Camila Sol Fernández tiene 26 años y el trabajo con el que se graduó de Ingeniería Biomédica --por la Universidad Nacional de San Martín (Unsam)-- fue galardonado por el Centro Argentino de Ingenieros (CAI). Desarrolló prótesis biodegradables para huesos con impresoras 3D.  Este trabajo con biomateriales permite "fabricar un implante a la medida del paciente", que el cuerpo reconoce como familiar.

La prótesis se hace en una "impresora común y corriente FDM", pero se usa un polímero biodegradable y bioabsorbible junto con otro compuesto que genera una capa de minerales muy parecida al hueso. "Ahí está un poco como la clave de que las células lo reconozcan y quieran colonizarlo en sí", explicó Fernández con emoción. "Destaco que el CAI haya premiado a un trabajo de este estilo, que es una de las ingenierías más jóvenes", agregó.

Fernández no lo hizo sola: la investigación se realizó en el Laboratorio de Biomateriales, Biomecánica y Bioinstrumentación (Lab3Bio), que pertenece a ITECA y CONICET-UNSAM. Aquí confluyen distintas disciplinas y los estudiantes pueden sumergirse en la investigación aplicada. En el proyecto "también hubo investigaciones cruzadas y tuvimos participación de la Facultad de Ciencias de la UBA y de la Facultad de Farmacia. Hay toda una red de profesionales verdaderamente muy talentosos", resaltó.

En esta línea, Fernández agregó: "hay mucho talento en Argentina, hay muchas cabezas. La ciencia no se hace sola". Así, le agradeció al país haberse podido formar en una carrera nueva y quiere retribuirle con todo lo que hace en el marco de la educación pública. En el campus de su universidad hay "muchos laboratorios funcionando y trabajando".

La joven ingresó a esta línea de investigación en 2022, cuando accedió a la beca de formación profesional de la universidad --Plan Estratégico de Formación de Ingenieros-- de una temática que la apasionaba. Terminó enganchándose más de lo que creía en la regeneración de tejidos. Quería poner en práctica y aplicar en soluciones reales para la medicina desde lo que veía en la facultad: que la tecnología sea aplicable para mejorar las vidas humanas.

Justamente, la aplicabilidad o su potencial de aplicación es lo que premia el CAI. Sin embargo, en el largo trayecto --desde becaria hasta tesista-- no se imaginó que lograría ese reconocimiento. Entre 2023 y 2024 trabajó como tesista, dándole forma en conjunto con mucha colaboración.

Su proyecto hace confluir dos líneas de investigación de científicas del laboratorio: la de la doctora Beatriz Araos, que busca fabricar prótesis a partir de la impresión 3D de bajo costo --"fácilmente implementable el día de mañana" y personalizable para cada paciente-- y la da la doctora Mercedes Pérez Recalde, que indaga sobre plantas medicinales y su poder como antimicrobianos. "Eso es el valor agregado de pensar un implante, que además de ser biodegradable tenga un potencial antimicrobiano", subrayó.

Si bien no soñaba con ser científica de chica, el camino de la curiosidad la dirigió hacia allí. La medicina siempre la atrapó: pensaba en el cuerpo humano y cómo contribuir a conocerlo y sanarlo. "Este tipo de trabajos que son colaborativos, que cada cual pone su granito de arena y termina cambiándole la calidad de vida a un paciente... A mí, lo que me motiva es eso", sostuvo. 

Su carrera se basa en eso: darles a los médicos herramientas para que potencien la calidad de la consulta, del tratamiento, del mismo paciente y su vida. Además del final de la tesis, está trabajando en esta intersección de la tecnología y la salud en la neurocirugía. Provee soporte técnico a un equipo médico y trabaja con productos de neurorehabilitación.

Informe: Natalia Rótolo.