Lo primero que saca de una vitrina y muestra con orgullo el rosarino Hugo Bruera es el sable -réplica del corvo de San Martín- que le entregó la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando lo ungió como general de brigada. La cercanía a mandatarios argentinos es un hito reiterado de su vida militar, como si hubieran marcado el camino hacia el más notorio: en 1974, siendo cadete, estrechó la mano de Juan Domingo Perón en una revista en tiempos del Colegio Militar. Además formó parte de la guardia de honor en la Quinta Presidencial de Olivos donde reposaron por un tiempo los restos del fallecido líder justicialista. Ese mismo año una Isabel Perón ya presidenta le dio en mano un sable más, el de teniente de infantería recién egresado. Y lo despidió antes del viaje de la promoción a España. Pero lo que hoy lo pone en foco es la relación con otro presidente. Entre 1997 y 1999, con 43 años, Bruera fue jefe de seguridad de la Casa Militar en la Quinta de Olivos. Es decir, un teniente coronel rosarino responsable de cuidar a Carlos Saúl Menem en sus dos últimos años como Presidente, en una de las locaciones de la miniserie que es nave insignia de Amazon Prime y éxito mundial en streaming.

“El general Martín Balza (jefe del Ejército) me ofrece el cargo y cuando leen la resolución se escuchó un uhhh!! de mis camaradas, entre sorpresa y envidia. En realidad se trataba de más responsabilidades, pero de ninguna manera mejora de ingresos”. Y por ahí pasaron los cambios: vivir solo, lejos de la familia, enfrente de la Quinta, en una sede del Círculo Militar; coordinar medidas con Policía Federal, Regimiento de Granaderos, Policía Bonaerense, servicios de inteligencia… Ir siempre por delante de los viajes del Presidente para supervisar lugares de aterrizaje del helicóptero, medidas de seguridad, presencia de bomberos.

Y el contacto diario con Carlos Menem: “Me llamaba coronel, no había forma de que le antepusiera el teniente. Después ya me decía Tanguito, el apodo que traía desde mis tiempos de cadete de Ejército”.

La rutina de la Quinta se alteraba con viajes por la Argentina y al exterior –“me tocaba estar al lado de los encuentros con otros presidentes, por ejemplo en el Kremlin a metros de Boris Yeltsin”- o reuniones de gabinete donde Bruera apuraba la entrada de los ministros para que empezaran a deliberar. “Puntualmente a las 10 de la mañana en esos encuentros servían pizza, pero sola, sin champagne”, detalla Bruera con media sonrisa. ¿Pero sí había champagne en fiestas, aventuras, noches de bailanta? A Bruera no le consta, aunque reconoce que en uno de los portones de la Residencia de Olivos, el que estaba a cargo de la Policía Federal por debajo de una vía del tren, la vista de los custodios era lo suficientemente gorda como para que ingresara cualquiera sin más preguntas o registros. Tampoco le consta que se realizaran fiestas, al estilo de una de las principales secuencias de la serie de Amazon Prime. El segundo mandato de Menem ya no era lo mismo que el primero.

Otra actividad repetida en Olivos eran los partidos de fútbol, con el Presidente como figura principal, rodeado de amigos, ex jugadores, empleados de la residencia y el propio Bruera. Varias fotos del álbum del militar muestran los equipos formados en esas tardes deportivas. “El jugaba de volante central y yo al lado, por derecha. Una vez me pidió la pelota, pero se la pasé al puntero, al costado. A la mañana siguiente, antes de subir al helicóptero que lo llevaba a Casa Rosada, volvió sus pasos, se acercó y me dijo: Ese pase era para mí, yo soy el que distribuye el juego”.

No solo eso. En otro partido de entrecasa, Menem le entró demasiado fuerte a Roberto Zywica, un ex jugador de su amado River Plate. El árbitro improvisado, un antiguo operario de la Quinta, no dudó en sacarle tarjeta roja.

- Si yo me tengo que ir, vos también te vas-, fue la rápida respuesta del Presidente al referí.

- Bueno, me voy…

- No, no, te vas de Olivos para siempre…

La tarjeta roja volvió al bolsillo del referí y Menem siguió jugando como si nada.

Un mito que desarma Bruera es la existencia de un zoológico en Olivos. “Me habían contado que cuando llegó a Olivos en 1989 liberó a los pájaros que estaban enjaulados. Después había algunos animales, como las llamas regalo del presidente peruano Fujimori, que Menem se llevó a Anillaco cuando terminó su mandato. Los empleados adoptaban a los perros que también le regalaban al Presidente, entre ellos un dóberman de los Granaderos que me terminó mordiendo. Le hubieras mostrado la credencial militar, me cargaban”.

El descontento social que cruzó la gestión menemista no interfirió mucho en la vida de la residencia, aunque Bruera recuerda un episodio que inquietó a la custodia: una protesta de transportistas que dejaron decenas de combis clavadas durante días por avenida Libertador, frente a la Quinta. Y, en lo personal, cómo lo afectó la protesta de la “Carpa Blanca” de los docentes frente al Congreso en reclamo de fondos para la educación, una de las más extensas de la década, prácticamente los dos años que le tocó cumplir su deber en Olivos.

La serie protagonizada por Leonardo Sbaraglia cierra la temporada con un hito fundamental, la tragedia de Carlos Menem Jr. en marzo de 1995. Dos años después, Bruera había sido prevenido de algo: “Hoy no es un buen día para el Presidente”. Cada aniversario del nacimiento y de la muerte del hijo, lo ganaba la depresión, se enclaustraba y nadie lo veía el resto de la jornada.

El teniente coronel Bruera se despidió de la Residencia en diciembre de 1999, a la par que Menem le transmitía el mando presidencial a Fernando de la Rúa. “Hizo formar a todo el personal de la Quinta uno al lado del otro y abrazó, entre lágrimas, hasta el último”, recuerda Bruera la jornada final del riojano en Olivos. Una impronta que el militar retirado memora hasta con simpatía.

Bruera tuvo una trayectoria singular como uniformado. Integró un grupo de infantería de montaña que estuvo a minutos de atacar Chile a través de los Andes durante el conflicto por el canal de Beagle en 1978; vivió los horrores de la Guerra de los Balcanes en los ’90 como casco azul de Naciones Unidas; es un fervoroso reivindicador de los militares peronistas que liderados por el general Valle se levantaron contra y fueron fusilados por la “Revolución Libertadora” en 1956; hermano de la abogada de derechos humanos Matilde Bruera, se animó a llevar a dar charlas a la sede del Ejército a las Abuelas de Plaza de Mayo y a José Pablo Feimann (imperdible relato en la contratapa de Página/12 “Conferencia en el Edificio Libertador”); fue enlace entre el Congreso y el Ejército durante cinco años; impulsó durante la presidencia de Cristina Kirchner el ascenso pos mortem a generala del Ejército Argentino de Juana Azurduy.

 

En lo que dura el éxito de una miniserie, esa larga y progresista foja de servicios quedará en segundo plano por haber sido el militar rosarino que dos años le cuidó la espalda a Carlos Menem.