Del 11 al 14 de agosto, la Universidad Nacional de Rosario (UNR) suspenderá por completo sus actividades académicas. La Coordinadora de Asociaciones Docentes (COAD), que nuclea a docentes e investigadores de la casa de estudios, anunció un paro total en reclamo de una urgente recomposición salarial, mejores condiciones laborales y el fin del ajuste presupuestario que, denuncian, amenaza con vaciar de contenido a la universidad pública. “Es una medida fuerte, pero te diría que hasta se queda corta frente al desfinanciamiento brutal que estamos viviendo”, advierte Federico Gayoso, secretario general del gremio docente, en diálogo con Rosario/12.
La decisión de parar durante cuatro días consecutivos, (sucedido por el feriado no laborable del viernes 15 de agosto), marca un punto de inflexión en la disputa que el sector universitario mantiene con el gobierno nacional. Pero no se trata solo de una cuestión de ingresos, asegura Gayoso. El recorte impacta en la salud, la alimentación, el acceso a la ciencia, a la tecnología, a la posibilidad de investigar y formar profesionales. “Estamos frente a un vaciamiento que, si no se frena, puede llevar a que la universidad quede convertida en un cascarón vacío”, dice. Y lo peor: ocurre en un clima de resignación social que, según analiza, no alcanza a dimensionar el daño que este modelo puede provocar a futuro.
—¿Cómo llegan a esta medida de fuerza de casi una semana completa?
—Con la certeza de que estamos atravesando un ahogamiento presupuestario y salarial sin precedentes. Desde que asumió este gobierno, la diferencia entre inflación y aumentos salariales acumulados llega al 90 por ciento. Esto ya no solo nos impide vivir dignamente. Está llevando a nuestra obra social al borde de la quiebra. Tenemos que pagar plus por todos lados. Y la cantidad de compañeras y compañeros que están renunciando es cada vez mayor. Hace unos días hablaba con un colega que dejó el CONICET, renunció a la UNR y se fue al exterior. Eso pasa en las 12 facultades y en las 6 escuelas secundarias de la UNR. Lo que estamos viendo es un vaciamiento silencioso.
—¿Por qué silencioso?
—Porque no se habla. Porque si no salimos nosotros a denunciarlo, parece que nada pasa. Pero sí pasa. Cada día perdemos docentes formados, investigadores valiosos, capacidad instalada. Y lo más grave es que no hay piso. A veces me pregunto si los compañeros del CONICET no deberían bucear en el fondo del mar para ver si encuentran el límite de este ajuste. Porque no lo vemos.
—¿Pensás que hay una estrategia deliberada detrás de ese vaciamiento?
—Yo creo que sí. Creo que este gobierno ve a la universidad pública como un espacio molesto. No toleran el pensamiento crítico. Lo que se busca no es solo achicar el gasto, sino imponer un pensamiento único. Lo vimos en otras épocas: el cordobazo, los rosariazos, la noche de los bastones largos. Las universidades fueron semilleros de rebeldía y pensamiento libre. Somos espacios incómodos para un proyecto político que quiere eliminar toda forma de soberanía nacional. Y eso incluye, claro, a la soberanía científica y educativa.
—¿Qué lectura hacen desde COAD sobre el movimiento estudiantil, que en parte pide que los paros no afecten sus exámenes?
—Es un debate complejo. No son todos, por supuesto. Pero hay sectores representativos que todavía no dimensionan la gravedad de lo que está pasando. Dicen "apoyamos la lucha docente", como si esto fuera solo por nuestro salario. Y no. Estamos hablando de la posible desaparición de la universidad pública tal como la conocemos. Entiendo que moleste perder una mesa o una clase, pero esta pelea es también por los que vienen. Por sus hermanos menores, por sus hijos, por sus nietos. Y también por los que lucharon antes. En el 87 hubo ocho meses de paro. Esos estudiantes perdieron mesas, pero gracias a eso hoy tenemos una universidad gratuita. Hay que mirar más allá del propio ombligo.
—¿Cuánto gana hoy un docente que recién se inicia?
—Con dedicación exclusiva, o sea, 40 horas semanales, el salario básico es de 715 mil pesos. Y si es semi-exclusiva, la mitad. Si es simple, un cuarto. Existe lo que se llama garantía salarial, que fue una conquista de la lucha, y que eleva ese salario a un millón. Pero con eso, pagás un alquiler y te queda media vida afuera. Alimentación, transporte, salud, ropa... todo se hace imposible. Por eso el 66% de los compañeros, según una encuesta que hicimos, tuvo que salir a buscar más trabajos. Eso impacta en la calidad académica, por supuesto.
—¿Y qué papel juega hoy la universidad pública frente a este escenario?
—La UNR y las universidades públicas en general están alimentando, sin quererlo, al sistema privado. Muchos docentes que no pueden sostenerse con un solo cargo van a dar clases a instituciones privadas. Es como si el Estado formara profesionales para que después vayan a trabajar al ámbito privado, e incluso al extranjero. Porque muchos se están yendo del país. Estamos perdiendo talento y futuro.
—¿Hay diálogo con el movimiento estudiantil para explicar esto?
—Sí, lo hay. Y de hecho esta semana de paro vamos a hacer actividades conjuntas con agrupaciones estudiantiles. Pero creo que tenemos que profundizar el diálogo. No están en la vereda de enfrente, pero falta conciencia del peligro real. Si lo entendemos entre todos, podemos construir una defensa más fuerte.
—¿Y con las autoridades de la UNR?
—Es una relación con altibajos. Con el tema del financiamiento universitario cerramos filas, eso hay que reconocerlo. Pero después hay decisiones que nos preocupan. Por ejemplo, frente a un fallo de la Corte Suprema que cuestionaba la participación estudiantil en jurados docentes, el Consejo Superior modificó de un día para el otro la ordenanza y sacó a los estudiantes de las comisiones evaluadoras. Desde ahora son meros observadores. Para nosotros eso es cercenar derechos. Y lo más preocupante es que el movimiento estudiantil muestra cierta indiferencia.
—¿Qué esperan en el corto plazo?, ¿Qué condiciones podrían evitar una escalada en el plan de lucha?
—Lo primero: una convocatoria a paritaria y una recomposición salarial urgente. Y eso depende exclusivamente del gobierno nacional. Las universidades pueden administrar, pero no tienen poder de decisión sobre los salarios. Acá en la UNR tenemos una negociación particular para discutir condiciones de trabajo, acceso, concursos. Y ahí también hay temas pendientes. Pero lo urgente es lo salarial.
—¿Qué horizonte ven si no hay respuestas?
—Oscuro. No queremos ser tremendistas, pero si esto sigue así, el sistema universitario se va a vaciar. Va a quedar una estructura sin contenido, sin docentes, sin investigación, sin futuro. Por eso decimos que esta no es una pelea de los docentes solamente. Es una lucha por la supervivencia de la universidad pública, por el derecho a pensar, a investigar, a vivir con dignidad. Y si hay que parar una semana entera para visibilizarlo, lo vamos a hacer. Y si no alcanza, veremos qué sigue.