A partir de su relación con la tierra natal y desde una perspectiva íntima, Zamira Franco propone en Nayarit: o de cómo no soy pez, soy ave, un unipersonal creado desde el teatro documental, el biodrama autobiográfico y la performance. Escrita, dirigida y actuada por Zamira Franco, con el acompañamiento artístico de Luisa Pardo, la obra llega desde México para presentarse en Teatro de La Manzana (San Juan 1950) hoy a las 21 y mañana a las 20.30. “Desde 2018 trabajo teatro documental y biodrama, y esta obra fue un experimento, quise ver qué pasaba”, comenta Zamira Franco a Rosario/12.
“Al darme cuenta de lo difícil que se había vuelto con mis compañeros acordar ensayos, me frustraba bastante. Y me dije: ‘Yo quiero actuar, quiero tener un proyecto, y me voy a animar a hacerlo sola’. Hay una carga de trabajo muy importante al elegir el unipersonal, pero es también muy conveniente para la movilidad, porque así puedo viajar yo y quizás con una asistente. Y eso es una virtud, porque mover un elenco de cuatro o diez personas ya es difícil. Resultó así, como un experimento que al final me gustó mucho. Tuvo un proceso y un resultado muy bueno; y me sorprendió el impacto de la obra porque, la verdad, nunca lo pensé así”, continúa.
-La elección del unipersonal también va de la mano con lo que estás contando y poniendo en escena.
-Sí, ese fue un motivo por el cual trabajé en solitario, aunque tuve el acompañamiento artístico de Luisa Pardo. Ella me iba un poco guiando, haciéndome preguntas, a partir de esta idea de qué es lo que yo quiero decir. O sea, qué es realmente lo que me hierve la sangre por contar. Tener un proyecto artístico personal es también un privilegio, así me lo planteé, a partir de la pregunta sobre cuál era mi relación con mi tierra natal. De ahí surgió todo lo demás, como un proceso que se fue adaptando, y que sigue cambiando. La obra ya tiene casi tres años, y cada función es diferente, rica y diversa.
-¿Qué fuiste encontrando en la obra, a partir de la pregunta sobre tu relación con la tierra natal?
-Quiero mencionar que tengo una admiración muy grande por Vivi Tellas; ella decía, acerca del biodrama, que hay una revelación que está palpitando, y eso, para mí, es una de las cosas más importantes que han ocurrido con este proyecto, porque he entendido cosas no solamente a nivel artístico, sino a nivel personal. Eso es muy valioso porque, además, este entendimiento a nivel personal es como una cosa que se siente en la pieza; es decir, no es una sensación que tenga solo yo, sino que el público también lo percibe, y eso es de lo más redondo que puedo pensar. El arte tiene esta especie de empatía, de células espejo, como en la neurociencia, sobre cómo la gente también se puede ver reflejada en mi historia y en mis preguntas. Eso es de lo más grande que me ha pasado con este proyecto.
-¿Por qué no sos pez y sí ave?
-Tienes que ver la pieza. A mí me gusta mucho colocar en la escena las vulnerabilidades, también las debilidades. De pronto, siento que hay como una imagen de los actores y de las actrices en el sentido de que somos muy hábiles, que somos increíbles, y sí, creo que lo somos, pero me interesa esa otra parte, en donde no somos tan buenos, donde nos falta, donde nos cuesta. Y esto del pez viene a cuento, porque yo no sé nadar. Entonces, siendo de un lugar en donde hay playa, porque Nayarit está rodeado totalmente del mar, y mis recuerdos de infancia están permeados por este suceso, de ahí nace: no sé nadar. Pero sí puedo volar, y sí he volado. Es como ese juego, tengo esta debilidad o vulnerabilidad, pero tengo otras habilidades. A eso se refiere.
-Intuyo que al encontrarte con públicos distintos, la empatía seguramente ocurre con lo que importa, que es esto que me señalás.
-Sí, eso es lo que me ha motivado a seguir con el proyecto, porque esta obra ha tenido la fortuna de salir de Nayarit, de hacer varias funciones, y tener una gira por algunos estados de México. La gente me decía: “Yo no conozco Nayarit, nunca he ido; pero me identifico en la sensación tan compleja de decir ‘Soy de aquí’”. O sea, una mezcla de amor, de frustración, de las incapacidades de la tierra natal, del arraigo, de la fuerza. Y también del duelo. Es una obra que está muy cimentada en un duelo, el duelo de tener que abandonar tu tierra. De eso va la pieza. Hablo de más cosas, pero sí de que me tengo que ir, y me tengo que ir, tierra mía, porque tengo que volar, tengo que moverme y buscar las oportunidades que quiero, que necesito, que me mueven.
“Siento que esta pieza, sobre todo, es como una carta de mucho amor para Nayarit, para la tierra natal, para la representación de las mujeres nayaritas. Mi intención más grande, al hacerla, fue que mis abuelas, mi mamá y mis tías, vieran la obra. Siento que la pieza tiene una virtud: es muy directa, muy sencilla, muy sensible. Y mi intención primera, fue hacerla para ellas”, concluye.