A la salida de la función de La revista del Cervantes se escuchan comentarios celebratorios sobre la puesta. Varios aluden a la lograda caracterización de Tato Bores y Enrique Pinti, los legendarios capocómicos que se ganaron el cariño del público a fuerza de talento, humor, inteligencia narrativa y una mirada muy personal que los habilitaba a dar su opinión sobre casi cualquier cosa, a ser los cronistas de una época y a tener una postura crítica respecto de los poderes de turno. Quienes los encarnan en esta obra escrita a cinco plumas –Alfredo Allende, Sebastián Borenstein, Juan Francisco Dasso, Marcela Guerty, Juanse Rausch– dirigida por Pablo Maritano son Marco Antonio Caponi (Bores) y Sebastián Suñé (Pinti).
La única aproximación que tenían al género era la versión contemporánea de la revista que poco tiene que ver con la que homenajea esta pieza: Suñé recuerda haber visto en Mar del Plata una de Cherutti y Artaza en la que Ingrid Grudke era la vedette y Valeria Lynch el número de atracción; Caponi menciona las marquesinas de calle Corrientes. Los dos hablan de un descubrimiento a partir del libro de Gonzalo Demaría, La revista porteña. Teatro efímero entre dos revoluciones (1890-1930), que sirvió como marco. "Demaría ha estudiado mucho la revista y sabe por dónde fue; Maritano la abarca desde la ópera", dice Caponi, y Suñé agrega: "Por ese libro nos enteramos de la importancia que tenía el género: en algún momento se elegía entre ir a ver algo al Colón o a la revista, tenían el mismo nivel de producción y despliegue".
Más allá de los prejuicios, hay un lazo innegable entre este género y el público, algo que está en el ADN argentino. La narración oficial de la obra está a cargo de la Tragedia (Alejandra Radano) y la Comedia (Carlos Casella), las dos caras ilustres del teatro que se resisten a permitir el ingreso de un género popular en la mítica sala María Guerrero. Pero allí aparecen Tato y Pinti, los narradores irreverentes que están en el Limbo e intentarán acceder al Cielo de la mano de la Recepcionista-Ángel (Mónica Antonópulos), quien desconoce la revista pero se muestra interesada en el rol de la vedette. "Es maravilloso ver cómo al espectador le resuena algo tan nuestro. A lo mejor no somos conscientes de que la revista está tan adentro de nuestro sonido criollo popular. Es muy lindo ver a la gente en ese estado de fascinación hacia un género que descontractura, es festivo y no carece de talento porque esté seccionado en números", dice Caponi, y asegura que le gusta pensar el espectáculo como "una gran pieza de teatro que evoca aquella revista".
Traer a escena a Pinti y a Tato no parece tarea sencilla. Suñé recuerda que el vicedirector del TNC, Cristian Scotton, lo llamó y le preguntó: "¿Cuánto medís?". Tenía que ser más alto que Caponi. El actor, quien participó hace poco en Matar a un elefante, pieza de Franco Verdoia montada en la sala Luisa Vehil, recuerda que la propuesta le llegó "en un momento personal bastante complejo" y afirma: "Fue un regalo del cielo. ‘¿Querés hacer Pinti?’, me preguntaron. Obviamente dije que sí y después me agarraron unos nervios... Pero cuando uno dice que sí es porque cree que algo puede hacer". Caponi recuerda que la propuesta le llegó a través de Gonzalo Demaría (actual director del TNC), con quien viene trabajando desde hace varios años. "Él me contó el proyecto, lo mencionó a Tato y fue una ficha que me cayó en el momento. ‘Necesito hacer esto’, pensé. Yo me manejo mucho por la intuición. Me parece que es el gen que me motoriza como intérprete: tener fe de que hay algo que me atrapa y me dice que tengo que hacerlo. ¿De dónde viene esa energía? No lo sé, pero es muy fuerte".
Sobre el proceso de investigación y construcción de los personajes, destacan el minucioso trabajo para desaparecer. "En un ensayo decíamos que si esto salía mal nos podían llegar a matar –recuerda Suñé entre risas–. Nos dábamos mucha confianza para salir a jugar y nos dimos cuenta de que podíamos estar nerviosos porque la sala es gigante y te intimida, pero no podíamos estar tensos. Tato y Pinti tenían esa cosa de grandes bufones, salían al escenario y estaban cómodos encarnando esos personajes para poder decir lo que decían. Estar cómodos no significa hacerlo de taquito. Desde lo técnico es un gran desafío porque tenemos que hacer un trabajo con la voz, ubicarla en un lugar específico. Pero por delante debe estar el disfrute. Siento que nosotros recibimos un amor transferencial: nos quieren porque los querían a ellos".
A Caponi ya le había tocado encarnar un personaje icónico en la María Guerrero: nada menos que a Eva Perón en la versión de Copi dirigida por Marcial Di Fonzo Bo. El actor destaca: "A mí me gusta que sea una dupla, que tengamos que defender este trabajo de a dos. Acá es clave poder pivotear entre el diálogo de la obra y el diálogo con el espectador. Esa licencia descontractura y para mí ha sido una especie de maestría porque no sé hacer eso. Admiro mucho a la gente que se para arriba del escenario y habla con el público. Acá nosotros le tenemos que hacer creer a la platea que estamos dialogando con ellos. Es Pinti y es Tato pero también son dos capocómicos. Lo interesante acá es que existe una referencia clara y eso presenta una complejidad, por lo tanto, o llegábamos a las notas o quedábamos a mitad de camino. El teatro tiene eso: uno entiende que a lo largo del proceso es posible llegar a una construcción. Lo más lindo es que ese trabajo puede ir creciendo en las funciones, el juego con el público es hermoso y fundamental".
–Hay una dinámica de dupla y monólogos individuales: Tato protagoniza el legendario sketch con los teléfonos y Pinti se monta a una bici para lanzar su catarata verborrágica. Hay un repaso vertiginoso por la historia argentina y un recorrido geográfico por la ciudad. ¿Cómo fue la preparación de esos segmentos?
Sebastián Suñé: –Preparar eso fue hermoso. Los monólogos se fueron reescribiendo muchas veces y fue lo último que nos llegó. Hubo varias versiones, se iban cambiando cosas de la obra y de repente había que ajustar esos textos. Hubo un gran trabajo de reescritura y eso nos permitía poder opinar; estuvo bueno porque finalmente éramos nosotros los que íbamos a tener que pararnos sobre el escenario a decir eso. Es muy mágico, cada noche emerge el amor de un público que extraña eso y lo necesita. Creo que hay una platea ansiosa de poder recuperar esta mirada mordaz sobre lo que está pasando, una mirada irónica cargada de sentido, de política. Tato y Enrique son como unos bufones con la potestad de decirle al rey: "Estás gobernando como el orto". Cuando decimos ciertas partes, la gente explota.
Marco Antonio Caponi: –Estos tipos te invitaban a pensar, no subestimaban al espectador. Lo maravilloso es que existen muchísimas capas de profundidad en lo que hacen con el cuerpo, su voz y sus gestos para que la gente acompañe eso que parece inasible por la velocidad y el ritmo del discurso. El público quedaba en estado de shock y reflexión, había un chiste por arriba pero por debajo había otras capas. En esa época no podías rebobinar y pausar en YouTube. Pasaba y chau, era fugaz. Los personajes no se construyen sólo por mímesis, hay algo que tiene que venir escrito. En el caso de Tato, lo difícil era encontrar el yeite para entender cómo arrancaba una idea y la entrelazaba con otras, nunca sabés por dónde va y el remate muchas veces funciona más por ausencia o por silencio. Es interesante pensar qué querría decir él en este momento o qué le gustaría escuchar a la gente de su boca. Además, eran maestros a la hora de esquivar la censura. Decían un montón de cosas y era imposible agarrarlo. Sarcasmo, ironía, verdad cruda, juego, chiste. Eran mentes brillantes.
La revista funciona como rescate del humor político ejercido por esas mentes agudas y esas lenguas mordaces. Suñé los define como "inteligentes y pícaros porque no estaban haciendo una bajada de línea" y valora "la mirada crítica que tenía Pinti sobre quién oprime a quién". Caponi destaca la capacidad para elaborar sus discursos desde el punto de vista del ciudadano común y corriente: "Podían abstraerse de sus realidades. Eran verborrágicos y no podían hacer silencio. Hoy lamentablemente es muy fácil silenciar las voces. A ellos no los podrían silenciar. '¿Dice que se viralizaron mis videos por lo actuales?', pregunta Tato. Y es así: va a ser vigente siempre porque en el 68 ya hablaba de los problemas que tenemos hoy".
En relación a la coyuntura, los actores coinciden en valorar el arte teatral como algo que es fugaz pero, paradójicamente, perdura en el tiempo. "Uno de los problemas actuales es que todos los contenidos son descartables, incluso los buenos, porque el sistema en sí mismo es descartable. Las cosas duran una semana, los picos son altísimos pero bajan muy rápido. Estar haciendo teatro es lindísimo porque puede estar vigente mucho tiempo: se trata de un hecho vivo, la gente viene a la sala y eso se renueva". Suñé agrega que "el elenco es increíble: los bailarines, los músicos, los técnicos; hay una comunión y estos números fueron escritos por autores argentinos que hablan sobre nuestra propia historia". Ambos señalan que a veces lo popular no está asociado a la calidad sino a la masividad, pero haber elegido este género permite pensar "lo popular ligado a la máxima producción y a la excelencia artística".
*La revista del Cervantes puede verse de jueves a domingos a las 20 en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Entradas por Alternativa Teatral.