No es sencillo sacarles la ficha, saber cuándo hablan en serio y cuando están ironizando sobre lo que les pasa. Entran y salen de un registro a cada rato, con complicidad y conocimiento del juego. Al igual que en División Palermo, la serie que este jueves 17 estrena su segunda temporada en Netflix, manejan un registro camaleónico que busca sorprender todo el tiempo, convirtiendo a la entrevista con Página/12 en una experiencia en la que el análisis y el humor se entrelazan naturalmente. Santiago Korovsky, creador, guionista y protagonista de la comedia sobre esa particular Guardia Urbana integrada por “minorías”, y Martín Garabal, también guionista y protagonista, son dos de los nuevos reyes de la comedia argentina, capaces de reírse de todo y de todos sin temerle al precipicio. “El único límite en el humor es que el chiste sea malo”, coinciden.

Tras una primera temporada en la que División Palermo sorprendió, gustó e hizo reír a carcajadas por su saludable irreverencia, jugando al borde y sin atarse a fórmulas preconcebidas, la serie regresa con una segunda y ya anunciada última aventura de esta guardia vecinal inclusiva que la política organizó con el único fin de ocultar la política represiva de las fuerzas de seguridad. Sin perder la ironía, el absurdo y cierto humor políticamente incorrecto, la nueva trama le suma a su cotidianidad el condimento de los Servicios de inteligencia, que reclutan a Felipe (Korovsky) con el fin de que se involucre en una banda criminal que opera desde el café de especialidad Cuero Café. Una de espías, según la particular mirada de División Palermo.

"Me parecía que en la primera habíamos hecho humor sobre las Fuerzas de seguridad y que el mundo de los servicios de inteligencia es algo sobre lo que no se había hecho tanto humor en Argentina", detalla Korovsky sobre las razones de la temática elegida. Hay un historial enorme a nivel mundial, como El Super Agente 86 o Top Secret, y creíamos que había algo para decir ahí. ¿Cómo hacemos humor argentino sobre este mundo de espionaje?”.

Martín Garabal: -Meternos en ese universo, con los recursos que nos imaginamos que cuenta una agencia de inteligencia local, digamos… Bah, aunque a veces tienen más presupuesto, ¿no?

Santiago Korovsky: -Sí, según la época. La de División Palermo, además, es la agencia de inteligencia de la ciudad. Hay algo de cierta ficción y de cierto tono argentino que tiene la serie. Por eso la trama ahonda en la expectativa que tiene Felipe de lo que son los servicios de inteligencia y lo que realmente son... Por lo menos en esta ficción hay una distancia abismal.

M. G.: -También estaba la idea de que la segunda temporada nos trasladara a otros lugares. No queríamos que las misiones más peligrosas de la guardia sean por simple casualidad, como en la primera. En esta, Felipe se mete en algo más peligroso siendo consciente, de manera más planificada. Al menos él cree que lo convocan para los servicios de inteligencia por su desempeño.

En medio de una campaña política que tiene a la ministra de seguridad acomodándose a los cambios de época (pasa de la “inclusión” de la primera temporada a la “mano dura” del nuevo paradigma), División Palermo sigue mirando de reojo la realidad argentina. Juan Minujín, Alejandra Flechner, Guillermo Arengo y Esteban Bigliardi se suman al elenco conformado por Korovsky, Garabal, Pilar Gamboa y Charo López. Además, Martín Piroyansky tiene una participación especial en el que la trama se anima a jugar con lo que sucede en la vida real, donde confunden al actor con Korovsky todo el tiempo. Un chiste que encuentra una funcionalidad narrativa en esta continuidad de una serie que fue adoptada por el ingenio popular cada vez que las fuerzas de seguridad protagonizan alguna situación ridícula.

-La primera temporada fue muy bien recibida por la audiencia, obtuvo premios internacionales y cierta unanimidad positiva en la críticas. ¿Les pesó eso a la hora de decidir hacer una segunda y escribirla?

M. G.: -Te voy a hacer totalmente sincero con lo que creo. La segunda temporada, para mí, es mucho mejor. Y todos los que la vieron hasta ahora coinciden. Pero la diferencia es que en la temporada uno no había ninguna expectativa, fue todo ganancia. No hubo comparación con nada, arrancamos de cero. Y en esta segunda temporada la comparación es inevitable con la primera, con lo que te pasó con la serie, con la cantidad de veces que la viste, con lo que te impactó. En ese sentido, pesa. Pero trabajamos mucho para que esta temporada sea superadora. O sea, no hicimos la plancha. Creo que hasta logramos resolver las cosas que a nosotros no nos convencían tanto de la uno.

-¿Cómo cuáles?

M. G.: -Tenían que ver con el entramado policial, que no haya huecos y fisuras en ese aspecto de la trama. Le metimos cabeza para que el universo sea más verosímil y que esté más integrado con el mundo. El deseo es que el público coincida con nosotros en que la segunda parte es mejor que la primera.

S. K.: -Si hay alguien que le gusta más la primera, tampoco es grave. Pero es un lindo elogio que te digan que la segunda temporada les gusta más que la primera.

M. G.: -Lo que tiene esta temporada, también, es que hubo mayor entendimiento del elenco, de cómo era el tono, de cómo actuarlo. En la primera algunos actuaban a ciegas, tratando de construir la identidad de la serie... Había que confiar en el “método Korovsky”, que es muy desgastante emocionalmente.

-¿Hay un “método Korovsky”? ¿Cómo es?

M. G.: -Sí, sí. Cuando estás quebrado física y emocionalmente de la cantidad de repeticiones que te pide, te exige una más. Y cuando sale la escena que convence, ni él lo sabe ni vos lo sabés y pasás a filmar la que sigue totalmente derrotado (risas). Nunca hay recompensa en el rodaje. Nunca.

S. K.: -No, en el rodaje debo admitir que no, pero después cuando la ves en pantalla y ves que quedó buena, sonreís. Más allá del chiste, en esta segunda temporada había mucha más confianza para comprender el tono y, aún sin saber qué está haciendo uno, entregarse al juego que propone División Palermo. En la primera temporada pedía más variantes en relación al tono. Una misma escena podía pedirte que actúes más asustado por la situación y también otra como que no te importaba nada lo que pasaba. Podía pasar de un extremo al otro y pedir distintos registros de actuaciones para después ver cuál funcionaba. En esta segunda, en cambio, tuvimos más repeticiones de escenas, pero para pulir lo que yo sabía que quería.

M. G.: -A favor de Santi, no siempre sabés cuál va a ser la mejor manera de ejecutar un chiste. Un chiste en el papel es de una manera y cuando lo actúas puede asumir múltiples formas. De hecho, el otro día estábamos cenando y le dije que una escena hubiera quedado mejor si el personaje estaba más enojado y me respondió que “podía ser”. La charla sobre la ejecución de un chiste no se detiene nunca. Somos dos obsesivos por el humor. Aún cuando no tiene sentido, porque la serie ya está hecha y editada, no podemos dejar de querer mejorar el trabajo.


-¿Es una deformación de los comediantes esa? Pensar que siempre hay una mejor manera de interpretar un gag o una situación.

M. G.: -Charo López, que es la que mayor trayectoria tiene trabajando como humorista en escenario en el equipo de División Palermo, es muy habitual que se grabe el audio de las funciones. O sea, ella graba el audio de la función del stand up que está haciendo y sobre el audio corrige cómo estuvo presentado un chiste. Entonces, a veces un chiste es perfecto, pero tardaste un segundo más en decirlo o lo dijiste con un tono que no era el correcto y no lo entregás de la mejor manera.

S. K.: -Charles Chaplin y Buster Keaton hacían miles de escenas, cientos de tomas. Entonces, por ahí, más que una deformación, es una necesidad. A veces sucede que te gusta un chiste, pero que si lo incluís hace que se detenga el ritmo del relato. Hay chistes o situaciones que te gustan en la primera versión de edición, pero después lo quitás y no lo extrañás. te das cuenta que la trama fluye mejor sin el chiste.

-¿Aunque sea muy bueno?

S. K.: -Aunque sea bueno… Y aunque Martín venga después y me cuestione por qué saqué tal chiste. Pero estoy seguro que cuando lo vio, le pareció bien, solo que después lo extraña como si fuera un hijo (risas).

M. G.: -Sí, y también ha pasado de decirle a Santi que había que sacar tal chiste y que me haya respondido “pero se te ocurrió a vos…”. Y no importa, hay que sacarlo igual, hay que sacrificarlo. En una serie humorística, hay que pensar en la partitura completa. Faaahhh, de repente soy músico y no sé nada… (risas)

-Si bien es una ficción cerrada con sus propias lógicas y comunidades, División Palermo dialoga con su tiempo. En la primera temporada habló mucho de la inclusión, mientras que en esta se suma la mano dura. En un momento, incluso, el asesor de la ministra de seguridad le dice que ahora “no va más la inclusión” y ella le responde “justo ahora que estaba aprendiendo a hablar con la letra e”. ¿Querían jugar un poco con el cambio de época que vive la realidad argentina?

S. K.: -Nosotros nos reímos del mundo que nos rodea. No fue tan intencional. La realidad siempre te gana. De hecho, escribimos un chiste sobre las Taser y después pasó en la realidad.

M. G.: -No te conviene ir tan pegado a la realidad porque la realidad te gana siempre. Uno quiere que lo que haga hable de la época, pero también tenga cierta atemporalidad, para que pueda ser disfrutado. Pero sí, obviamente, División Palermo no transcurre en un mundo de fantasía. Transcurre en un mundo con cierto verosímil, en el que pasan cosas y uno va palpitando esos cambios pendulares de la realidad y de cómo se percibe socialmente. Así que sí, pero lo que nos interesa es que la trama funcione en ese universo.

S. K.: -No pensamos ningún personaje como parodia de alguno en particular de la realidad. Es una ficción en sí misma, a la que le metemos todo lo que nos rodea en una licuadora…

M. G. : -No sabía que eras gastronómico, también… (risas)

S. K.: -Sí, pero en realidad mezclamos todo en una minipimer… Lo de licuadora ya no va más… (risas)


-La serie tiene un poco de humor negro, sarcasmo y los personajes tienen cierta crueldad entre ellos. Hoy, en la sociedad argentina la crueldad forma parte de la cotidianidad. En División Palermo, la crueldad está puesta para hacer reír, mientas que la de la sociedad se presenta para hacer daño al que la recibe. ¿También el significado de la lectura que se haga del humor de esta segunda temporada puede variar en función de esta realidad?

M. G.: -Es verdad que las series, o cualquier expresión artística, quieran o no, dialogan con la época. Más allá de si está planificado o no. Forma parte de un contexto macro. Creo que nosotros usamos la risa para encarar lo que nos da miedo. De nosotros mismos y del mundo. Entonces, la serie, lo que hace con esa crueldad o con esa mirada más desoladora, es priorizar el conjunto. En División Palermo sobrevuela la idea de que ningún personaje es tan resolutivo como para trabajar solo. Este grupo de personas que conforma la Guardia Urbana tiene que estar junto para poder resolver los quilombos en los que se meten. Y creo que el espíritu final de la serie, por más que está atravesada por chistes que son border y haya que personajes como el mío que tienen muy poco tacto y que pueden llegar a decir cosas que a otros ni se les ocurriría, es el de la importancia de trabajar en equipo.

S. K: -Bueno, el otro día me topé con la primera sinopsis que escribí sobre la segunda temporada y terminaba diciendo “nadie se salva solo”. No está dicho en la serie, pero el concepto se manifiesta en lo que sucede en la trama con los personajes.

M. G.: -En el final de la temporada 1, mas allá de que el personaje de Felipe detona el conflicto, todos tuvieron que ir al rescate para salvarlo. Es la suma de las partes, de las individualidades con un fin, la que triunfa. División Palermo trabaja la empatía, pero permitiéndose una mirada igualadora de poder cagarnos de risa de todos, sin ponernos solemnes.

Humor, minorías y fuerzas de seguridad 

-¿Hay límites para hacer humor? Porque la serie se mete mucho con las dificultades de cada personaje.

M. G.: -Que el chiste sea gracioso.

S. K: -Y que el chiste no sea el típico de burlarse de alguien con una vulnerabilidad. Parte de nuestra tarea fue trabajar con asesores, con las propias minorías, con los actores, que nos fueron guiando en si tal chiste les hace doler o si ese chiste, al contrario, representa su realidad.

M. G.: -En esta segunda temporada se suma a la guardia Santi de Marco, que es un actor con síndrome de Down, que la rompe toda, es un actor espectacular y con un entusiasmo tremendo. Pero antes de que se sumara, nosotros tuvimos muchas charlas con escuelas y con grupos de personas con síndrome de Down. Porque nosotros no queríamos que un personaje repita un chiste que no pudiera entender o que no entendiera dónde está apoyado. Trabajamos mucho en que los chistes que los personajes hacen sean posibles de que los puedan decir, entender y hasta recibir. En una época, el humor se apoyaba en hacerle repetir a determinados perfiles de personas cosas de las cuales no eran del todo conscientes. Ese es nuestro límite. Nosotros queremos que los personajes sean conscientes de lo que dicen los actores, que estén de acuerdo con lo que dicen y lo comprendan.

-¿Y encontraron buena receptividad de las diferentes minorías?

S. K.: -Sí. La cantidad de personas con alguna discapacidad que nos escribieron para ser parte de la segunda temporada fue tremenda. De hecho, hay algo de esa idea de quedarse afuera, de una expectativa muy alta de una parte de la sociedad para sumarse a División Palermo, que está plasmado en la trama.

-¿Y las fuerzas de seguridad?

M. G.: -Bastante bien. Hoy choqué puños con un policía en la esquina de casa (risas).

S. K.: -Esperemos que los agentes de inteligencia también lo tomen con buena onda. No lo vamos a saber… O sí…

M. G.: -Tal vez en medio de una charla telefónica aparece una voz para felicitarnos…

-¿No hubo ningún miembro de seguridad que les haya tirado mala onda?

S. K.: -No, no, salvo los tiros en la puerta de tu casa… (risas) Hay algo de reírnos de nosotros mismos que, me parece, nos habilita a reírnos de las cosas que nos rodean. 

M. G.: -Tampoco nos interesa ser panfletarios. El humor es una buena manera de bajar línea, pero bajar línea es la peor manera de hacer humor. Nosotros necesitamos contar la historia, cagarnos de risa, encontrar los mejores chistes, las mejores emociones, y entregar una buena serie.

-Hoy, cuando pasan cosas raras en las Fuerzas de seguridad, División Palermo aparece como meme.

S. K.: -Increíble, somos como un concepto social…

M. G.: -Y eso no lo podés planear. Por más que el equipo de marketing de Netflix sea increíble, eso es algo que está por fuera de toda previsión. Que eso cale en la sociedad y que cuando alguien ve a policías agarrándose a sillazos te digan que es División Palermo es imposible de planificar. Eso solo puede suceder cuando el público termina de completar el significado de lo que hiciste. Y es espectacular.