En un poema de Olha un disparo suena en el bosque y un ciervo se detiene, mientras recibe el sonido de algo que nunca antes había oído la sangre se escapa de su cuerpo. Antes del disparo Olha hace algunas preguntas ¿las hace ella?, ¿las hace el ciervo? Las demandas hechas son cantos de un pensamiento agitado que perturban las expectativas del equilibrio para cimbrar la calma, la soledad y la confianza. Una poética de la advertencia. 

Descubrir a Olha, la escritora ucraniana autodidacta y feminista que nació en una zona montañosa y compartió infancia con seis hermanxs es descubrir también las versiones que sobre ella se cuentan y que incluyen la derivación que las lecturas de George Sand y Nietzsche tuvieron en su obra. Olha hablaba ucraniano, polaco y alemán (sus primeras obras están escritas en alemán) y fue solo cuatro años a la escuela porque el plan de su padre era casarla. La educada para ser esposa nunca se casó. 

Convertida en su propia maestra, la autora de La princesa, un relato sobre una mujer que se escucha y busca su independencia, escribió Valse mélancolique (1898), una historia de amor de tres amigas que ahora podemos leer traducida e ilustrada por Valeria Zuzuk y recién editada por Caballo negro

En la novela, las modernistas Hanna, Marta y Sofía comparten más que el alquiler de un departamento, un piano, un samovar y una obra de arte en proceso: “Éramos tres compañeras que vivíamos juntas. Al principio, fuimos solo dos (…) qué hay de malo en que dos o tres mujeres solteras convivan, si sus personalidades congenian y satisfacen completamente sus necesidades solas”, escribe Olha después de hablar del alma compuesta de tonos de la tercera: “Toda ella era la música en persona. Siempre buscaba la armonía en las personas; en sus sentimientos; en la relación con sí mismos y con la naturaleza…” 

Cuando Olha habla de sus protagonistas “esposas” también habla de ella, de la atracción que arrasa, del querer sin fronteras y de la elección de adaptarse una a la otra sin dudarlo. El rastreo biográfico que busca y cuenta escenas románticas de Olha con algunos hombres nombra enseguida a Lesya Ukraínka (1871- 1913) y a las cartas que las dos se escribían en voz codificada y sin género: “Todo pasará, y solo una verdad permanecerá, y cuando alguien se eleve alto, muy por encima, desde allí todos los ‘osos’ parecerán pequeños. No todos tienen lo que alguien tiene, alguien tiene una chispa en el corazón, un fuego en el alma, y esto puede que no le dé felicidad, pero le da algo más grande y elevado que la felicidad, algo que no tiene nombre en el lenguaje humano. ¿No es esta la verdad? ¿De verdad?”. 

Además de la ficción melancólica que envuelve sentidos y recuerdos, la historia de estas dos amigas escritoras, su epistolario erótico y la saliva tragada por la imposibilidad de vivir juntas, atribuida entre otras emboscadas a la enfermedad de Ukraínka (tenía tuberculosis), son el mejor secreto de esa vida privada que tuvieron a pesar de los días arruinados.