En Rosario, cada 20 de junio carga con una densidad simbólica que excede los calendarios. La ciudad, cuna de la enseña patria, se convierte ese día en epicentro de actos oficiales, promesas escolares y discursos patrióticos. Este año, el acto central en el Monumento Nacional a la Bandera se realizó, como marca la tradición, con presencia de autoridades locales y provinciales. Pero la ausencia del presidente de la Nación volvió a ser notoria (ver aparte). En ese vacío de poder simbólico a escala nacional, Roberto Sukerman decidió intervenir con un gesto propio: un almuerzo popular en las instalaciones del club Central Córdoba, pensado como acto alternativo y con una impronta claramente peronista.

A la hora señalada, el cronista de Rosario/12 llega a San Martín al 3200. Entre tablones largos, banderas argentinas, comida humeante, centenares de rosarinos se congregaron en un espacio con ecos futboleros y corazón barrial. El candidato a concejal por el frente PAIS (Política Abierta para la Integridad Social) encabezó la jornada acompañado por la concejala Fernanda Gigliani además de María Eugenia Guzmán y Luciano D’Angelo, quienes lo secundan en la lista, sumando un abanico diverso de referentes territoriales, vecinales y militantes del peronismo local.

"Si el Estado nacional no está presente, si la Nación se corre, entonces somos nosotros quienes tenemos que celebrar el Día de la Bandera con la gente", planteó Sukerman desde el escenario, a metros de la parrilla apagada. La frase, que parecía un comentario suelto, condensó el espíritu del encuentro: una intervención política y cultural frente a lo que considera una sistemática desvalorización del federalismo y la identidad rosarina.

En los últimos años, la ausencia presidencial en los actos del 20 de junio se volvió costumbre. “No es un detalle menor”, apuntó el candidato. “Es una señal de desprecio hacia Rosario, hacia la historia de Belgrano, hacia el interior profundo”. Sin nombrarlo, pero apuntando al núcleo duro de la gestión libertaria, Sukerman identificó ese gesto como parte de una lógica “porteñocéntrica” que desde la Casa Rosada “rompe todo” mientras, según sus palabras, el gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin “miran para otro lado”.

“No decimos que sean lo mismo, pero sí que no hacen nada para defender a Rosario ni a Santa Fe”, afirmó. Y ahí empezaron los ejemplos: la parálisis de la obra pública nacional, la deuda provincial en dólares para sostener infraestructura, el recorte a los subsidios del transporte urbano. “Los rosarinos estamos pagando dos veces”, sostuvo. “Primero con lo que aportamos a Nación y que no vuelve, y después con deuda provincial. Es injusto y es ineficiente”.

En la misma línea, denunció que mientras el AMBA sigue recibiendo subsidios, el transporte público en Rosario se desfinancia. “Fui a la Justicia a reclamarlo. Presenté un amparo colectivo. Mientras otros se quejan, yo acciono”, lanzó, cosechando aplausos. Con tono calmo pero firme, fue pintando un mapa de lo que, según él, es el vaciamiento de la ciudad por parte de los tres niveles de gobierno.

Pero la crítica no se detuvo ahí. El tema de la seguridad también encontró espacio en su exposición. “No estamos en contra de que se combata el delito. Pero una cosa es seguridad democrática y otra es dar carta blanca a una policía que maltrata a los pibes en los barrios”, advirtió. Describió operativos que, a su juicio, no buscan prevenir delitos sino “humillar, someter y vejar”. Habló de violencia institucional, de derechos vulnerados, y del silencio cómplice de quienes, según él, deberían poner límites.

El tono del discurso fue virando hacia una defensa explícita del peronismo como identidad y como herramienta de gobierno. “Hace falta peronismo”, insistió, repitiendo el eslogan de su campaña. “No falta un intendente, como dice (Juan) Monteverde. Lo que falta es peronismo. Porque esta ciudad, gobernada siempre por gestiones ajenas al peronismo, hoy está quebrada, desigual, fragmentada”.

Las alusiones a Monteverde, sin mencionarlo directamente, fueron constantes. Sukerman le cuestiona haber evitado posicionamientos firmes durante momentos clave. En especial, el fallo judicial contra Cristina Fernández de Kirchner. “Cuando se condena y se proscribe a una expresidenta, un peronista no puede mirar para otro lado. No se puede especular”, dijo. “Uno puede tener diferencias con Cristina, pero si uno es peronista, la banca. Así lo hicieron dirigentes que incluso estaban distanciados de ella”.

El almuerzo se fue transformando, casi sin querer, en una asamblea militante. Una mateada con aroma a olla popular y tono de trinchera electoral. Sukerman apeló a la historia del peronismo para dar sentido al presente: mencionó el bombardeo a Plaza de Mayo, los fusilamientos de José León Suárez, los 18 años de proscripción, la vuelta de Perón el 20 de junio de 1973: “En junio, la memoria nos llama. Y no podemos responder con cobardía ni cálculo”.

En los tablones se compartían platos de guiso y palabras de apoyo. Se conversaba sobre las elecciones del 29 de junio, sobre la situación económica, sobre la inseguridad en los barrios. “La gente necesita trabajo, producción, una ciudad con horizonte”, dijo el candidato. Y sumó: “Rosario no tiene plan productivo. No hay parques industriales, ni zonas logísticas, ni una política de innovación. El puerto es un gigante dormido. Podríamos tener software, videojuegos, biotecnología. Pero no se estimula nada”.

Hacia el final de su intervención, el exministro de Trabajo puso como ejemplo el caso de Villa Banana, urbanizada con fondos nacionales durante la gestión de Alberto Fernández. “Eso es hacer peronismo. Es pasar del abandono al reconocimiento. Es llevar el Estado donde no había nada. Y eso queremos replicar en toda la ciudad”, prometió.

El almuerzo terminó con abrazos, selfies y una arenga final: “Rosario puede salir adelante, pero no con indiferencia ni con cosmética. Hace falta peronismo. Con decisión, con trabajo, con memoria”. 

En la vereda, algunos se quedaban conversando bajo la bandera argentina que colgaba del portón del club. Adentro, los últimos platos eran lavados por voluntarios.

En una ciudad sin presidente en su principal acto patrio, pero con cientos de vecinos reunidos en un club de barrio, quedó flotando una pregunta: ¿puede la política recuperar su vínculo con la comunidad a partir de un guiso y una convicción? Para Sukerman, la respuesta es sí. Y en ese sí se juega también su intento de volver al Concejo, esta vez liderando la lista que lleva el rostro de Belgrano y la palabra "peronismo" escrita en voz alta.