Durante la transición al nuevo milenio, Walt Disney Animation Studios experimentó con diversos enfoques, navegando el cambiante panorama de la animación en un mundo cada vez más inclinado hacia el CGI y la narración contemporánea. La década trajo historias que, aunque en su mayoría no alcanzaron éxito taquillero inmediato, fueron clave para consolidar lo que sería una nueva era de renacimiento para la compañía.

La transformación de Disney de la animación tradicional en 2D a la animación digital en 3D no fue un camino sencillo para la compañía, que durante décadas había dominado la industria. En los años 2000, películas como Chicken Little representaron intentos iniciales de adaptación a las nuevas tecnologías. Sin embargo, el proceso fue complejo y gradual, enfrentando la compañía varios fracasos económicos y de crítica antes de alcanzar estabilidad. Durante este periodo, Pixar y DreamWorks ganaron terreno con producciones innovadoras, desafiando a Disney a recuperar su liderazgo. Solo cuando producciones como Bolt demostraron que el estudio podía integrar su tradición narrativa con la tecnología moderna, Disney comenzó a resurgir.

Más allá de las cifras, surgieron joyas incomprendidas durante esta década, como El planeta del tesoro y Atlantis: The Lost Empire, que serían reevaluadas posteriormente por su enfoque audaz e innovación visual. Inspirándose en obras literarias como La Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson, El planeta del tesoro trasladó la esencia de la exploración a un escenario de ciencia ficción. Mientras, Atlantis: The Lost Empire encontró nuevo público años después de su estreno gracias a su compleja narrativa de aventuras y estética singular inspirada en Jules Verne. Aunque no exitosas comercialmente, estas películas dejaron una huella perdurable en el estilo narrativo y visual de Disney.

En este contexto de cambio, Disney también impulsó la inclusión y diversidad en sus relatos. The Princess & The Frog destacó como el primer largometraje con una princesa afroamericana, transportando a los espectadores al vibrante Nueva Orleans de los años 20. Esta representación no solo abrió puertas a mayor inclusividad en las películas de Disney, sino que mostró la evolución del estudio hacia enfoques culturalmente más diversos. El personaje de Tiana capturó la admiración del público y simbolizó un crecimiento en la conciencia social de la empresa.

A través de estos altibajos, Disney aprendió de sus errores y consolidó los cimientos sobre los que construiría su legado animado. Las lecciones de esta década fueron cruciales para el renacimiento de Disney con títulos como Frozen y Moana en la siguiente década, posicionando nuevamente al estudio a la vanguardia de la industria que una vez dominó. Estas producciones de los años 2000, aunque no siempre reconocidas en su momento, permitieron la transformación necesaria para el resurgimiento de Disney como un gigante cultural indiscutible.