Una videoinstalación experimental, un laboratorio científico, una entrevista en un living que parece existir en medio de la nada. Apenas algunas de las sugerentes escenas que los vecinos y los transeúntes ocasionales se han podido encontrar desde hace casi dos meses en la intersección de Honduras y Soler en el barrio de Palermo. La ubicación donde sucede todo esto parece un poco disparatada: apenas una pequeña vitrina en planta baja de un edificio residencial, justo de frente a un cantero donde optan por sentarse los más curiosos. Sin embargo, era una ubicación óptima para el nuevo proyecto de la actriz Inés Efrón, uno que busca instalar elementos disruptivos que rompan la monotonía de una calle común y corriente de la ciudad de Buenos Aires. El lugar de la vitrina como un territorio problemático donde pensar el espacio en las grandes urbes, la exhibición propia, la mercancía y la expresión artística es una de las ideas fuerza que atraviesa el proyecto Vidriera, este primer acercamiento de la actriz al arte performático. Un acercamiento particularmente especial para ella, ya que además es el primero donde se anima a desmarcarse de su lugar exclusivo en la actuación y tomar el mando como gestora, directora y curadora al frente de un proyecto integral. Aunque la experiencia tiene sus predecesoras y el espacio urbano en general lleva tiempo como territorio de varios experimentos artísticos y performáticos en el mundo –y un pequeño puñado de exponentes en Argentina– Inés Efrón confiesa que las principales inspiraciones de su vidriera han surgido mucho más desde la observación y la experiencia de vivir en la ciudad, y mucho menos de obras de arte performático en sí: la gente cenando en un restaurant sin darse cuenta que es observada desde la vereda, por ejemplo. O los oficinistas haciendo transacciones frente a enormes ventanales a la calle, inmersos en el trabajo, sin enterarse. Pequeñas situaciones que para algunos son cotidianas pero que vistas desde afuera, espiadas u observadas sin contexto, le parecían tremendamente teatrales y cargadas de sentido. Así nació Vidrieras, un proyecto de arte efímero que se ha desplegado durante noviembre y diciembre en la vitrina de un local vacío a la vista de cualquiera que pase por el barrio: “Una de las principales consignas del proyecto era la idea de la contemplación, de activar una mirada que no enjuicia. Yo tenía una necesidad de generar más espacios de contemplación en las ciudades, de quitarle esa utilidad obligatoria que hay siempre en toda la experiencia de lo urbano” explica Efrón, a pocos días de que el proyecto llegue a su fin, al menos en esta primera etapa, con presentaciones hasta el 31 de diciembre. Durante estos dos meses de funcionamiento, el espacio se mantuvo activo de forma continuada siendo intervenido por una selección de diferentes artistas interdisplinarios que crearon sus propias escenas teatrales, performances o experiencias interactivas: actores y actrices, músicos, artistas plásticos, performers, dieron forma a diferentes muestras de arte en vivo dentro de la vitrina durante varias horas al día. La misma Efrón se animó a hacer un campamento en tiempo real y quedarse a “vivir” en el lugar por varias horas, o reproducir su programa Los gérmenes y vos que transmite por instagram junto a algunas amigas, reversionándolo como un late night en vivo tras la vidriera. Otras obras fueron ideadas especialmente para la muestra y algunas tan espontáneas que incluso fueron anunciadas apenas a horas de su desarrollo: “Que sea una vitrina en la calle posibilita dos cosas, que el público sea mayormente accidental, espectadores que están transitando por la calle y que no necesariamente van en busca de la obra. Y que las personas vean fragmentos muy breves de lo que se presenta. Lo importante es que lo que está sucediendo modifique de alguna forma la decisión del transeúnte. Ir apurado pero quedarse 5 minutos mirando algo que no estaba en sus planes. O mirar accidentalmente una escena que no te esperabas y que te queda rondando hasta la noche”, explica Inés.

Por un lado, el proyecto Vidrieras busca transformar el espacio urbano en un lugar desprovisto de su obligación utilitaria, convirtiendo la misma calle en un lugar para lo inesperado. Y por otro, despojar a las vidrieras de su principal función como dispositivos de consumo, al exhibir un bien artístico imposible de comprar, efímero y fugaz. La meditación travesti de Nestor Kika, la exhibición de la imponente reversión del Parangolé de Dani Umpi, que ya había presentado en la Bienalsur, o el escultor Luis Terán, que se autoretrató en una figura de yeso que después colgó como un ahorcado para exorcizar un antiguo miedo de la infancia, fueron algunas de las escenas más potentes tras el cristal de diciembre. Y sin duda, uno de los números estelares y más concurridos: el insólito reconocimiento fecal de Santiago Orti donde el espacio se transformaba en un verdadero laboratorio científico de análisis y clasificación de heces. “Algo interesante del proyecto es que me he dado el lujo de invitar a amigos míos pero también de llamar a gente que admiro o que siento curiosidad por su obra. A Santiago lo llamé porque conocía su trabajo. Él hizo un consultorio donde invitaba a hacer un análisis fecal al público, imitó un baño, para mi fue muy fascinante”, se ríe Inés. Aunque la idea no sea abusar de lo escatológico, simplemente evidenciar a la vidriera como un lugar bisagra donde convive lo más íntimo y la exhibición, entendiendo que además del espectador, era necesario agregar interés a lo que sucedía con el que está adentro, con quien se expone en su posición de observado. “Creo que el dilema entre lo público y lo privado es algo muy icónico de este momento, una cosa que pertenece en gran parte a la sociedad o a la generación a la que pertenezco. Tenemos una necesidad de ser vistos casi como si fuera una reafirmación de que existimos. Para sentirnos parte. Entonces para mí, lo de la vidriera permite algo de esto, se tiene la certeza de que uno está siendo observado. Y es interesante ver qué le pasa al que observa, con esto de espiar. Pero también, qué deriva de eso para el que está adentro, como creador y como protagonista de una obra en vivo”.

Todavía quedan unos días para ver las últimas performances detrás de la vidriera, que cuentan con un calendario móvil y se van avisando principalmente por su cuenta de instagram. Para las fiestas, ya están confirmados números especiales como un pesebre humano en vivo el día 24 y un unipersonal de la misma Inés el día 31. “Para cerrar, voy a estar yo sola haciendo algo muy melancólico”, cuenta la artista. “Todavía no se bien lo qué voy a hacer pero se que tiene que ser algo donde esté sola, sintiéndome muy libre y haciendo lo que yo quiera. Estoy muy a gusto con este proyecto, por primera vez me siento más autora de lo que hago, era algo que estaba siempre esperando, desligarme del lugar de actriz donde todo gira en torno a uno, ser más anfitriona. Acá, yo invito y me divierto”. 

Vidrieras se puede ver en la vidriera de Honduras 3714. Horarios y obras se anuncian a través de Instagram en @esunavidriera