¿Alguien recuerda a una mujer carpintera en la literatura? ¿Cuántos seguidores tienen la piba carpintera y la Cooperativa CoopRAM de arte y reciclado de madera de Luján? ¿Tenemos en casa algún bahiut hecho por una carpintera? 

Cuando no son muchos los nombres de mujer que aparecen en la historia del mueble, la foto de Tony, el gato de Nancy Hiller, posando en una silla en construcción, nos cuenta algo de la vida de su dueña. Es un comienzo. Nancy, una de las ebanistas más reconocidas de los Estados Unidos (nació en Miami) hizo sus primeros muebles cuando vivía con su novio en un pueblo inglés porque lo que le pagaban por trabajar en una fábrica de fundición de metales no alcanzaba para comprarlos. Una mesa y un par de sillas con pedazos de madera que encontró por la calle fueron el debut exitoso de una vocación que desconocía. 

Antes de volver a los Estados Unidos se anotó en una escuela de oficios (era la única mujer) y consiguió trabajo en carpinterías de muebles a medida. En 1995 abrió su propio taller en Bloomington, Indiana, un tiempo después los pedidos empezaron a llegar desde New York y Chicago. Nancy Hiller se había convertido en un nombre y en una marca. Líneas limpias y ornamentación minimalista de belleza funcional y duradera (“son accesibles y son para quienes disfrutan del buen diseño y del trabajo duro (…) no hago muebles para unos pocos, hago muebles para todos”) eran su sello, su principio de organización y el espacio para la creatividad. Más allá de la influencia del movimiento Arts and Crafts (de fin del siglo XIX y principios del XX) Nancy también nombraba a su mamá construyéndole una casita de juegos en el patio y a unos hippies que vivieron en un terreno que su familia les prestó cuando ella tenía nueve años: "Fue una revelación ver a estos hombres con una sierra y caballetes construyendo una casa con madera reciclada (…) fue asombroso ver que se podían usar herramientas y materiales sencillos y construir una casa en la que se pudiera vivir, por rudimentaria que fuera”. 

Antes de crear sus primeros muebles, Nancy había estudiado letras clásicas en Cambridge, pero abandonó la carrera “aburrida de las pretensiones clasistas”, su pasión la esperaba entre maderas. Durante más de treinta años dirigió su taller y lo siguió haciendo después de un diagnóstico de cáncer de páncreas que contó por Instagram mientras mostraba cómo se podía vivir y trabajar con la enfermedad: “He llegado al punto en que simplemente poder digerir la comida es más importante que restringir mi dieta a una baja en carbohidratos y completamente orgánica (etc.). Esta noche preparé un plato espectacular: tostada con pesto de cilantro y lima (mi propia receta improvisada)”. Escribió libros y artículos sobre ebanistería, dio clases de carpintería: “era extraordinaria para detectar el talento y la originalidad en el trabajo ajeno” y siguió construyendo muebles hasta el último día, cerca, muy cerca de un zoológico en miniatura hecho en madera que decoraba una de las ventanas de su taller, un inventario de esfinges y aserrines.