Música argentina. Ese enigma dinámico, con rasgos más o menos declarados, que históricamente guarda sus reservas creativas en la imposibilidad de terminar de definirse. Es decir, un sonido que cifra su identidad en los límites poco claros de su genealogía, en la desordenada variedad de sus maneras, en las fisuras de su poco y mal contada historia. Sin embargo, en tiempos de disolvencias, desconciertos y negaciones, bastan esos contornos esfumados para señalar un territorio que con más afecto que estética es posible sentir como propio. En este sentido es importante el trabajo que despliegan los Organismos Estables, en particular la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, que el miércoles 2 a las 20 en el Auditorio Nacional del CCK ofrecerá un programa con obras de Ernesto Drangosch, Juan Pablo Navarro y Gabriel Lombardo, cada uno a su manera compositor argentino. La dirección estará a cargo de Ezequiel Silberstein, con la participación del bandoneonista Lautaro Greco como solista. Las entradas, gratuitas, se pueden reservar en https://palaciolibertad.gob.ar/agenda/.
El concierto comenzará con Sueños de un Baile. Suite miniatura fantástica Op.11b, de Drangosch y terminará con Suite de músicas con aires latinoamericanos, de Lombardo. Entre la obra de Drangosch, continuador del academicismo nacionalista articulado por sus maestros Alberto Williams y Julián Aguirre, y la de Lombardo, valioso guitarrista y compositor de las nuevas generaciones que desde lo popular direccionó su música hacia las complejidades de la tradición escrita, se destaca el Concierto para bandoneón y orquesta de Juan Pablo Navarro, compuesto especialmente para Lautaro Greco. “Efectivamente, este concierto nace a partir del pedido de este gran bandoneonista y al mismo tiempo se convirtió en un desafío personal, el de escribir para un instrumento ligado íntimamente a la historia del tango, pero que tiene muchas posibilidades y recursos que exceden este amado género”, comenta Navarro a Página/12.
Escribir una música en la que el bandoneón y la orquesta pudieran expresarse con libertad, pero sin extraviarse. A partir de esta premisa, Navarro, contrabajista, compositor y seguramente uno de los músicos más interesantes del tango después del tango, ideó una serie de dispositivos creativos ligados a la identidad del solista. “Durante la pandemia pedí prestado un bandoneón a un colega. Mirando el teclado, pensé en buscar recursos que se relacionaran con su diseño físico. Salió una música en siete movimientos, a partir del dibujo de cada letra del nombre del solista, Lautaro, en el teclado del bandoneón. Por ejemplo, para seleccionar el material melódico y armónico del primer movimiento elegí los botones que delinean la forma de una 'L' y trabajé sobre esas notas”, explica Navarro, que repitió el procedimiento para cada letra del nombre del bandoneonista. “Salvo para la letra ‘R’ que es de inspiración libre. En toda la obra el bandoneón es el dispositivo que guía a la orquesta, que a su vez elabora los materiales que se desprenden del solista”, agrega el compositor.
Sobre las notas seleccionadas, Navarro imprimió identidad a cada movimiento. “El primer movimiento es un tango quebrado, expresado por el bandoneón y retomado por la orquesta. Con la misma dinámica, la primera ‘A’ es un moto perpetuo con aire de milonga y el tercer movimiento, la ‘U’, es un poco más estático, con el bandoneón en función de órgano”, describe el compositor, que para la ‘T’ –“que es también la de tango”, aclara– articula la orquesta en ensambles que dialogan con el solista y se unen en el cierre. Para la segunda ‘A’ dispone una milonga lenta, antes de los movimientos finales para los que se reserva los pasajes de mayor virtuosismo instrumental. “Es una obra concebida a medida del solista, que además de ser un gran maestro del tango tiene una riqueza técnica y una madurez musical que le permite fluir a través del laberinto rítmico y armónico de la obra”, asegura Navarro.
Para Greco, músico de sólida formación –se graduó como pianista en el Conservatorio Astor Piazzolla y como bandoneonista se formó con su padre, Pablo Greco– este concierto es un notable aporte a la literatura del bandoneón. “Juan Pablo (Navarro) es un músico muy formado, que además conoce el tango desde adentro. Desde (Horacio) Salgán hasta (Néstor) Marconi, tocó con todos. Eso le permite entrar y salir del género con total autoridad”, interviene Greco. “En este concierto corre al bandoneón de sus funciones habituales. Como es contrabajista, no escribió como un bandoneonista y eso me obligó a pensar el instrumento desde otro lugar, a resolver cosas que por ahí un bandoneonista no hubiera escrito jamás”, continua Greco. “Mi desafío fue principalmente encontrarle la vuelta a esa escritura y fue enorme la felicidad que me produjo poder ir resolviendo las cuestiones técnicas tan originales de esta obra”, agrega el bandoneonista.
“La novedad de esa escritura me puso en situación, como intérprete, de tener que desbloquear nuevos casilleros para la técnica del instrumento. Pero, al mismo tiempo, cuando lo estudiábamos, Juan Pablo (Navarro) me decía todo el tiempo que haga tango con esta música. Eso me situó en un lugar preciso, me habilitó el empleo de un código expresivo familiar. Esa combinación sostiene la belleza de esta música”, concluye Greco.