Si cooperar es operar con otros en función de un objetivo común, indefectiblemente esa co-operación está sustentada en actos comunicativos. Esa asociación parte del entendimiento mutuo en torno de la posibilidad de lograr juntos mejores resultados a los que uno podría alcanzar de forma individual. Y ese entendimiento se basa, esencialmente, en la comunicación.

En otras palabras, digamos que la comunicación es el disparador clave de la cooperación. Más aún. La comunicación es el combustible que hace crecer a la cooperación toda vez que esta se halla organizada. Porque la comunicación en el sentido humano que estamos abordando es, fundamentalmente, vincular, no instrumental, generadora de vínculos y, en última instancia, organizadora de la comunidad. No por mero capricho ambos términos tienen la misma raíz (communis).

Si aceptamos esto, el lugar que las estrategias comunicacionales ocupan en el ecosistema cooperativo debería ser central. En algunos casos lo es, en otros no tanto.

Hay dos lugares comunes sobre los que cavilan habitualmente las organizaciones cooperativas y, en general, todo agrupamiento social que no detente medios de comunicación poderosos.

El primer lugar común es “No nos ven, necesitamos más visibilidad”. Si nos preguntamos si esta hipótesis se relaciona con un paradigma vincular o instrumental de la comunicación, veremos si es adecuada para despuntar estrategias -que en el mejor de los casos se traduce en inversión- a un movimiento agremiado. El profesor Washington Uranga nos lo ha dicho más de una vez: “La comunicación no puede estar al final de la cadena de montaje”. Esto es precisamente lo que ocurre cuando la tornamos un sinónimo de difusión, es decir, de acción ulterior de un proceso de elaboración de algún contenido ya resuelto dentro de una institución.

Si esa institución tiene la posibilidad de volcar recursos en medios de difusión seguramente la visibilidad será un hecho pero la mayoría de las organizaciones que reclaman visibilidad no tiene recursos para eso.

Entonces, ¿en qué invertir lo poco que tenemos?

Antes de esbozar una respuesta, vamos con el segundo lugar común de las organizaciones cooperativas o comunitarias: No nos hablemos siempre a nosotros mismos”. Prima hermana del anterior, esta consigna reduce la comunicación interna a una pérdida de tiempo (entre otros recursos).

Ignora que uno de los efectos centrales de la comunicación es precisamente integrar a los individuos en empresas comunes y que eso se realiza precisamente a través del diálogo, el intercambio, el disenso y el consenso hacia adentro de los grupos.

¿Qué es una cooperativa si no un conjunto de personas que se asocia en una empresa común para resolver un problema o necesidad de manera conjunta? En un plano más práctico ¿cómo puede una cooperativa avanzar, innovar, mejorar sus capacidades de gestión si no tiene una estrategia de comunicación consistente con sus propios asociados? ¿Cómo puede integrarse cada organización con otras de su mismo tipo si no es a través de espacios comunicacionales fluidos?

En lugar de “no nos hablemos a nosotros mismos” podríamos proponer “comuniquémonos más y mejor entre nosotros, consolidando nuestros vínculos para crecer como organización”. Esto vale para organizaciones de primer, de segundo o de tercer grado, dentro del universo cooperativo y otros también.

Ahora sí, para terminar: delinear una -o más de una- estrategia de comunicación requiere invertir recursos, armar equipos, darle tiempo a los procesos orgánicos propios de esta disciplina.

En la era digital, donde la métrica de lo instantáneo a veces ilumina el camino, cualquier profesional del campo de la comunicación priorizará la calidad por sobre la cantidad.

También los algoritmos lo saben. Por un lado nos ofrecen invertir para ganar más seguidores o likes en cuestión de horas, por otro nos sugieren constantemente amigos para sumar a nuestra comunidad. La estrategia orgánica.

En cualquier caso, organizar nuestra comunidad, fortalecerla y dotarla de narrativas para posicionarse en el campo social, político y cultural requiere de estrategias conscientes e institucionalizadas que orienten el trabajo comunicacional en un sentido esencialmente vincular.

El sábado pasado las cooperativas celebraron su Día Internacional mostrando por qué brindan soluciones inclusivas y sostenibles para construir un mundo mejor, de acuerdo con el reconocimiento impartido por las Naciones Unidas en este 2025, Año Internacional de las Cooperativas.

Este tipo de empresas tiene una fortaleza, además de su capilaridad territorial y una vasta trayectoria con dos siglos de probada eficiencia en todos los rubros de la economía. Tiene una doctrina, que forjó una identidad universal declarada por su organización madre -la Alianza Cooperativa Internacional- y reconocida en las últimas décadas por una gran cantidad de organizaciones internacionales y naciones de todos los continentes

Con esos principios y valores que porta como estandarte, uno de los desafíos centrales de este movimiento con más de mil millones de personas asociadas a tres millones de cooperativas en todo el planeta es cómo comunicar esas soluciones inclusivas y sostenibles a partir de entender a la comunicación como un instrumento central para lograr esas soluciones y construir así un mundo mejor.

* Sociólogo, periodista, docente