Si esta nota se escuchara, Esteban Vázquez no necesitaría presentación. Locutor y periodista cultural (trabaja en LT3 y Radio Universidad), una de las voces más reconocibles de la ciudad, es también músico, y poeta. “Escribir no te soluciona nada, te extravía aún más”, dice. Niño Samurai, su primer libro de poesía, se presentará hoy (sábado 26 de julio), a las 19 en Gato Eterno, la librería de Zeballos 1460. Y armó una fiesta: lo acompañarán en escena Marina Maggi y Rosana Guardalá, y habrá música en vivo a cargo de Leo Sujatovich y Marcelo Stenta.
“Yo escribo porque sí”, afirma Vázquez, quien lleva años dedicándose a la escritura en paralelo a su trabajo con la voz y la música. El libro, prologado por la destacada poeta Claudia Masin, fue gestado a lo largo de una rigurosa clínica literaria en la que los encuentros semanales se parecían, según cuenta, “a una especie de psicoanálisis textual”. “El trabajo de la escritura tiene que ver con el trabajo de la lectura -reflexiona-. Uno le da a leer a otra persona que ve cosas que uno jamás podría ver”.
Su vínculo con la literatura comenzó en la adolescencia. “A los 13 años, un amigo de mi pueblo natal, Villa Cañas, me prestó Hojas de hierba de Walt Whitman, en la traducción de Borges, y nunca se lo devolví. Ese fue mi piedra fundacional”. Desde entonces, Vázquez no ha dejado de leer y escribir. Entre sus lecturas actuales menciona El amor es un monstruo de Dios de Luciana De Luca y La idea natural de María Negroni, dos autoras argentinas que —como muchas otras que nombra con entusiasmo— forman parte de su universo literario: Dolores Etchecopar, Diana Bellessi, Claudia Masin, Elena Anníbali.
“La mejor poesía del siglo XX se escribió en prosa”, cita a Roberto Bolaño. Y su escritura también circula por esa zona liminal, entre la prosa poética y la narrativa: “Me da una libertad para hablar de las cosas que quiero hablar. Siento que escribir una novela sería un trabajo titánico que no podría hacer, pero escribir poesía también lo es”.
El poema, sostiene, cobra su verdadero sentido cuando se lee en voz alta: “La poesía es voz alta. El poema se completa ahí. Me ha pasado de leer autores que me conmovieron y al escucharlos leer me decepcioné. No todos los poetas son buenos lectores de sí mismos. A mí la lectura en voz alta me importa mucho. Es el momento en que el poema respira”.
Y entonces, se produce el milagro. Esteban lee su propio poema:
"¿Cómo voy a saber/ qué es mi cuerpo?/ Este esperpento de sal y cebo./ Una mugre común y corriente./ No conozco mi casa/ aunque la haya recorrido,/ el piso helado,/ los huecos, las hormigas,/ ¿cómo he de conocer este poste/ que no se sostiene/ por sí solo? Como no lo conozco/ lo describo con metáforas torpes,/ por ejemplo diría/ los hombros de pino abeto alemán,/ la espalda una cueva terrosa,/ el sexo una chinche verde./ ¿Qué tienen de distinto/ mi cuerpo y mi alma?/ ¿No son acaso/ el mismo saco roto?", es un fragmento que toma vuelo en su voz.
El poema, escrito tras la pandemia, dialoga con los múltiples discursos sobre el cuerpo que surgieron en esos años. Pero también da cuenta del tono de Niño Samurai, un libro atravesado por la búsqueda, el extrañamiento y la poesía como manera de encarnar.
"Del odio al mundo, de la pasión y el hambre por el mundo, de la estupidez y el coraje de persistir, de mantenerse en pie hablan también estos textos", dice Masín en el prólogo.
Para Vázquez, la poesía tiene algo de resistencia, pero también de marginalidad. “No es popular, como dice Diana Bellessi, es como una hija boba”. Y si bien la difusión puede ser limitada, hay poetas que logran llegar a públicos masivos, como Mario Benedetti, aunque muchas veces eso los coloque fuera del canon. “Todos lo leímos y fuimos felices leyéndolo, aunque nadie confiese haberlo hecho”, ironiza.
Sobre la dificultad que muchas personas sienten al acercarse a la poesía, propone pensarla no como algo para entender sino como algo para sentir. “Uno no tiene por qué entender un poema. Aunque a mí, personalmente, sí me gusta entender algo. No me interesa la poesía hermética. Me gusta la poesía donde aparece el cuerpo, donde se nota que el autor o autora puso todo. Que escribió con la vida”.
El libro fue editado por La Pecore Nere, una editorial independiente rosarina dirigida por Regina Celino. “Es importante que todavía se siga editando poesía -dice Esteban-, sobre todo en estos tiempos. Muy agradecido por eso”. Y también por la posibilidad de hacer una presentación donde confluyan la palabra, la música y las amistades.
Leo Sujatovich, expianista de Spinetta Jade, y Marcelo Stenta, guitarrista rosarino, lo acompañarán en una velada que promete ser poética en el sentido más amplio. “Todavía no lo puedo creer -dice Vázquez-. Me tienen que pellizcar”.