Tras un largo recorrido académico por el campo de las Ciencias Políticas, a Pablo Pizzorno le resonaba fuerte algo: que la atracción que generaba el primer peronismo contrastaba con el poco o nulo interés que, en el ámbito de la investigación, despertaba el antiperonismo. “Se ha trabajado en torno a los actores que enfrentaron a Perón en esa primera experiencia de gobierno, el Ejército, la iglesia, incluso el movimiento estudiantil, pero no había estudios relevantes sobre los partidos políticos de oposición ni sobre su fuerza de conjunto”, cuenta el investigador, que por 2019 decidió entonces enfocar su tesis doctoral en ese tema. Adaptada y reducida para divulgación, aquel trabajo se convirtió ahora en Los partidos antiperonistas. Del antifascismo a la conspiración (Ediciones Imago Mundi), libro que se ocupa de los años que van entre 1943 y 1955 y que busca analizar una identidad política común a los grupos que estudia.

El subtítulo del libro ya arroja algunas pistas: el fascismo fue, de acuerdo al autor, el prisma con el cual los partidos de la primera mitad del siglo pasado evaluaron el ascenso del nuevo líder popular. La Guerra Civil Española primero, y la Segunda Guerra Mundial después, constituyeron el contexto internacional que se volvió determinante para analizar los sucesos de la vida política doméstica. “Se le empezó a decir fascista al adversario político local. Y a los grupos políticos de entonces, muy anclados en la clase media, en los sectores de la intelectualidad, les resultó prácticamente inevitable asociar la figura de Perón con el autoritarismo europeo. Incluso se llegó a hablar de un fascismo criollo, asociándolo también a la experiencia previa de Rosas”, explica a Página/12 el doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. 

Con un detallado recorrido por partidos como la Unión Cívica Radical y el Partido Comunista, por la conformación e identidad de construcciones como la Unión Democrática y por sucesos, fechas y acontecimientos puntuales que marcaron el ritmo de esos años, Pizzorno traza una hoja de ruta para interpretar la visión que la oposición fue construyéndose del peronismo y la radicalización que se terminaría expresando en el golpe de 1955. "La cuestión de la democracia también resultó clave como principio aglutinante de la oposición, que llegó a las puertas de la llamada Revolución Libertadora con la decisión de cuestionar la legalidad y de vaciar de institucionalidad al gobierno", resume el autor del libro, que se presentará este lunes en la sede de la Escuela Interdisciplinaria de Alto Estudios Sociales de la UNSAM.

–-Marcás un punto de inflexión en la elección de 1946, cuando Perón se termina de identificar con las reivindicaciones obreras. ¿Qué pasa con la oposición?

–Esa elección desborda el marco interpretativo de los grupos antiperonistas que reducían a ese movimiento a la dicotomía democracia versus fascismo. La cuestión de la justicia social entra de lleno al debate político y, con ella, Perón invierte la acusación y empieza a sostener que la verdadera democracia es la que defiende el peronismo, una auténtica con contenido social y no una con cascara vacía como pretendían los partidos tradicionales. Es un asunto muy incómodo para estos grupos, que van a tener que decir que no están en contra de la justicia social sino de la consolidación de una dictadura. Pero en los hechos va a ser muy difícil para ellos delimitar bien entre forma y contenido, entre las medidas sociales en sí mismas. El aguinaldo es un buen ejemplo de eso. Con ese decreto del gobierno militar se dividen las aguas de una manera muy clara.

--Bajo ese prisma nace la Unión Democrática como alianza de partidos de muy variada procedencia. ¿Qué fue? ¿Cómo se puede caracterizar en ese marco?

--Fue la primera manifestación política electoral del antiperonismo, que después de esa elección no se vuelve a repetir pese a que va a haber intentos de hacerla resurgir. La conformaron partidos que a lo largo de las décadas anteriores habían tenido una historia de rivalidad, entre ellos el radicalismo, el socialismo, e incluso el comunismo, y que dejan de lado sus diferencias ante la supuesta amenaza fascista. Cuando pierden la elección el radicalismo se queda en buena medida con el caudal opositor, con el tercio antiperonista muy anclado en las clases medias urbanas, y se va a consolidar su preferencia como el único partido que es capaz de hacerle un poquito de competencia al peronismo. Esa situación nos anticipa rasgos de un esquema bipartidista que se va a prolongar a lo largo del Siglo XX. 

--Según tu mirada, en ese momento se da forma a lo que luego será la UCR a lo largo de la historia...

--Sí, absolutamente. El peronismo es un aluvión que cambia por completo a todos estos partidos, sus historias, sus tradiciones, sus postulados. Particularmente, el radicalismo sufre una mutación muy significativa y se va a volver un partido de clases medias, distinto a la vertiente más irigoyenista que algunos dicen que fue el primer populismo argentino. Se vuelve el partido de los antiperonistas y eso afecta decisivamente su identidad. La UCR de la alianza Cambiemos en 2015, de hecho, se puede explicar por la identidad antiperonista que se configura en esa década.

--Es interesante también la revisión respecto al Partido Comunista, que aparece en tu investigación como el único que hace una autocrítica de la Unión Democrática.

–Creo que es el actor más difícil de encasillar en el período que estudia el libro, porque le ha quedado el mote de haber sido un promotor entusiasta de la Unión Democrática en el ´45, que lo fue, pero también es quien se va a distanciar más del antiperonismo más radicalizado inmediatamente después de la elección. Su juego pendular es interesante porque, por su propia base y por su discurso clasista, es un partido al que le genera más tensión que a otros la encrucijada entre el antiperonismo y las demandas  de tipo obreras y sociales que se encauzan con el peronismo. 

–En tu recorrido histórico marcás otros puntos de inflexión, como por ejemplo la transición entre la reforma constitucional de 1946 y la reelección de Perón, hasta desembocar en la "ofensiva final". ¿Cómo se llega al golpe del ´55?

–Es el corolario de estas trayectorias de radicalización del antiperonismo. En el relato de estos actores, el ´55 es el derecho al levantamiento frente a una tiranía. Lo comparan con la batalla de Caseros, la que terminó con Rosas. Los grupos políticos dejan de lado sus diferencias, suman a otros actores como la Iglesia, y empieza a pasar algo que no venía pasando hasta entonces que es que al peronismo se le empieza a discutir la calle. Finalmente triunfa la llamada Revolución Libertadora y progresivamente va ganando más protagonismo el sector más radicalizado del antiperonismo, que promueve una campaña de desperonización integral de la vida pública. 

--No corresponde con el período que aborda el libro, pero ¿creés que la génesis de la condena y prisión a Cristina Fernández de Kirchner puede inscribirse en lo que empezó a gestarse en aquella campaña?

--No es difícil inscribir el fallo en la historia de proscripciones que afrontó el peronismo a lo largo de su historia. Una paradoja del antiperonismo que derribó por la vía armada a Perón en nombre de la democracia es que fue incapaz de garantizar condiciones democráticas básicas con el peronismo proscripto entre 1955 y 1973. La campaña que emprendió la Revolución Libertadora comprendía, además de la proscripción y la represión abierta, una veta pedagógica vislumbrada como una campaña de reeducación cívica de las masas extraviadas que habían adherido al peronismo. Sin embargo, cuando empezó a quedar claro que no era tan sencillo eliminar una identidad política con ese alcance popular, se exploraron también otras fórmulas de cooptación o asimilación del movimiento peronista. En ese sentido, la selectividad penal con Cristina tiene raíces históricas en la vocación de cierto antiperonismo de recurrir a toda clase de herramientas para neutralizar la adhesión popular a los liderazgos peronistas.

*Los partidos antiperonistas se presenta este lunes a las 18 en la Escuela Interdisciplinaria de Alto Estudios Sociales, Edificio Volta, Av. Pres. Roque Sáenz Peña 832. Aula 608 (6to piso). El autor conversará con Gerardo Aboy Carlés, Eduardo Rinesi y Mariana Cané.