Una de las frases más comunes para quienes creen que hubo y hay una conexión entre extraterrestres , arte rupestre y las grandes construcciones en piedra de las América es “las manos indígenas no pudieron hacer semejantes obras de ingeniería”.
En 1998 se encontraron grabados y pinturas en una cueva de Alabama, Estados Unidos. El hallazgo enseguida despertó la curiosidad de los ufólogos que, como los dibujos eran similares a insectos con cabeza ovalada, lo asociaron al Alien de las películas.
En el Cañon del Colorado, Arizona, Lance Coury y el anciano navajo Don Jr explicaron el significado de los pictogramas que están en uno de las paredes rocosas. Contaban que el significado de los triángulos es representar a hombres y mujeres por igual, ya que para los navajos no hay diferencia entre el hombre y la mujer, ninguno es superior al otro, su importancia es igual en su cultura. Don Jr señaló figuras humanas con cabezas enormes y aclaró que “muchos creen que son extraterrestres, pero no, son la representación de los espíritus, de nuestros antepasados”.
Muchos sostienen que los indígenas no tenían las herramientas adecuadas para cortar con tanta precisión las piedras y es mejor imaginarse a los extraterrestres utilizando rayos laser, dejando plasmado el arte rupestre descomunal que existe en el mundo.
En el caso de las líneas de Nazca de Perú, se cree imposibles de hacer sin verlas desde arriba. Por lo que llegaron a la conclusión de que los indígenas recibieron ayuda desde enormes platillos voladores para tallar un mono, un colibrí o una orca, entre otros geóglifos que representan animales, plantas o líneas rectas. Además, se agrega que fueron hechas para señalar el lugar como pista de aterrizaje de las naves espaciales, como si con la inteligencia que supuestamente tienen, las necesitaran.
En ese mismo país están las piedras cinceladas de Pumapunku, la Puerta del Puma, al sur del lago Titicaca, con ruinas que cubren seis kilómetros cuadrados. Se trata de enormes bloques de piedra formando muros tallados que pesan alrededor de ciento treinta toneladas cada una y están dispersas, como si un gran viento las hubiese volcado hace miles de años. Por los estudios arqueológico, se sabe que fueron construidas quinientos años antes del Imperio Inca.
Para confirmar la existencia alienígena, algunos se basan en lo escrito por Pedro Cieza de León en 1549 cuando vio las ruinas. “Todo esto, con las puertas, sus jambas y dintel, era una sola piedra. La obra es de grande magnificencia si se considera bien. Por mi parte, no entiendo con qué instrumentos o herramientas las hicieron, debieron ser mucho mejores que las que ahora usan los indígenas. No hay canteras de donde se puedan haber traído las piedras. Pregunté a los nativos si estos edificios fueron construidos en la época de los incas y se rieron, afirmando que fueron hechos antes de que los incas reinaran, pero no podían decir quién los hizo”. Las herramientas de los antiguos estaban hechas de cobre, hierro y bronce, y hasta se comprobó que se puede cortar la arenisca. Pero hasta hoy no se puo establecer qué utilizaron para cortar la roca volcánica llamada Andesita.
El periodista alemán Karl Brugger publicó en 1976 Las crónicas de Akakor, un libro que supuestamente revela uno de los secretos mejor guardados por las tribus amazónicas. Según su crónica, Brugger conoció a Tatunka Nara, un líder indígena que decía ser “El príncipe de Akakor” una ciudad perdida en el Amazonas a la que Brugger habría accedido con su ayuda. La historia era que hace trece mil años llegaron barcos de oro muy brillante a las selvas de América del sur que abarcan Brasil, Perú y Bolivia, tripulados por hombres de piel blanca con seis dedos en cada mano y en cada pie. Venían de una constelación llamada Schwerta, una morada cósmica que cruza la tierra cada seis mil años. Equipados con tecnología avanzada y herramientas que lanzan rayos y afectan piedras. Según el libro, bajo la mítica ciudad de Akakor hay trece más, subterráneas, unidas entre sí por túneles. Tatunka Nara le contó a Brugge sobre otra ciudad en la frontera con Venezuela llamada Akahim, a la que se accedía atravesando una enorme catarata.
Brugge fue asesinado en 1984 mientras paseaba por Ipanema, Río de Janeiro, y su muerte sigue siendo un misterio. Hasta se habla de “derechos de autor” que le reclamara el cacique. Pero a principios de 1980, una investigación reveló que el supuesto líder indígena Tatunka Nara en realidad era otro alemán, Gunther Hauck, que en 1960 había desaparecido de Nuremberg por problemas económicos. Se lo relaciona con la muerte de Brugger pero también de otras tres personas que viajaron a Brasil para conocer más sobre el mito de Akakor. Nunca lo encontraron.
La desforestación en Brasil alimentó aún más la idea de la existencia de la ciudad perdida, porque aparecieron en Acre enormes geóglifos con formas geométricas que fueron vistos por pilotos comerciales y nuevamente aparecieron las versiones de la intervención alienígena.
En nuestro país no hay ninguna pirámide ni construcción descomunal de la que se pueda sospechar de ingenieros o arquitectos venidos de otro mundo. Aun así, somos parte del turismo mundial en avistamiento de ovnis y contactos con seres con intenciones de estudiarnos, asesorar y disfrutar de algunos placeres. Uno de los lugares que integra el listado para ese tipo de turismo es el valle de Punilla en Córdoba, donde el cerro Uritorco recibe a cientos de caminantes con la ilusión de ver algo en el cielo y tener algo que contar.
También se conocen historias fantásticas como la de Juan Pérez, de Venado Tuerto, que en 1978, a los doce años de edad, tuvo un encuentro con seres extraños que lo traumaron por más de cuarenta años. Un día se animó a contar su historia y tras reunirse con psiquiatras y ufólogos, terminó encontrándose con su cultura guaraní en Paraguay, donde visitó a un anciano llamado Plutarco que le dijo haber soñado su llegada y que era un hombre de buen corazón. Respecto de lo vivido, los ancianos le brindaron todo su conocimiento sobre la cosmovisión y le dijeron que quizás ese episodio le había despertado otros sentidos, para estar más cerca de su propia identidad. Su historia tiene un documental llamado Testigo, dirigido por el director Alan Stivelman.
En la provincia de Buenos Aires, Martin Antimán, longko de Los Toldos, dijo haber tenido tres contactos con una civilización superior. El longko aseguraba que en el año 1954, con 25 años, había sido abducido en la calle Santo Tomé, en Capital. Su segundo contacto fue en 1982 mientras escuchaba el informativo sobre la rendición argentina en las Islas Malvinas. y el tercero fue en marzo de 1997 cuando Antimán se encontraba alimentando los animales en su campo de Los Toldos. Tras ver una nube extraña, recordó que su madre siempre le había enseñado que cuando viera algo en el cielo, debía levantar ambas manos a modo de saludo. Esa vez, según su testimonio, bajaron cuatro seres que lo aconsejaron en cuestiones políticas. El mensaje que le dieron fue “en las próximas elecciones el intendente les va a otorgar el lugar que están buscando para la comunidad y tiene que ser ese”. Como longko, tenía la misión de conseguirle un lugar físico a la comunidad Hermanos Mapuche de Los Toldos, Es donde están actualmente.
Son infinitos los testimonios en todo el país. El especialista Alejando Agostinelli narra la historia de una mujer llamada Marta, ama de casa que llevaba una vida tranquila, muy rutinaria, pero una vez, en mitad de la noche, tuvo la visita fugaz de un viajero de otro universo, que le regaló el mejor orgasmo galáctico concebible. Su vida cambió de la noche a la mañana. Al día siguiente salió conduciendo su fitito y cerca de Libertador y Olleros descubrió un universo muy distinto, un parque de césped azul, árboles descomunales con troncos negros, lagos color turquesa. Allí volvió a ver el brillo inolvidable de los ojos de Enis, que así se llamaba su marciano, de profesión biólogo, que a raíz de una misión científica debía sumergir su nave en el Rio de la Plata y de camino, se enamoró de Marta. A quien nunca se le ocurrió que el Plata no tiene, ni remotamente, la profundidad para ocultar una nave espacial.
El caso más curioso es el de Eustaqui Zagorski, un católico practicante que vivió en Avellaneda. Contó que desde 1967 era visitado por dos seres con los cuales conversaban largamente de filosofía, astronomía y política. Los visitantes eran de Ummo, un planeta en órbita alrededor de la estrella Wolf 424. Zagoroski decía que había viajado por primera vez al espacio en 1953. Aquella vez los extraterrestres le dijeron que su nombre real era Ziretz y que había nacido en una nave. Además, le contaron que había sido criado por un hombre mapuche en el cerro Tronador de Bariloche. Se enteró que su madre era de Ganímedes, el mayor satélite de júpiter, y él nunca olvidó su lengua materna, el varkuletz, el idioma marciano. Como buen nacionalista, un día se puso a traducir a ese idioma el Martín Fierro. Fue por pedido de un amigo muy especial, el misionero Jesuita Benito Segundo Reyna que vivía en la sede del observatorio astronómico Adhara en San Miguel. Reyna era un sacerdote aficionado al estudio de los ovnis y le había encargado a Zagorski la traducción del libro gauchesco. Cuentan que presumía tener el libro autografiado, sin embargo, se desconoce dónde están las únicas tres copias que supuestamente existen.
Hay un mero racismo de menospreciar la ingeniería de los antiguos en las grandes construcciones de piedra y sus grabados. La confusión no es casual. Más allá de que en la ufología muchos creen lo que quieren creer, hay tantos que no pueden creer en las capacidades de la gente marrón. Es más fácil si son verdes.