Tenemos el horizonte, una línea y un lugar. Bartolomé Ferrando, en su libro empuja a situarse En la línea del horizonte. ¿Qué supone esto? En primer lugar, estar en el borde del lenguaje, ir más allá del sentido y dejarse llevar por una línea. En este caso, para mí, no es una línea recta, es más bien sinuosa, en espiral, ondulada, estriada, marcada por un ritmo que no acaba de ser discurso. Este lugar de límite, con respecto al discurso, permite al poeta sugerir nuevas imágenes en aspectos comunes, abrir posibilidades en palabras habituales y generar equívocos en el entendimiento: es decir, quedarse ante el propio horizonte.

Es en este punto donde cabe parar un instante. Que sea el propio horizonte implica varias cosas: por un lado, que cuando uno está cerca de su horizonte se asoma a un abismo y, por otro lado, que se encuentra ante su entendimiento en una extensión más allá de la racionalidad, del sentido habitual que da uno mismo.

Encontrarse en un sentido distinto implica una apuesta: dejar aparecer una subjetividad nueva, dejar espacio para que se pueda articular nuevas asociaciones, dejar caer, al fin y al cabo, de sí mismo un pequeño pedazo y no pretender comprenderlo todo. Que aquello que está en fuga permanezca en fuga y sólo pueda vislumbrarse en los destellos que brotan del horizonte y la línea.

El horizonte y la línea lleva, si nos dejamos llevar por los versos de Bartolomé, a la escritura de una letra-otra, a encontrar los tamices de voz desconocidos por uno mismo, por el decir rebelde entre los lapsus y los forzamientos de significantes; a fin de cuentas, a dibujar de otro modo para no caer en la tendencia de lo absoluto, para así prestar atención a los matices y detalles del instante. Es una invitación a la pausa, a la distancia, al espacio en blanco, a los silencios oportunos y a dar un nuevo valor a las palabras.

En estos versos podemos trazar ciertas relaciones con las próximas Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) tituladas El acto a-tiempo. El tiempo como acto y el acto como tiempo es tratado por el autor a lo largo del poemario, desde diferentes perspectivas y lecturas. 

La fragmentación del tiempo, a modo de suspensión del instante, aparece a modo de repetición. Es una repetición que incide tanto en la palabra, en la hoja, como en el lector: /un vacío que se mantiene en vilo// mientras apoya sus brazos/en dos rocas/// para no desplomarse.

Con estos versos, uno puede rememorar la experiencia de final de sesión o el silencio prolongado tras un decir que surge sorprendiendo al analizante. Un silencio tenso que se sostiene por la presencia-ausencia del acto del analista; la espera de no dar respuesta a un decir que ha resbalado al sin-sentido. 

Es esta tensión en el vacío, apoyado en sus dos brazos (el significante y significado) en dos rocas (el analista y el analizante) lo que permite poner en juego la línea del horizonte: la propia subjetividad y su época.

A lo largo del poemario de Bartolomé Ferrando encontramos cortes, o espaciamientos entre un poema y otro, que están acompañados por una imagen que muestra, más que interpreta, un poema. 

Además, esta imagen se ve acompañada por una improvisación sonora acorde con el acto conocido por Bartolomé, donde la modulación de la voz, los quiebros, las vocales que se vuelven consonantes y viceversa, enraízan una nueva palabra con otra vida.

Estas palabras sueltas, en nidos de frase, conviviendo en un mismo lugar con conceptos, pensamientos, evocaciones y sonidos, son las que se han descolgado y/o están por engarzar, porque acaban de brotar, en la cadena significante (si se me permite la expresión). Son aquellos significantes naufragados que encuentran un litoral entre el sentido y el cuerpo de la palabra, y que forman un nuevo resonar en el cuerpo. Pero para que tome cuerpo es necesario que algo los haga resurgir, que las incube, que las alimente.

Y es justo en la espiga que se dobla, por donde un poco de viento desciende, donde el aire puede curvarse haciendo el trazo de una nueva expresión; lo que alimenta, incuba y hace resurgir.

Es, a fin de cuentas, desde donde puede permitirse la pausa y salir del imperativo actual de la inmediatez: en la línea del horizonte.

*Socio de la Comunidad Valenciana de la ELP. Intervención recortada en “Encuentros con otros decires” en la Sede de Valencia de la ELP, el 9/05/25. Publicado en Blog de la ELP.