“Los espacios públicos no están para replicar lo que ocurre en los privados, sino para contrabalancear lo que el mercado hace. Por eso gran parte de mi gestión tuvo y tiene que ver con difundir poesía, el género más alejado de esos intereses”, explica Martín de Souza, escritor, profesor y gestor cultural platense que actualmente coordina el área de literatura del Centro de Arte de la UNLP. De Souza elige las palabras con detalle, se toma el tiempo para reflexionar, buscando en sus pensamientos la expresión que mejor pueda traducir sus ideas. Este gesto, tal vez, sea la memoria física de su oficio como poeta.
Martín empezó a escribir poesía a los quince años, alentado por sus profesores de literatura en el Colegio Nacional “Rafael Hernández” de la UNLP, Eithel Norbit Negri (una leyenda en la ciudad, el profesor que vivía en un departamento-biblioteca) y Atilio Gamerro, “un genio. Helenista, titular de griego”, como lo recuerda De Souza con cariño. Cuando terminó el secundario se anotó en medicina, pero pronto decidió que lo suyo era la literatura.
“Aprendí muchísimo hablando con escritores. Es un oficio en donde hay gente con mucha experiencia que comparte generosamente lo que sabe con quienes recién empiezan”, dice. Tuvo dos grandes maestros de poesía: el primero de ellos fue Jorge García Sabal, poeta premiado por el diario La Nación por un jurado compuesto por Octavio Paz, Joaquín Giannuzzi y Olga Orozco. “Yo había leído su libro ‘Sutura’, que me encantó. Cuando me enteré que daba clases, fui a una entrevista con la intención de conocerlo. Ni siquiera sabía si iba a poder pagar el taller, pero él me aceptó. Fue muy generoso”, recuerda. Al año siguiente, García Sabal falleció, y su amigo Leopoldo Brizuela le recomendó estudiar con Diana Bellessi. “Diana fue fundamental en la escritura de uno de mis libros, ‘Fina estampa', publicado en 2001. Jorge, aunque ya no estaba, dejó su huella en el libro anterior, ‘Sonido involuntario', de 1998”, dice.
De Souza empezó a dictar talleres de escritura en espacios como el Museo Almafuerte, casa del poeta Pedro Bonifacio Palacio, hoy felizmente puesto en valor. Además, trabajó durante veintitrés años en la Escuela Taller Municipal de Arte y en el Hospital Borda, donde coordinó durante siete años un taller impulsado por la Casa de la Poesía, experiencia que incluyó varias tareas de gestión: la publicación de antologías y libros de autor, la realización de un festival de poesía en el hospital y las presentaciones en distintos espacios para difundir las voces de quienes escribían allí. En 2019 pasó a coordinar el área de literatura del Centro de Arte de la UNLP, en donde buscó promover eso que siempre le interesó: una mirada sobre la diversidad de la producción literaria, primero local y después proyectada hacia el radio de influencia de la ciudad de La Plata, que alcanza el país e incluso Latinoamérica.
Como poeta, tallerista y gestor cultural, De Souza está en contacto constante con la escena literaria de su ciudad, que asegura atraviesa un muy buen momento, con una “notable expansión de editoriales independientes, una feria de editoriales propia y políticas activas de difusión y formación”. La diversidad de gente escribiendo en la capital de la provincia enriquece la discusión, y Martín acerca una sugerencia: “creo que es necesario avanzar en ediciones críticas de literatura platense. Es un campo que tal vez no se ha indagado lo suficiente. No me refiero solo a editar libros de autores o autoras, sino a acompañarlos con artículos críticos, que no necesariamente tienen que ser estrictamente académicos, sino pensados para la comunidad”.
El área de literatura aloja distintos proyectos, como un espacio centrado en la producción de talleres, que busca contribuir a la formación de escritoras y escritores del ámbito de la ciudad, y distintos ciclos como “En primera persona: los procesos de escritura”, que lleva a escena a escritores de gran trayectoria, que cuentan cómo fue el proceso de escritura de sus propios libros. Del ciclo participaron voces como Susana Villalba, Alicia Genovese, Osvaldo Bossi, Anahí Mallol, Mario Arteca, Carlos Battilana, Carlos Ríos, entre otros. Además, el “Ciclo Rupturas: literatura emergente”, que busca visibilizar y dar a conocer a autores y autoras emergentes. Parte central de este espacio es que los autores puedan escribir su declaración de artista, como una guía para leer sus textos y como archivo para futuras revisiones de su obra. “Los ciclos tienen algo hermoso que es el presente compartido, pero eso es efímero, después no queda nada en papel, entonces la idea de este ciclo era justamente la de acopiar archivo de autores jóvenes”, explica.
“Para mí es importante que no haya solamente una línea de autores o de propuestas estéticas, sino todas las posibles. Las universidades, o los espacios institucionales y públicos ligados a la cultura, tienen que encontrar su lugar para contrabalancear al mercado. Creo que ese es su mejor aporte”, sostiene. Existe también un proyecto de difusión editorial que, aunque se volvió digital por la pandemia, a partir de julio retomará su forma presencial: cinco editoriales independientes (una por mes) compartirán el perfil de su sello y presentarán autores y autoras de su catálogo para favorecer la difusión y el acceso a los libros.
Hace algunos años trabaja en un libro ,“Arrabal”, que espera poder concluir pronto. Actualmente está por finalizar un proyecto como traductor, un libro de la poeta y ensayista estadounidense Muriel Rukeyser: “es un ensayo que se titula ‘La vida de la poesía’, y saldrá próximamente por la editorial Salta el Pez”, explica entusiasmado. Al ser consultado sobre qué le gustaría poder lograr en el futuro como gestor, De Souza explica que su gran deseo es que a la universidad pública se le asigne el presupuesto que corresponde, y que ese presupuesto permita no solo garantizar sueldos adecuados a sus trabajadores y trabajadoras, sino también “la posibilidad concreta de contar con materiales y recursos para poder realizar actividades, entre ellas, las que corresponden al ámbito de la cultura”, y concluye: “pero también tengo claro en qué país estoy, en qué situación, y por qué. En este contexto, toda la universidad hace un gran esfuerzo para seguir funcionando, el Centro de Arte también, y creo que, en esta coyuntura, lo hace muy bien”.