Tras semanas de cierre judicial la feria de La Salada reabrió, pero con nuevas reglas: censos, capacitaciones y regularización tributaria. La provincia de Buenos Aires, a través del Ministerio de Producción, ARBA y el Banco Provincia, puso en marcha una operación sin precedentes. El objetivo es bancarizar, registrar y ordenar un ecosistema que da trabajo a más de 20.000 personas en los predios de Urkupiña, Punta Mogote y Ocean. Los feriantes que resistieron al cierre de once días lo aceptan, pero piden que el relevamiento no se limite a lo que pasa puertas adentro y que pongan el foco en las inmediaciones para evitar la competencia desleal.

La feria fue clausurada el pasado 22 de mayo tras más de 60 allanamientos. Ese día, Jorge Castillo, conocido como "el Rey de La Salada", Aldo Presa y varios allegados fueron detenidos. En paralelo, Enrique Antequera, administrador de Urkupiña, quedó prófugo. La investigación judicial avanzó sobre cargos de evasión fiscal, asociación ilícita, lavado de dinero y violación de la ley de marcas.

La medida paralizó por completo la actividad comercial y tuvo consecuencias sobre una parte de los feriantes. “Yo ya no estoy más en la feria, es el mes que pararon”, dice Freddy, exferiante. “Encima me sacaron mucha mercadería, entonces directamente dejé. Después de tres años, la dejé”, agrega en diálogo con Buenos Aires/12.

Cimientos de barro

Urkupiña es quizás el predio con mayor carga simbólica porque allí quedaron quienes pusieron los primeros toldos fundacionales. Wilson Rojas, feriante boliviano y uno de sus fundadores, repasa los inicios: “La feria la fundamos en el año 1992, con unas 23 personas. Era barro, barro. Prácticamente no había ningún tipo de infraestructura. Entramos así, encima del pasto, el agua”. Gonzalo Rojas Paz fue impulsor y líder de la organización. “Gracias a él conseguimos este espacio físico para poder trabajar”, cuenta Wilson. “Después armamos cuotas para adquirir el predio. Llegamos a crecer unos 400 socios”, comenta.

Ana Flores es otra de las fundadoras que dio sus primeros pasos a la vera del Puente 12 donde todo surgió. "Gracias a Gonzalo Rojas Paz, que puso el piso, ha sido como si hubiera caído del cielo, el nos decía ‘basta, bolivianos, colegas bolivianos, vamos a salir a trabajar, aguantemos, aguantemos’”, recuerda. “Fue difícil porque ya nos queríamos ir, y muchos abandonaron. Si no hay venta, ¿de dónde vamos a vivir? Tenemos familia en la casa, no hay quien nos haga llegar plata, decíamos, pero igual resistimos”.

Sentada cerca del puesto que levantó hace más de 30 años y que llevó en sus espaldas hasta asentarse en el predio, Flores revive con dolor las épocas en que huía embarazada de la policía. “Así con mis bolsitos, me corrían y me detenían. Me hicieron llorar mucho y así también con mis compañeros”, cuenta, mientras retiene las lágrimas.

Pero toma impulso y destaca que el pueblo boliviano nunca va a esquivarle al trabajo: “Aquí lleno de eucaliptos, lleno de árboles, basura, no te imaginas. Sobre eso poner una bolsita de plástico, tu ropita. Nadie entraba a comprarnos. Entre colegas bolivianas decíamos: ‘De robar no vamos a ir a robar, vamos a trabajar’. Hemos cocinado con palos, así, en el barro. Lluvia, calor, con carpas. Con botas teníamos que venir y no todos teníamos. Pero resistimos y hoy todo cambió”.

Formalizar sin estigmatizar

Ariel Aguilar, subsecretario de Desarrollo Comercial y Promoción de Inversiones bonaerense, detalla la iniciativa que coordina junto a Mariela Bembi, subsecretaria de Industria y Pymes, en diálogo con Buenos Aires/12: “Éste es el trabajo que estamos haciendo desde la Provincia de Buenos Aires por decisión del gobernador Axel Kicillof y del ministro Augusto Costa. Se da en el marco del cierre de la Salada y del conflicto que generó. Hablamos de más de 8.000 puestos de venta, más de 20.000 personas. La Provincia planteó una propuesta de reapertura que incluye un censo, capacitación y aplicación de leyes como la de ferias y la de lealtad comercial”.

El proceso incluye capacitaciones sobre cómo inscribirse en el monotributo, cuenta DNI, beneficios para emprendedores del Banco Provincia, y asesoramiento legal. También se trabaja sobre la exhibición de precios y el registro de alquileres. Otro de los puntos importantes es la bancarización para que todos los pagos queden registrados. Así, los organismos podrán conocer el volumen real de dinero que se mueve dentro de la comercialización. “Queremos saber cuántos feriantes hay, cuánto se paga por un puesto, a quién se le paga y bancarizar todas las operaciones. Eso nos da un formato más formal y previsible”, afirma Aguilar.

Por el momento, desde la Provincia confirmaron que los censos en los predios de Urkupiña y Punta Mogote marchan a buen ritmo y pronto se avanzará con mayor profundidad en Ocean. De este modo, estiman que continúa su normal curso esperan tener los primeros datos preliminares del censo dentro de los próximos dos meses, si todo continúa de la misma manera.

Según el funcionario, “el miedo principal era que los venían a perseguir. No, Arba vino a dar capacitaciones. Queremos que puedan trabajar de manera normal, tranquila, y que no la vuelvan a cerrar nunca más”.

Competencia desleal y amenaza importadora

Una de las preocupaciones que más se repite entre los feriantes es la proliferación de ferias ilegales en los alrededores del predio. Advierten que si en Urkupina, Ocean y Punta Mogote se digitalizan las ventas, también debe hacerse el mismo operativo en el exterior. Los comerciantes sostienen que si se colapsa el sistema de internet los procesos de compra para los clientes serán más engorrosos. Esto derivará en que los interesados decidan ir por lo menos engorroso: recurrir a las ferias y puestos callejeros para pagar en efectivo, según manifiestan.

“Tenemos más de 30 ferias externas a nuestro alrededor”, dice Rojas, mientras que a sus 69 años ayuda a otras personas con los formularios para que puedan anotarse en el censo. “Aquí adentro estamos cumpliendo, pero afuera... apenas salís por la calle, ya empieza otra feria. Y allí nos duplican en cantidad de gente”.

Flores coincide: “Afuera tienen que regularizar. Aquí estamos pagando impuestos y allá venden más barato porque no pagan nada. Y eso es competencia desleal”.

Freddy, desde afuera, también lo advierte: “Me preocupan los vendedores ambulantes, porque si eso no se para, va a llegar un momento que se va a hacer mucho más grande la pelota. Todos necesitamos trabajar, pero la mayoría se va a dedicar a vender en la calle y no va a alquilar los puestos, ni bancarizarse”.

Desde la Provincia informaron a este este medio que si bien el foco está puesto en cumplir con las órdenes de la Justicia para lo que respecta la feria de La Salada, los días que hay actividad se coloca una posta de ARCA con el objetivo de registrar a quienes trabajan puertas afuera. Una vez finalizado este proceso, se procederá a un control más exhaustivo de las ferias externas para evitar la competencia desleal, aseguraron.

Por otro lado, Ariel Aguilar también pone el ojo en la tormenta de importaciones: “Así como le exigimos a la feria que se formalice, también tenemos que exigir al Gobierno nacional que no entren productos subfacturados. Si vamos a hablar de delito, que alguien no esté registrado es tan grave como que entren productos sin control técnico”.

Desde el gobierno bonaerense se reconoce que muchas familias trabajan a pulmón, y que la feria es una válvula de escape económico para sectores empobrecidos. “Hay toda una parte de la clase media que viene a comprar acá. Es producto de la pérdida del poder adquisitivo”, dice Aguilar.

La reapertura, aunque celebrada, no estuvo exenta de secuelas. Freddy lo describe con pesimismo: “De un 100 por ciento que había, hoy ya queda un 60 por ciento de feriantes. Hay que ver si después lo volvés a recuperar. Es muy difícil. Hoy la venta no es como antes. La gente no tiene plata en el bolsillo. Primero compra fideos, carne. La campera la deja para el año que viene”.

Rojas también recuerda el día del cierre: “La sorpresa fue cuando quisimos venir y nos encontramos con las puertas cerradas. Más de 200 policías federales con armas tomadas. La gente reaccionó. Nos organizamos y reclamamos”.

Flores dice que fue como volver al pasado: “Como en Puente 12, está pasando esto. El gobierno nos dice ahora esto y aquello, pero cuando empezamos, nadie nos ayudó. Nadie se fijó cómo estábamos”.

Ariel Aguilar junto a una de las comerciantes que desarrolla su actividad en una de las ferias de La Salada. 


Los feriantes quieren aggiornarse

Pese a todo, hay esperanza en el proceso de formación y un buen número de feriantes tomó como una buena medida poder capacitarte. En el evento de este jueves participaron cerca de 150 comerciantes. “Con este curso de capacitación realmente estamos retroalimentados”, da cuenta Rojas.

“Faltan más cursos, pero muchos ya se anotaron. Nosotros tenemos que ser agradecidos porque Argentina nos dio mucho, la mayoría tenemos hijos argentinos que son profesionales. Por eso, yo no entiendo como hay compañeros bolivianos o hijos de argentinos que pudieron votar a la derecha y ver cómo estamos hoy en día”, completa Rojas.

Flores coincide con su compañero y aunque reconoce que una de sus siete hijas la ayuda a manejar los trámites digitales, para ella es importante asistir a este tipo de iniciativas para aprender. “Yo no estudié acá, pero mis hijas son argentinas. Mi hija es administradora de empresas y está manejando todo legalmente”.

Aguilar lo resume así: “El feriante quiere mejorar su condición. Hay actitud. El Estado tiene que estar acompañando para lograr esa formalización, esa capacitación y ese salto de calidad”.

El recuerdo de Paz Rojas

Gonzalo Rojas Paz -cuyo paseo de compras de Urkupiña lleva su nombre- aparece una y otra vez en las palabras de Wilson Rojas y Ana Flores. Para muchos fue el artífice de lo que hoy existe. Murió ahorcado en prisión en 2001, en circunstancias que todavía generan dudas. Para Wilson, su figura fue clave: “Gracias a él conseguimos el predio. Después él puso el pecho, organizó todo. Le inventaron causas para correrlo del camino y murió pidiendo auxilio”.

Ana lo recuerda con gratitud: “Yo mil veces agradezco al señor Gonzalo Rojas Paz. Gracias a él tenemos esta feria. Gracias a él hoy podemos comer todos los días”.