencontrado --lo que el protagonista hizo con las imágenes de esa mujer amada en cada toma, intentando barrarla-- como una metáfora de aquello que está en movimiento y no puede realizarse de otro modo que en movimiento. ¿Qué es lo que se mueve a partir de la aplicación por la cual se acercarían escenas de la vida conyugal, de aquella historia conyugal alrededor de ese peligro, de ese amor? ¿Se acercan miradas? No, más bien se trata de visiones que son las propias del sujeto de lo inconsciente. Una visión que es también espejismo, delirio, una otra relación con la realidad. Una visión, presencia sobre fondo de ausencia.
En el extraordinario relato On the Road --En el camino-- de Kerouac, uno de los personajes fundamentales, Dean Moriarty, el auténtico beatnik o tal vez hipster es también una persona real, Neal Cassady. En Visiones de Cody, secuela de En el Camino, Dean Moriarty se convierte en Cody. Existe como texto casi mitológico, visionario, hacedor de la historia. El sujeto del inconsciente está directamente entramado en la acción. Esto es lo que ocurre con nuestro personaje casi repulsivo y resentido del capítulo de Black Mirror, está entramado en la acción emocionalmente. La aplicación y la cosmética futurista no hacen más que redoblar aquella apuesta por la cual existe el psicoanálisis. Digo existe porque es en algún sentido exterior al sujeto y como bien señaló en algún momento Lacan, excéntrico. Lo excéntrico es el deseo.
¿Quién fotografía? ¿Quién filma? ¿Quién captura? Una imagen, podría tratarse de uno de los temas en cuestión. No puedo menos que recordar el Estado de las cosas de Wim Wenders. Aquellas escenas finales en las cuales muerto el director que porta la cámara en mano, la cámara de lado, de costado, ladeada, vencida, caída junto al protagonista, continúa filmando casi un revés de la trama de sus asesinos. Por sí misma, en un evento que transgrede toda temporalidad real. Y esa es la posición profundamente humana que se pone en juego en este capítulo en el cual hay un intento de trasponer los límites mismos de lo vivo. Y no es otra cosa que el testimonio que queda firme en aquellos recuerdos que ya en la escena dentro de la escena, el capítulo nos regala para que podamos recibirlo.
Todo Black Mirror se desenvuelve en una escena dentro de la escena, como en el teatro isabelino. Como en la vida misma, podríamos decir también, en la cual apuntalamos cada una de nuestras acciones cotidianas, una en otra. A condición de que hay allí un artefacto extraordinario, llamado lengua, de tal modo que lo inconsciente está estructurado como un lenguaje, por verbigracia de aquel que lo sostiene, un humano, un humano parlante.
Intimidad de una imagen, de una serie de imágenes, leídas, visionadas por un humano parlante. De allí, aquel concepto de Lacan, la extimidad, aquello tan próximo y sin embargo exterior. Aquello tan próximo y sin embargo tan lejano. Habla de la cercanía, en un sentido épico, que proviene del amor humano. Es esa reverberación por la cual entregamos todo lo posible de nosotros, aquel otro amor y sin embargo, por cercano, se nos escapa, se entrelaza por un instante y luego desvanece o evapora.
Extimidad es un término liado al amor, de la misma manera que este capítulo de Black Mirror podría nombrarse de este modo, extimio, impreso exterior en la imagen, la condición de aquello que aún produce, a partir de la representación fotográfica, una emoción ligada al amor.
En las capas sucesivas en que se desmembra una imagen que llega a la memoria, encontramos el mismo camino de exploración, nos adentramos en un espacio de registros emocionales y le damos vida, animación tanto dolorosa como poética. Una fotografía o una captura mental al modo fotográfico, se desenvuelve y abre como una floración, polinizada de existencia humana.
Cristian Rodríguez es psicoanalista y escritor.