Gina Gershon no vio la película que va a promocionar. "Sé que me secuestran en ella", dice riendo. "¿Cómo es?" Me toca a mí, entonces, recordarle su mejor escena en High Rollers, un divertido y frenético thriller de acción en el que interpreta a la esposa malhablada del ladrón maestro de John Travolta. "Si la persona a la que estás matando realmente merece morir", gruñe su personaje, "se siente como si fuera sexo".
Es un momento clásico de Gina Gershon: intimidante y ridículo a la vez, y actuado con la necesaria gracia. Es una habilidad que cultivó en el set de Showgirls, el brillante desastre de Paul Verhoeven de 1995, cuando se dio cuenta de que la única forma de evitar hundirse con ese barco en particular era recitar cada línea como las drag queens que intuía que acabarían abrazándola.
Pero Showgirls no es más que una entrada salvaje en una carrera llena de ellas: su papel de asesina a sueldo en Contracara; como la chica rica que corteja a Tom Cruise en Cóctel; como la depresiva de un parque de caravanas aterrorizada por Matthew McConaughey en la sombría Killer Joe. Interpretó a Donatella Versace en una película biográfica hecha para la televisión, así como a la amante jasídica de Larry David en Curb Your Enthusiasm. Y, por encima de todo, destaca su impresionante trabajo en Sin límites, el neo-noir de culto de 1996 dirigido por las hermanas Wachowski en el que ella y Jennifer Tilly interpretan a dos amigas que intentan un gran y peligroso golpe.
"Definitivamente no he tenido una carrera típica", sonríe Gershon. "La gente no sabe muy bien dónde situarme, o tienden a verme de una manera. Como 'demonio duro, motociclista, lesbiana, mata-hombres... pongámosla en ese papel'". Para ser justos, lo hace muy bien.
A través del Zoom puede verse a Gershon sentada en su apartamento de Nueva York rodeada de impresiones artísticas y fotografías, todas ellas apiñadas en sus paredes: hay un Jean Cocteau, una Sally Mann, algunos cuadros pintados por ella misma. Lleva gafas y un chal verde, y su voz es tan cautivadoramente ahumada como en las películas. Aunque suene banal, parece cool.
Tiene muchas posibilidades de haber sido una estrella de rock: viene de una familia de músicos y cuenta que en los años ochenta tuvo que elegir entre la actuación y la música (Prince quería que protagonizara Purple Rain y se convirtiera en una de sus musas; ella lo rechazó). "Era ese momento en el que tenías que elegir, ya que no podías hacer las dos cosas, cosa que ahora más o menos podés hacer".
La actuación tuvo un éxito más inmediato (tuvo un pequeño papel en La chica de rosa, por ejemplo), así que el canto y el baile pasaron a un segundo plano. En cambio, ha tenido que conformarse con una residencia ocasional de jazz y ser amiga de Bob Dylan, Joan Jett y Lenny Kravitz, en lugar de seguir su propia carrera pop. ¿Se entiende? Cool. Y sólo un poco angustioso.
Gershon no suele andarse con rodeos e históricamente se ha mostrado reacia a hablar demasiado de Showgirls, una película que no le gustó mucho hacer y que estuvo a punto de hacer descarrilar su carrera justo cuando empezaba. Pero hoy admite haber cambiado de opinión al respecto. "Me di cuenta de que tengo mucho estrés postraumático por esa película", dice. Y es una epifanía reciente: la vio el año pasado por primera vez desde su estreno, a instancias de una amiga que insistió en que le diera una oportunidad. "Ella me dijo: 'Vas a venir a ver Showgirls conmigo: tenés que entender lo que la gente ve en ella'”.
Gershon ha estado escribiendo guiones en los últimos años, y es ahora cuando se siente capaz de ver la película desde la perspectiva de sus creadores. "Pensé: 'Oh, esto es lo que Paul intentaba hacer'”. Siempre le disgustó una escena de violación en la película que, hay que reconocerlo, está mal juzgada. "Pero ahora pienso que esa escena tenía que estar ahí: es literalmente el epítome de la fealdad del sueño americano que Paul quería explorar".
En el papel de Cristal Connors, la maquiavélica rival de Nomi Malone, la inexplicablemente volátil chica de ensueño de Las Vegas interpretada por Elizabeth Berkley, hizo limonada espumosa de limones estúpidos. Sabía que tenía que idear un plan B al principio de la producción, mientras era arrastrada en topless hasta las vigas por encima de un escenario lleno de cuencos de fuego y extras retorciéndose. "Estaba allí, en esa cuerda, pensando: '¡He estudiado a los clásicos! se ríe Gershon. "Quería hacer Chejov. ¿Cómo he llegado hasta aquí?".
En el pasado, la actriz ha mencionado que esperaba que la película fuera mucho más dura de lo que acabó siendo, y que su Cristal era muy extravagante para intentar igualar la llamativa escenografía y la actuación, ligeramente errática, de Berkley.
Aunque ahora resulte difícil de imaginar, en los meses previos al estreno de Showgirls se suponía que emularía el éxito estratosférico del anterior thriller erótico de Verhoeven, Bajos instintos, pero Gershon tenía pánico. "Me decían que iba a ser algo enorme, pero yo sabía que iba a ser un desastre", se ríe. "Siempre estuve contenta con mi trabajo en ella, pero sabía que no iba a ser lo que la gente pensaba. Y estaba asustada, así que les dije a mis agentes: 'Consíganme otro trabajo antes de que se estrene Showgirls. Necesito demostrar que realmente soy actriz'" (Berkley, como es sabido, no tenía ningún trabajo a la vista inmediatamente después del estreno de la película, lo que sólo contribuyó al acoso que recibió entonces).
El siguiente proyecto de Gershon, que llegó como un milagro sáfico, fue Sin límites. Pero incluso conseguirla fue difícil, ya que sus agentes insistían en que arruinaría su carrera si interpretaba a una lesbiana. "Así que tuve que dejar a esos agentes", dice. Ya había dejado a otro equipo de agentes después de que se pelearan con ella por su decisión de rechazar una secuela de Viernes 13. "Creo que mi carrera habría sido mucho más fácil si hubiera tenido agentes que realmente me entendieran", dice. "He tenido que pasar por varios, porque no quiero perder el tiempo interpretando personajes que no me interesan. Hubiera estado bien que todos estuviéramos de acuerdo, pero al fin y al cabo, es mi libro y es mi historia."
A Gershon eso le ha proporcionado una de esas carreras innegablemente interesantes, llena de éxitos masivos, clásicos de culto y extraños desvíos. Pero eso no significa que no haya sido una carrera complicada. Posiblemente, su mejor actuación fue en una película de 2003 titulada Prey for Rock & Roll, en la que interpreta a la líder gay de una banda punk de chicas, pero la película apenas se estrenó y poca gente la ha visto. Cuando le pregunto a Gershon cuándo sintió que había triunfado como actriz, dice que "todavía está esperando"; creo que es una broma, pero una parte de mí le cree.
"Recuerdo que estaba haciendo Cabaret en Broadway (en 2001) y había toda una fachada de un edificio con mi cara", recuerda. "Fue enorme. Pero luego, claro, se me pasa, y pienso: '¿Y si no vuelvo a trabajar? Y mis películas siempre tardan 20 años en verse". A los críticos les encantó Sin límites, pero la gente decía: ¿Vamos a esconderla debajo de la alfombra porque es una película de lesbianas y nadie va a querer verla'. Y Showgirls fue rechazada, pero ahora, 30 años después, se agotan las entradas y a la gente le encanta". Y justo a tiempo: Prey for Rock & Roll fue rescatada el año pasado del olvido y devuelta a los cines de arte y ensayo de Nueva York.
High Rollers surgió en parte por la historia de Gershon con John Travolta: la película sirve como reencuentro entre ellos 28 años después de Contracara. "No me di cuenta al principio, pero High Rollers es una secuela", explica -de una película de 2024 llamada El precio del crimen- "y otra persona, Kristin Davis (de Sex and the City) había interpretado mi personaje en la película original, pero no iba a volver". Travolta propuso su nombre. "Lo adoro y tenía muchas ganas de volver a trabajar con él", dice Gershon. Y ella saca el máximo partido de lo que en teoría era un papel de poca monta, blandiendo cuchillos con aplomo y sacándose de encima a cualquier matón que se le ponga por delante. "Por eso me pagan tanto dinero", bromea.
Aunque le gustan los thrillers de acción, le gustaría hacer más comedia en el futuro, y lamenta una película de los creadores de South Park, Trey Parker y Matt Stone, que iba a rodar justo antes del Covid. "Iba a ser la película más divertida de la historia", bromea. Gershon interpretaría a la primera dama Melania, a quien ya había imitado en una serie de sketches cómicos durante las elecciones de 2016 y los primeros meses de la presidencia de Donald Trump. "Pero entonces apareció la pandemia y tuvimos que suspender el rodaje. Y para cuando pudimos volver a filmar, creo que todo el mundo estaba tan harto de oír hablar de Trump que Matt y Trey decidieron seguir adelante."
Los sketches de Melania también han cesado. "Simplemente empezaron a darme náuseas", explica. "De repente no era divertido, porque los Trump no se iban. Como que era divertido, pero ya no lo es". Admite que se quedó prendada de la idea, antaño popular, de que Melania terminaría divorciándose de su marido. Tenía tantas esperanzas: pensaba que, en cuanto él saliera de la Casa Blanca, ella se iría". Suspira. "Y no se ha ido".
Gershon está considerando mudarse al Reino Unido, dice, pero no como resultado directo de la última presidencia de Trump. O, como ella lo llama, "el fin del mundo". Simplemente le gusta su ritmo de vida, sus parques y su gente. El año pasado colgó varias fotografías en su Instagram de unos días que pasó paseando por Margate. "Pero primero tengo que conseguir un trabajo allí", dice. "Creo que será mejor trabajar allí".
Así que, si algún productor busca cubrir pronto algún papel de demonio duro, motociclista, lesbiana y matahombres en Londres o alrededores, Gina Gershon lo espera al teléfono.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.