La final del Mundial de Clubes hizo la puesta en escena ideal del mapa político del fútbol actual: junto a Gianni Infantino, el presidente de la FIFA, estuvieron el qatarí Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG, y el estadounidense Todd Boehly, presidente del Chelsea y parte del consorcio al que le pertenece. Sobre el césped del MetLife de Nueva Jersey se desplegó el show del deporte más codiciado del mundo de la mano de un hombre que representa al mundo árabe y otro que representa a Estados Unidos, las dos fortalezas globales que ganaron terreno en el negocio del fútbol en los últimos años. El equipo inglés ganó, sin embargo, y todo quedó en casa: Boehly fue profeta en su tierra, por primera vez en el plano f