Existe un arrojo, una actitud intrépida cuando Valeria Lois sale a escena que ya es una marca de estilo. Hay en ese modo de construir una teatralidad visceral, donde el drama es habitado por una fuerza que lo destroza para llevarlo a la risa, una forma de apropiarse de los textos y de convertirse en autora a partir de la actuación.
Por estos días Valeria se ve implicada en proyectos ligados a producciones independientes. Como actriz está a punto de reestrenar Precoz, la adaptación de la novela de Ariana Harwicz realizada por Juan Ignacio Fernández que dirige Lorena Vega. Allí es una mujer arrasada por una pasión que la toma por completo mientras el mundo social que comparte con su hijo adolescente se convierte en un código difuso, cruel desde la materialidad pero lejano en la posibilidad de encontrar estrategias prácticas. Su personaje tiene la velocidad dolorosa de quien padece una inquietud y la desmesura arrogante de quien es capaz de perderlo todo.
Su actividad teatral se completa con las funciones de La vida extraordinaria de Mariano Tenconi Blanco, estrenada en el año 2018 donde luce esa gracia que convierte todo drama en una expresión más compleja porque en su arte está la contradicción, el comentario, el guiño que piensa la escena. Y continúa con La mujer Puerca de Santiago Loza dirigida por Lisandro Rodríguez que lleva trece años en cartel donde la santidad anhelada encuentra su ofrenda en el cuerpo que entrega sin placer alguno, como sucedía con el personaje de Bess en Contra viento y marea de Lars Von Trier.
Además demostró que es una directora que sabe transmitir esa distancia narrativa que identifica en su desempeño como actriz. En la tarea que comparte con Juanse Rausch en Viento blanco, el personaje interpretado por Mariano Saborido no queda entrampado en la emocionalidad que una lectura literal del texto de Santiago Loza podría inspirar sino que el acierto de la dirección es entender que el desarrollo actoral se convierte en el vehículo de la historia: “Son proyectos en los que yo activo, los promociono, los subo a las redes, quiero que la gente vaya.”
Explica Valeria “Hay algo de la responsabilidad o la entrega desde un lugar muy profundo, honesto porque me interesa estar bien en estos lugares, porque son espacios independientes donde una decide cómo hacerlo, cuándo hacerlo, en qué horario, qué teatro, en qué cantidad de funciones, entonces la creatividad es tanto para actuar como para que esos proyectos existan. Son las pymes, yo misma me siento una pyme.” La pregunta sobre los modos de sostener la creatividad, de mantener una exigencia y una búsqueda a lo largo de una carrera tan poblada de trabajos es para Valeria Lois algo del orden de lo instrumental, del armado profesional de su tarea: “Estar activa pensando qué hacer en la próxima función. Ocuparme de estar bien de la voz, del cuerpo, de las rodillas, bien descansada, son mis elementos. Todos estos proyectos me ponen muy contenta, aunque contenta es una palabra chiquita, me completan y me confirman en la actriz que soy. Es una época brava para el trabajo, para la cultura pero puedo decir que me siento afortunada de tener todo esto que me mantiene viva y activa. Si estuviera haciendo un laburo que me da una tranquilidad económica pero que no me da esta luz que me dan estos proyectos, tendría otros problemas pero sería más bravo afrontar esta crisis”
¿El teatro permite apropiarse más del proyecto que las experiencias en el mundo audiovisual?
--Una elige los cómplices y socios en el teatro que suelen ser personas con las que pensamos parecido. Estoy pensando en los cuatro proyectos que estoy haciendo y no estamos hablando de personajes o realidades normales sino de alguien a quien el drama lo atraviesa de un modo que la descoloca, que le saca el piso, le corre la base. Y eso sucede por estar asociada o en complicidad con otros que viven la vida de esa manera intensamente. Lo que escribió Santiago Loza, lo que escribió Ariana Harwicz y adaptó Juan Ignacio Fernández, lo que escribió Mariano Tenconi Blanco son personajes corridos y ese es un lugar que me da mucho gusto. En la mirada de Lisandro Rodríguez como director, en la mirada de Lorena Vega cuando nos marca algo a Tomás Wicz y a mí en Precoz siempre hay un quiebre. Parece que todo va a ir para un lado pero en un momento se desvía y se va para otro. Para mi esa es la lógica de actuación, lo que me gusta ver es que a lo poético lo atraviese algo horripilante o algo muy patético o triste o muy gracioso y ridículo. Todavía tengo como desafío sentarme en algún teatro a tomar el té mirando de perfil a otro personaje porque siempre es todo de frente, todo proyectado. Me gusta eso, ahí es donde veo la actuación. No quiero ni encasillarme ni llevar todo hacia la locura pero hay algo de la intensidad o de lo que está vivo adentro esperando por salir y en algún momento sale y si no sale se lo ve luchando por quedarse, que para mí es actuación.
Años de formación
Valeria Lois se formó con Pompeyo Audivert y de esa práctica donde la actuación siempre es un riesgo, una acción desafiante que no queda en el plano de la identificación, de la mímesis sino que se define en su manera de ampliar los sentidos, de construir una dimensión poética que vuelva la experiencia teatral inenarrable, solo posible en la realización, habita en cualquier trabajo que Valeria realiza. Puede tratarse de una producción de Polka para la televisión o para el cine, de una serie para las plataformas destreaming, del teatro comercial o del territorio de lo alternativo, ella inunda ese espacio con una actuación arrebatada, decidida y siempre desmesurada aunque el espacio audiovisual le exija adaptarla dentro de códigos más acotados y transformarla en una fuerza, en un impulso pregnante, como si algo sucediera más allá de los diálogos y las miradas: “Yo me acuerdo cuando se me prendió la llama de la actuación, fue a partir de una chica a la que apenas conocía que me contó que iba a estudiar teatro. ¿Y qué hacen?, le pregunté y ella me contestó: Estamos con los textos en la mano, leemos y caminamos por el escenario. Éramos muy chicas, teníamos once, doce años y dije: Quiero hacer eso y después nunca lo hice, nunca estuve con el texto en la mano caminando.” Y junto con las risas aparece ese lugar reflexivo que en la actuación de Valeria se puede apreciar en la distancia entre la cualidad de la actuación y la construcción de sus personajes. “Yo donde pienso y creo es en el ensayo y, te diría, en las funciones. El último fin de semana de Esperando la carroza, Paola Barrientos y yo hablamos de cómo hacer una parte de la obra. El último fin de semana de una obra comercial que se hacía cinco veces por semana. Es decir, no hubo ninguna función en la que nosotras no estuviéramos probando algo. Lo mismo pasa con La mujer puerca que este año cumple13 años, lo mismo pasa con Precoz que antes de cada función Lorena Vega, con su agenda loca, viene y dice: Pasemos una partecita antes de que entre el público.”
En Esperando la carroza Valeria Lois interpretaba el personaje de Nora que en la película estaba a cargo de Betiana Bloom. Su actuación en la obra de teatro escrita por Jacobo Langsner y dirigida por Ciro Zorzoli era una especie de segunda voz del personaje de Elvira, a cargo de Paola Barrientos “Ese texto es explosión en la boca ¿viste los caramelos que te explotaban en la boca? La cosa más divertida del mundo para decir y oír porque para mí, oír a Paola era no poder creer lo que estaba sucediendo. En la película aparecen escenas fuera de la casa, en cambio la obra de teatro se centra en la convivencia de estos dos seres que nunca estuvieron juntas tantas horas. Nora está totalmente sometida a pasar una tarde con su cuñada y eso me encanta y me parece fascinante y en un momento no puede más.”
¿Cómo hicieron para trabajar sobre actuaciones que ya están en el imaginario del público? Te lo pregunto porque la comparación era inevitable ¿Jugaron con la referencia y la transformación de esa actuación?
--Yo tengo mucha admiración por el trabajo que hace Betiana Bloom pero cuando empezamos a ensayar Ciro dijo: no se ve la película, no es por imitación no trabajamos sobre la película sino con el texto. Hay algo en esos textos que no hay otra manera de decirlos. Yo te diría que no sé quién es Elvira, quién es China Zorrilla y quién es Paola Barrientos, las tres personas son la misma, hay una transmisión. Ahí sentí muy claramente eso de ser el complemento de otra pero algo similar me pasa en mi relación con Lorena Vega en La vida extraordinaria, algo de estar con otra y armar un dúo y me pasa mucho en Precoz que también son muchos parlamentos y descripciones dichos a público que, en general, se nutren de lo que pasa entre Tomás Wicz y yo, de los pequeños momentos de complicidad entre madre ehijo, como si te dijera que ahí está el combustible de lo que después cada uno sale a hacer solo.
Lorena Vega me decía que Precoz le parecía la obra más difícil porque tiene un nivel de precisión que si no se toca esa nota, hay algo de la ingeniería que no lo resiste. Ustedes entran a escena y nunca se van y hay algo que crece y nunca se detiene...
--Todas las obras son intensas pero una siempre tiene un lugar donde cambia el aire, como dicen los jugadores de fútbol. Acá es como si tuviera que entrar estallada pero no tanto porque eso va a ir creciendo a medida que pase la obra y el relato. Yo siento que, insisto, La mujer puerca y La vida extraordinaria no son obras livianas, pero en esta es como si me siguiera una locomotora, como si sintiera que algo me está empujando y lo que siento es que en Precoz la gente nos tiene que querer, temer, se tiene que angustiar y se tiene que reír, tienen que pasar todas esas cosas en un relato muy complejo pero que a la vez es como si uno dijera que esta historia nos tiene que provocar todo esto. La gente no se puede ir diciendo solamente: Qué dura la vida de esta madre, la marginalidad, que genial cómo están estos dos juntos, que tremendo sufrir así por amor, lo que somos capaces de hacer las mujeres cuando nos enamoramos. Lo que pretendemos es que a la gente se le arme un abanico porque ellos también se ríen de sí mismos y de su realidad.
Una actriz de estilo
En el texto original de Precoz el estilo tiene un protagonismo determinante. La escritura de Ariana Harwicz se sostiene en esa voz que se alimenta de su propio pensamiento. Esto se traduce en la adaptación de Juan Ignacio Fernández y en la puesta de Lorena Vega en un continuum que se desarrolla y resuelve en los cuerpos de los intérpretes, con muy pocos elementos escenográficos. La transformación de un texto literario a una forma dramática está estructurada a partir de un relato cercano al monólogo, un registro que Valeria aborda también en La mujer puerca y en varios pasajes de La vidaextraordinaria.
¿Cómo trabajas la construcción de imágenes en un monólogo, especialmente en los textos que venís interpretando que tienen bastante complejidad? Me interesa pensar en la construcción de la acción en materiales que pueden llevar a enamorarse demasiado de las palabras.
--No sé cómo hago para hacer un monólogo, lo que sé es que las cosas están más cerca de lo que una piensa o cree. No es fundar grandes realidades, es buscar en lo más próximo y ser honesta. Después podés adelgazar y aprender esgrima pero hay algo que tiene que estar nutrido de imágenes y ganas de hacer y probar pero no hay que irse muy lejos a buscar. Justo empezamos a ensayar con Mariano Tenconi Blanco su nueva obra, Madre ficción y en ese texto el que tiene un montón de monólogos es Diego Velázquez y puedo ver ese proceso más de afuera. En el proceso de La vida extraordinaria o La mujer puerca hay algo de estar activa físicamente y de ir encontrando el lugar donde una dice. Acá necesito cambiar algo. Hay que tener muchísima paciencia, me sale pensar en alguien que aprende una partitura y la toca hasta que llega un momento que la puede tocar del derecho y del revés, que ya está internalizada de una manera que puede decidir qué hacer con eso. Estás haciendo siempre lo mismo y un día te va a venir la idea o el impulso para hacer otra cosa. Primero es preparar el terreno para que los impulsos empiecen a llegar. El primer día que me tiré por la rampa en La vida extraordinaria fue cuando vino Mauricio Kartún a ver un ensayo, muy cerca del estreno y yo dije: Me tengo que tirar por esta rampa porque está el maestro. Es un buen ejemplo para decir qué es lo que pasa en la cabeza después que una pasó hasta el hartazgo, el director pidiéndote cosas y en un momento empiezan a llegar las formas. Yo ya no sé por qué un día me prendí el cigarrillo en La puerca, supongo que porque estábamos pasando texto y me dieron ganas de fumar y dijimos: pongámoslo en el monólogo. Es un momento donde ella cuenta una anécdota en otro espacio y la gente siente que pasó algo porque ese personaje que está todo el tiempo sentado diciendo el monólogo para adelante, de repente se prende un cigarrillo y hace otra acción. Es la única acción de La puerca, después adentro tiene miles de otros movimientos que fuimos poniendo prueba y error, que fueron muy orgánicos pero quiero ser honesta para decirte que nada está ni cerca de ser algo súper técnico y pensado y, es más, está buenísimo que lo que me conmueve hoy, mañana lo tengo que cambiar porque ya no es lo mismo. En todos los casos hay un director abierto a que vayas haciendo lo que te parece, ese es Mariano Tenconi Blanco, ese es Lisandro Rodríguez, esa es Lorena Vega y marcando cosas, identificando desde afuera qué es lo que está bueno y qué no pero tiene más que ver con un arrojo y unas ganas de probar que otra cosa.
Es interesante pensar la relación con el tiempo en el teatro, tanto en esa construcción de las condiciones durante los ensayos como en los años de funciones...
--La sensación de que la gente que vio La puerca cuando se estrenó la ve ahora y no lo puede creer pero no porque esté mejor sino porque es distinta y no te puedo decir cuál es la diferencia. Podría decirte que en aquel momento, hace trece años, daba más explicaciones, era más literal con mi actuación y que ahora se diluyó un poco más. Eso tiene que ver con la actriz que pude formar. También me pasa con Viento blanco que con Mariano Saborido decimos que la gente que la vio en el estreno venga ahora. No la vi durante un tiempo porque estaba con La carroza y la veo ahora y digo: es un montón lo que ha madurado, la autonomía y las cosas que Mariano se fue apropiando y me emocionan, me alimentan para pensar otras cosas para hacer.
Creo que el rol de la dirección está sufriendo una mutación. Ya no es el director o la directora el que funda el hecho creativo sino que genera las condiciones para que la creatividad suceda y se manifiesteen los diferentes integrantes del grupo...
--Me parece que es un poco engañoso eso que a veces se escucha: el director no me dice nada. Bueno esperá, seguramente tiene algo para decirte si ve que hay algo para decir. A veces cuando no te dice nada, la culpa no es necesariamente del director porque a veces no se sabe qué decir, cómo abordar, cómo se cocina eso. Creo que una serie de actrices y actores estamos más dedicados a hacer algo más complementario y comunitario. Se arma una ensalada de todos nosotros poniendo las manos en lo que estamos creando. Esa es la sensación que tengo y por suerte, es la realidad en la que me muevo. Nadie está esperando que llegue el director, más allá que es necesario que te miren de afuera. Es muy distinto para nosotras con Lorena, aún hoy, si Mariano Tenconi está viendo la función o si no está. No porque nos de miedo sino porque están los ojos del director y sé que a Mariano Saborido le pasa lo mismo cuando estamos Juanse Rauch y yo.
¿Te cambió algo como actriz la experiencia de dirigir?
--Confirmé cosas de la actuación que es un lugar de mucho poder y de mucha vulnerabilidad. Poner el cuerpo tiene un precio y un valor porque lo que le pasa a la gente le pasa con vos, después el director y el autor también reciben sus elogios pero hay algo ahí de ser mirada que está buenísimo y que yo no lo puedo abandonar y hay algo de ver al otro actuando y decís es su momento, ahora es con sus armas, con su capacidad, con su estado de ánimo, con lo que le está pasando con la gente. Me confirmó algo de poner el cuerpo que es muy singular, muy extraño que lo sigamos eligiendo. Yo soy actriz por estímulo de lo que vi. Soy actriz porque vi a Guillermo Angelelli hacer Asterión, porque vi a Los Melli, porque vi a Pompeyo Audivert en Hamlet, a Marilú Marini en Las Criadas, porque vi Estado de ira con mis compañeros haciéndola, con gente de mi edad. No es solamente porque lo que vi hace 30 años, sino también por lo que veo ahora, por Las cautivas. Esas cosas me hacen sentir que la actuación es mi vida.
Precoz se presenta los lunes a las 20 en Timbre 4
La vida extraordinaria los miércoles a las 20 en El Picadero
La mujer puerca los sábados a las 21: 30 en Estudio Los Vidrios
Viento blanco los domingos y lunes a las 20 en Santos Dumont