El “Chiqui” Tapia lleva un saco celeste, camisa blanca y pantalón de vestir negro. Bajo el hombro, como sosteniendo un termo de mate, lleva la Copa del Mundo. Es lunes, pero no un lunes cualquiera: es 26 de diciembre de 2022. Apenas una semana atrás, el 18, la Selección Argentina se coronaba en Qatar. Y la postal lo tiene a él como protagonista: en San Juan, su provincia natal, el presidente de la AFA está cumpliendo una promesa en el altar de la Difunta Correa.
La historia de la devoción del Tapia por la Difunta Correa viene de toda la vida. Así se lo contó en una charla de tono íntimo a Víctor Hugo Morales, también es devoto de Deolinda Correa de Bustos. Viene de chiquito, de sus padres, fue un legado que creció con el tiempo. Se hizo cada vez más fuerte.
“La verdad es que surgió desde chico, siempre, acostumbrado por mis padres cuando tomaban el colectivo de la terminal de San Juan para ir a la Difunta Correa. Por ahí empezó a nacer la devoción de uno”, contó el dirigente del fútbol, que no suele hablar en las entrevistas de sus recuerdos de la infancia.
Claro que la devoción de Tapia por la Difunta Correa era conocida. Esto se debe a que ya de presidente de la AFA le hizo varias promesas. De hecho, él mismo lo recordó en la nota con la 750: “En cada uno de los torneos obtenidos siempre alguna promesa que hemos hecho la hemos cumplido”.
Durante la primera Copa América, la promesa fue subir de rodillas hasta el santuario. Y lo hizo. Fue una de las siete veces que Tapia subió de rodillas hasta la cima. La segunda Copa América prometió dejarle el traje que usó a lo largo del torneo. Con el Mundial, llevarle personalmente la copa más deseada por los futbolistas.
“Son diferentes situaciones en las que uno va prometiendo y hay que cumplir, porque es muy cobradora. Yo creo que subí siete veces de rodillas, porque también lo hice por promesas de Barracas Central y temas de salud, cuando le tocó a mi papá. Es muy común que la gente suba de rodillas, de espaldas”, contó.
Y añadió: “Hoy creo que están mucho más mejorados los escalones. Pero hace muchos años uno sabe que por ahí no estaba parejo, que el cemento con pidritas y arena, uno termina lastimado, con dolor, pero con satisfacción en el alma”.
Emocionado, Tapia aseguró que “la gente se aferra muchísimo, le pide mucho” a la Difunta Correa, “desde el que pide su primer hogar al que pide salud”. “Es muy linda la sensación que uno vive”, añadió.
Luego, reveló que en 2024 visitó el santuario con su madre, de 88, años: “Que ella pueda ir a los 88 años y ver lo que refleja la fe le hace muy bien. La fuerza de la energía de la fe es increíble”.
“Y la gente ayudando, dando un mate cocido, invitando lo que tiene. Porque crea una comunión muy fuerte en el sanjuanino. Es increíble: muy pocas veces –me ha tocado en el muro de los lamentos– sentí una emoción tan fuerte”, finalizó Tapia sobre la historia de su devoción.