Del pan a la pizza

Como otros, Mauro Busquet arrancó a elaborar panes de masa madre como hobby. Pero, a diferencia de tantos, la idea creció hasta convertirse en Fornole, un local a la calle con panadería de día y pizzería de noche, en un barrio donde escasean propuestas similares.

El local es luminoso, con el salón cruzado al medio por la barra, la cocina integrada, las mesitas afuera esperando el sol. Se impone el horno a leña, de donde salen pizzas que juegan con el formato napolitano sumando ideas propias.

Para arrancar, marcando personalidad, salen fainas como la que llega cubierta de queso de cajú, kimchi, pasas de uva, eneldo y jugo de limón ($7500). La mejor entrada es la pizza frita, en porciones infladas y adictivas, con salsa de tomate, straciatella, albahaca y parmesano ($11000 las cuatro unidades). Luego es el turno de las pizzas al horno, todas entre $17000 y $19000. Ejemplos: la Quiero Vale 4 trae mozzarella fior di latte, sardo, queso azul, parmesano, gírgolas y ralladura de limón; la Bosque va por la mozzarella, un pesto de tomates secos, boquerones del gran Hernán Viva, olivas negras y orégano fresco y la Charly García es una de jamón y morrones en versión alta gama. Cada semana hay un sabor especial y la única pizza que escapa al formato es la Donatella, una fugazetta rellena de aires porteños (para compartir, $34000). De postres, un vigilante de la casa con variedad de quesos y dulces a $8000; también un Duki (cookie de pasta de maní con chocolate, helado de pistacho, garrapiñada y menta, $8000), un tiramisú y flan de DDL.

Fornole es joven, en vida, estética, servicio y propuesta. Esa juventud se percibe en la carta de vinos, donde sobresalen etiquetas poco convencionales, como el Pedro Giménez de La Cayetana a $24000.

Un hermoso lugar, para seguir moviendo el avispero pizzero argentino.

Fornole queda en Holmberg 2323. Horario de atención (de la pizzería): miércoles a domingos de 19.30 a 24; sábados y domingos también de 12.30 a 16. Instagram @fornole.

Pura sazón

En Perú, los sándwiches son cosa seria, con decenas de sandwicherías históricas y modernas ofreciendo desayunos y almuerzos repletos de sabor. Ahora, un nuevo lugar se impuso el desafío de traer esa misma sazón a las calles porteñas. Se llama Butifarra, está en el Abasto, y en estos pocos meses de abierto se convirtió en una hermosa novedad gastronómica de la ciudad.

Butifarra ocupa la esquina de Ecuador y Valentín Gómez con un local bonito, limpio, de aires vintage que le dan un perfil joven: posters de Andy Wharhol conviven con sifones de soda, botellas de vino y decoraciones varias.

La carta es amplia, con muchos de los clásicos de la cocina peruana, pero no hay que distraerse: la especialidad de la casa es la sandwichería y a eso hay que ir. Cada producto ofrecido tiene una banderita al lado, avisando si es de estilo argentino, estadounidense o peruano. De vuelta, no hay que dudar: lo mejor es lo peruano.

Entre los más pedidos está el que lleva el nombre del local, Butifarra ($10500), un sándwich frío que lleva jamón del país (una suerte de fiambre cocido que se elabora con la pata de cerdo marinada), salsa criolla peruana y lechuga, una delicia; lo mismo pasa con el de Chicharrón, que incluye chicharrón de cerdo, batata horneada y salsa criolla ($10500).

Lo difícil, en realidad, es elegir un solo sándwich: todos suenan apetitosos, sea el de chanchito navideño, el de pollo deshilachado con palta y huevo ($12500) o el de lomo saltado. El pan de tipo francés es correcto y cumple con su cometido. Para beber, hay excelentes licuados, de frutas como lúcuma, papaya, maracuyá y otros ($4500 el vaso grande).

En resumen, precios amigables (con varias promociones según el día) y sabores que hacen agua la boca. Butifarra es un gran embajador del orgullo sandwichero peruano en Buenos Aires.

Butifarra queda en Ecuador 404. Horario de atención: lunes a sábados de 9 a 21. Instagram: @butifarrasangucheria.

Nacidos en el pueblo

La historia es así: dos amigos, ambos con experiencia gastronómica, volvieron en pandemia a su pueblo (Mercedes, en provincia de Buenos Aires). Ahí, con tiempo libre y necesidades obvias, arrancaron un proyecto propio de hamburguesas. Primero fue delivery, luego abrieron local en el pueblo y hace un año y medio duplicaron la apuesta, con sucursal palermitana, sobre la Avenida Las Heras. Un local pequeño, prolijo, con enchufes disponibles para cargar celular o computadora, paredes de ladrillo a la vista, mesitas de madera y una barra al fondo donde se pide la comida. Un plus de la casa: el pedido lo entregan en la mesa, sin necesidad de molestos beepers.

El menú es amplio, con opciones que van desde unos bastones de mozzarella ($10800) a unas consabidas papas con cheddar y panceta ($12200). Hay también una ensalada Caesar ($13600) o unas ribs de cerdo con barbacoa a $19700. Pero lo mejor viene por el lado de las hamburguesas: la Cheeseburger está en promoción ($11000 la simple, con 100 gramos de carne; todos los precios incluyen fritas) y la Crispy incluye cheddar, panceta, cebolla crispy y kétchup a $13900. Entre las más vendidas hay una versión de Oklahoma, con la carne smasheada junto con la cebolla, sumando pepinos encurtidos, mostaza y cheddar ($13900) y entre las más contundentes aparece la Au Cheval, con hamburguesa doble, cheddar, panceta cocida en jarabe de maple, huevo a la plancha, salsa au cheval y cebolla ($18600). Todos los meses se suma un sabor especial: la de julio tiene mermelada de panceta, aioli de ajo con ciboulette, a $14400 la simple y $17500 la doble.

Angus demuestra que una buena hamburguesa sigue con posibilidad de crecimiento en Argentina: buen mix de carne y grasa, técnica adecuada, pan esponjoso, precio correcto. Las papas fritas podrían ser mejores, pero el conjunto funciona y convence. No se precisa más.

Angus Brother (Palermo) queda en Las Heras 3848. Horario de atención: todos los días de 12 a 24. Instagram: @angus.brother.