El idioma español es único por dos motivos. Además de la letra ñ, ostenta un amo y señor para la ch. Chespirito: sin querer queriendo (estreno por Max el próximo 5 de junio), profundiza en la vida y obra de Roberto Gómez Bolaños, el artista mexicano que granjeó uno de los fenómenos mediáticos más notables de Latinoamérica gracias a personajes entrañables, sus ingenios idiomáticos y sensibilidad artística. Vaya si este polirubro de la comedia (actor, autor, compositor, director) caló hondo en nuestro país. “Un guerrero sin fusil, que ganó la batalla con la inocencia y humor”, según cantara Intoxicados en “Himno a Bolaños”. La guarida emocional a la que recurría Diego Maradona cuando andaba bajoneado. El tipo que cantó unas cuantas verdades en su entrevista con La noticia rebelde allá por 1987. La biopic seriada dedicada a este gigante de la cultura popular consta de ocho episodios.
Al inicio El Chavo no está dentro de un barril, sino detrás de una puerta de un camerino con una estrella colgada. Es 1981. La troupe de la bonita vecindad que no vale ni un centavo, anda de gira con notable éxito por el continente. Su máximo responsable (Pablo Cruz de Luis Miguel: la serie) tiene sensaciones encontradas por el furor que genera su producto. Que no panda el cúnico, Chespirito: sin querer queriendo no es el retrato de un payaso triste, ni de un genio creativo maltratador e irascible. De allí en más, la entrega irá pivoteando por diversos momentos de su existencia con un tono decididamente melancólico y fantástico. “Es que no quiero estar aquí. Me encantaría que pudiésemos escaparnos. ¿Te acuerdas?”, confiesa el personaje, y mediante ese ardid se da lugar al rescate emocional.
El grueso de la entrega ocupa sus años de gloria artística y comercial entre los ‘50 y los ‘80, aunque también se le da bastante lugar a su infancia. “¿De qué color es la risa?”, le pregunta de niño a su padre, un famoso retratista y bohemio empedernido, mientras ese recuerdo se presenta en un estricto blanco y negro. Con la referencia ineludible de El gran pez (Tim Burton; 2003) y Chaplin (Richard Attenborough; 1992), la miniserie conjuga biografía e ilusión, mezclando a conciencia esos componentes como si se tratase de una lámpara de lava. El registro del joven con una madre que descreía de su talento dará lugar al romance con Graciela Fernández (Paulina Dávila), hasta la montaña rusa creativa por una agencia de publicidad, la radio y la tevé y ese ojo clínico para encontrar humor en situaciones cotidianas. “No es torpeza, es comedia en potencia”, lanzará el personaje luego de que se le caiga un café. El corazón argumental –y dramático-, sin embargo, pasa por el quiebre que supuso en su vida abandonar a su primera esposa por la actriz que encarnaba a Doña Florinda (Bárbara López). Es muy significativo que en ese trance haya tenido muchísimo que ver la recordada grabación del especial del Chavo en Acapulco.
Más allá de los modismos del género, Chespirito: sin querer queriendo le da bastante espacio a los claroscuros de su protagonista como su célebre intransigencia con la troupe, específicamente por los derechos sobre sus creaciones (llámense Doctor Chapatín, Quico o Chilindrina). Lo mejor está en esos momentos en los que se atisba el genio creativo, su mirada sobre esa Industria Televisiva incipiente que supo entender como pocos. Ahí está el momento en que inventa al Chapulín Colorado (“este tipo medio menso que se cree superhéroe”) o hecho de colocar una “torta de jamón” arriba de un libro sobre Charles Chaplin. Son esos detalles, acompañados por una luminosa puesta en escena, que elevan a la entrega como algo más que un repaso biográfico. Que la serie esté basada en sus memorias, cuente con la producción y guiones de dos de sus hijos, y el descontento de su viuda, habla bastante de su espíritu. Es cierto que se les chispoteó algo de hagiografía, pero se disfruta para comprender mejor a Gómez Bolaños…Chespirito. El “Shakespeare chiquito”, o mejor dicho, un genio con alta concentración de chiquitolina.
Programados
* Una noche te estalla una bomba, al otro día volvés al trabajo. Así se presenta Cuenta regresiva, entrega de acción que podrá verse por Prime Video desde el próximo 25 de junio. Creada por Derek Haas (One Chicago y FBI), la historia sigue a Mark Meachum (Jensen Ackles de The Boys), recién reclutado por una agencia especial para impedir “un Chernobyl en L.A.”, con una conspiración y muchísimas explosiones en el medio.
* La cuarta temporada de The Morning Show se estrenará por Apple TV+ el próximo 17 de septiembre. Protagonizada y producida por Reese Witherspoon y Jennifer Aniston, el nuevo arco trata sobre la fusión de dos gigantes mediáticos, y el impacto sobre la sala de redacción del noticiero que le da nombre a la serie. Hay comidilla mediática, deepfakes y la naturaleza esquiva de la verdad en un Estados Unidos polarizado. Eso y el pelo siempre reluciente de Reese Witherspoon y Jennifer Aniston,
* Arnie siempre está de vuelta. La segunda temporada de Fubar, protagonizada por Arnold Schwarzenegger, se podrá ver por Netflix desde el 12 de junio. ¿Su papel? Un agente de la CIA que no puede - ni quiere- jubilarse. Más energizado que nunca, Luke Brunner enfrenta nuevos desafíos, entre otros, una espía de Alemania del Este con la que tuvo un amorío. Greta Nelso (Carrie-Anne Moss) podría destruir el mundo o, como mínimo, su vida. Fumando un puro, manejando un tanque y destruyendo cosas, el último gran héroe de la comedia y acción se hará cargo del asuntoo.
El personaje
Abby Stone de Corte nocturna (Melissa Rauch). Se trata de una jueza optimista empedernida, muy íntegra e hija de otro gran magistrado del universo sitcom. Siguiendo los pasos de su padre, Abby preside el turno nocturno de un tribunal de instrucción en Manhattan, donde intenta imponer orden entre un grupo de personajes excéntricos y cínicos. ¿Y si la llaman para la causa Maradona?