En 1922 se estrenó en la sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes La revista del Cervantes, escrita y dirigida por Antonio Viérgol, autor español radicado en Buenos Aires. Hace apenas diez días, poco más de un siglo después de aquel estreno, una producción con el mismo título desembarcó en el mismo espacio. Su contenido es otro pero recupera la majestuosidad y el brillo que caracterizó al teatro de revista de la década del 20. En el origen de esta propuesta de una calidad altísima en todos sus rubros está el dramaturgo Gonzalo Demaría, actual director del Cervantes. “Nuestro teatro nacional se lo debía. Revisitar la revista, espectáculo popular que dio a nuestra escena grandes artistas pero al que se mira por encima del hombro, es rescatar nuestro patrimonio teatral. Para decirlo rápido y simple: la revista es la contribución más importante del teatro argentino a la cultura pop. Esta afirmación puede escandalizar porque lucha contra prejuicios de un siglo y medio, cuando nacía el llamado género chico”, asegura Demaría en el programa de mano.
Para este regreso convocó un equipo de lujo: el régisseur Pablo Maritano en la dirección general y puesta en escena; Alejandra Radano y Carlos Casella, dos estrellas del teatro musical; actores exquisitos como Iride Mockert, Marco Antonio Caponi y Sebastián Suñé; las cantantes Romina Groppo y Jessica Abouchain con sus voces maravillosas; la muy aceitada Compañía Nacional de Danza Contemporánea dirigida por la eximia Andrea Servera y la Orquesta del Cervantes en el foso.
La trama gira en torno a dos personajes míticos, nada menos que Tato Bores y Enrique Pinti en pleno limbo, solicitando a una bellísima ángel (Mónica Antonópulos) el ingreso al cielo. Para ello deberán convencerla de los atractivos de la revista, un género en el que descollaron como capocómicos. Así se inicia un recorrido que homenajea a la revista porteña de los años locos y que mantiene al público cautivado de principio a fin durante dos horas que pasan volando.
Los monólogos de Tato y Pinti, la danza, el transformismo, las escenas teatrales con una mirada satírica de la idiosincrasia de entonces (sobre todo de los sectores acomodados del país, expuestos en su hipocresía y superficialidad) se suceden con total fluidez. La orquesta que dirige Fernando Albinarrate toca en casi todos los cuadros: tango, jazz, swing, can can, candombe, milonga. Hay un juego constante entre pasado y presente, un ida y vuelta permanente entre los números ambientados en los años 20 y las escenas de Tato y Pinti, más cercanas en el tiempo; como también los momentos a cargo de Radano y Casella. Ellos encarnan a “las testas” de piedra del Cervantes, las máscaras de la tragedia y la comedia que decoran su arquitectura y desprecian a la revista.
Suñé como Pinti y más aún Caponi como Bores componen a los humoristas de manera impecable. El trabajo de los cuerpos, los gestos, las voces aceleradas y el manejo del ritmo los vuelven totalmente creíbles. Hasta pareciera que Tato está ahí con su peluca y su frac y la emoción es inmensa. Iride Mockert también se luce con cada personaje (La Argentina, la Cocainómana, la señora “bien”). Sus criaturas son imponentes, precisas, agudas y muy cómicas.
La Compañía Nacional de Danza Contemporánea se destaca siempre. Con lentejuelas, piedras y plumas, ellas bailan todos los estilos muy bien acompañadas por los varones y hasta protagonizan juntos una escena de fútbol en cámara lenta increíblemente lograda. El elenco es ágil, liviano y muy versátil para abordar los diferentes estilos propuestos por Servera. Un punto no menor: la mayoría de los cuadros musicales pertenecen a revistas que se hicieron en Buenos Aires en los años 20 -excepto unos pocos tomados de obras extranjeras- lo que implicó un gran trabajo de investigación y archivo además del rescate de partituras originales.
La Revista del Cervantes produce un fuerte impacto. No falta la escalera central para el despliegue del cuerpo de baile y de las vedettes, que se integra a un gran espacio escénico blanco. En varios momentos se proyectan sobre él hermosas visuales con tramas y formas que crean una atmósfera onírica. Para las escenas teatrales, el escenario gira y ese gran espacio muta en muchos otros, algunos más íntimos y pequeños, otros en altura, generando un efecto de multiplicidad y cajas chinas. La responsable del diseño escenográfico es Andrea Mercado. Su labor se potencia con el vestuario de María Emilia Tambutti que recupera el glamour del art déco con su buen gusto, sus telas nobles, el preciosismo de los detalles, y también los trajes brillantes y osados para el cuerpo de baile.
La propuesta genera una verdadera conmoción: el despliegue visual con todo su esplendor, el efecto embriagador del baile y de la música que hace que los cuerpos se muevan en las butacas, la emoción de reencontrarse con Tato y Pinti, humor y sátira política a granel, la genialidad de los intérpretes…Escrita por Alfredo Allende, Sebastián Borensztein, Juan Francisco Dasso, Marcela Guerty y Juanse Rausch, La Revista del Cervantes deja bien en claro que este género popular es capaz de alejarse de la vulgaridad y frivolidad a las que estuvo asociado. Más bien lo contrario. Una creación que por su contenido respira argentinidad y que pone de manifiesto la excelencia de nuestros artistas.
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Autores: Alfredo Allende, Sebastián Borensztein, Juan Francisco Dasso, Marcela Guerty y Juanse Rausch.
Dirección: Pablo Maritano.
Intérpretes: Alejandra Radano, Carlos Casella, Marco Antonio Caponi, Sebastián Suñé, Mónica Antonópulos, Javier Marra, Fabián Minelli, Iride Mockert, Fran Andrade, Jerónimo Giocondo Bosia, Romina Groppo, Jessica Abouchain, María Rojí.
Con la participación de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea y de la Orquesta del Cervantes dirigida por Fernando Albinarrate.
Funciones: de jueves a domingos a las 20 h en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815).