Volver a los clásicos. Continuando su larga tradición de revisitar piezas célebres del teatro universal, el grupo Libertablas presenta La culpa es de la tierra, versión libre de Bodas de sangre de Federico García Lorca. Dirigida por Gustavo Manzanal y Luis Rivera López, la pieza está interpretada por Mónica Felippa, y cuenta con la música en vivo de Anahí Naya Ledesma. Las funciones se ofrecen en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), los sábados a las 20. Y las entradas se adquieren en alternativa teatral

Escrita en 1931, la obra del poeta y dramaturgo granadino pone el foco en el corazón de la tragedia humana. El amor no correspondido, la lucha contra uno mismo, el deseo de morir y matar son algunos de los conflictos que se ponen en juego en esta historia que se ha convertido en uno de los títulos icónicos de su dramaturgia. “Estos textos, siempre vivos, superan el paso del tiempo gracias a que tratan cuestiones que son cotidianas aun hoy. Y en el caso de Bodas de sangre es uno de los textos más hermosos de la lengua castellana, y de los más estudiados y representados. Por ese motivo, es muy fuerte y tentador el desafío de ubicar en el aquí y ahora teatral toda esa poesía”, apunta el director Luis Rivera López, responsable de la versión.

“Lorca siempre nos moviliza”, añade Manzanal, quien comenta que no es la primera vez que el grupo Libertablas trabaja con este material. “Ya habíamos realizado un montaje de esta obra hace años, que no se extendió demasiado en el tiempo por razones ajenas a la producción del grupo, y en este caso Luis tuvo la sugestiva idea de transformar el texto para una sola voz, más una música y cantante, lo cual significaba un verdadero desafío”.

-¿Cómo fue el proceso de creación de esta versión libre?

Luis Rivera López: -En la reciente, y muy gratificante puesta que llevé a cabo de la obra de Mauricio Kartun, Salvajada, la actriz Mónica Felippa encarnaba al personaje de la narradora, en la forma de una mendiga disociada en animal-objeto. Esa interpretación fantástica, unida al personaje de mendiga que ella había interpretado también en nuestra anterior puesta de Bodas de sangre, me disparó la posibilidad de que todos los personajes de mujeres mayores que sobrevuelan la obra de Lorca -la mendiga, la madre y la criada- pudieran vivir y relatar desde el cuerpo de Mónica. Y junto a Gustavo, trabajamos con la increíble capacidad de Mónica de apropiarse de esas palabras metafóricas.

Gustavo Manzanal: -Partimos de esa protoimagen que trajo Luis a través de la escritura: un espacio yermo, sequedad, cielo tormentoso, una luna que habría de aparecer, una mendiga y una acompañante, y un piso plagado de cortezas, ramas y retazos de naturaleza, a partir de lo cual se constituyeron los personajes centrales de la trama: Novia, Novio y Leonardo, el amante. A partir de ahí, comenzó el derrotero de cómo armar la puesta, buscando reflejos específicos de momentos del texto, intercalando las canciones y los apoyos musicales y encontrando el tempo-ritmo para el decir poético. Luego, se fueron sumando los colores y las tramas, trabajando en conjunto con la escenografía y el vestuario de Alejandro Mateo, y se avanzó en la confección final de los muñecos, en sus posibilidades prácticas y en el simbolismo de sus caracterizaciones, un trabajo que realizó Guillermo Bechthold.

-¿Qué advierten que aporta el lenguaje de los títeres a la historia?

L.R.L.: - La historia de Libertablas se construye desde una visión de la relación del lenguaje de los títeres en mixtura con el teatro de actores más tradicional. Y el objeto-títere-personaje aporta esa síntesis imprescindible para que la metáfora teatral y poética cobre vida. Esos materiales, claramente inertes, solamente cobran vida por la imaginación de la actriz que deposita en ellos toda su subjetividad y afecto. Y así sucede la creación de la vida, que es el milagro teatral por excelencia.

- De Lorca se continúan haciendo numerosas versiones y adaptaciones de sus obras. ¿En qué sienten que consiste la vigencia de la poética lorquiana?

G.M.: -En múltiples aspectos. Por un lado, la figura de Federico resalta como víctima de un mundo cruel e injusto, asesinado por fuerzas uniformadas que destilan un histórico aliento de violencia y sometimiento. Esto, sin lugar a dudas, tiñe toda su producción, como advirtiéndonos de modo polifónico sobre el espacio de riesgo que habitan los artistas y todo aquel que sueñe con cambiar el rumbo de las cosas. Y en cuanto al formato lorquiano, se trata del poeta justo que puede decir con belleza algo que la gente común siente cerca, y que nos toca a todos, con elocuencia y amor por lo delicado, pese al dolor que imponga. Eso se mantiene, vibra en todos los tiempos y se renueva cada vez que uno vuelve a él y a sus historias, personajes y versos.

L.R.L.: - Lorca decía que el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana sobre el escenario. Esa es una excelente descripción para su teatro. Y esa conjunción entre lenguaje poético y situación teatral no es usual en la historia del arte dramático, pero traza una línea muy fuerte desde el teatro español clásico, que vuelve a explotar con toda su fuerza en la pluma de Lorca. La noción que tienen estas piezas de la potencia situacional del juego de acción entre los personajes es brutal, y eso quedó demostrado en sus obras para títeres que el mismo Lorca representaba. Los temas, obviamente, son siempre los mismos: la vida, la muerte, el amor, la represión, la proyección vital en los hijos, y una mirada casi única del mundo femenino que lo rodeaba, y de sus problemáticas profundas, que sigue vigente.

-Libertablas lleva más de cuarenta años de experiencia teatral, ¿cómo ven hoy la situación del teatro independiente?

L.R.L.: -Libertablas es uno de los pocos sobrevivientes entre las muchas agrupaciones que surgieron desde la dictadura hacia la apertura democrática y vital. El trabajo teatral, especialmente el independiente, es un trabajo eminentemente grupal. Por eso quisiéramos que ese aprendizaje de tolerancia y convivencia, que es la base de nuestra vigencia, pudiera contagiarse a toda la sociedad. El teatro independiente, en su cantidad y calidad insólita, y en la forma en que refleja la forma de ser de nuestro pueblo, es una muestra de sanidad y crecimiento social que debemos defender y cultivar. Y el intento de desguazar el Instituto Nacional de Teatro, artífice de buena parte de ese movimiento, es un disparo al corazón de esta actividad. Pero sabemos que el teatro se regenera y se defiende, porque resistir está en su esencia.

G.M.: - En los tiempos oscuros que atravesamos, son las innumerables salas, que se mantienen abiertas pese a las inclemencias económicas y a las indiferencias gubernamentales, las que nos confirman que los caminos para la construcción colectiva siguen latentes y dispuestos a inyectarnos esperanza y confianza en nosotros mismos, pese a todo.