El filicidio es una reiteración histórica y hasta mítico religiosa. Un ejemplo de cada una: Medea asesinó a sus tres hijos. El cristianismo se funda en un Dios que expuso a su hijo a una muerte segura, precedida por tortura y humillaciones. ¿E históricos? Basta googlear “casos reales de filicidio” para que Internet vomite filicidas de todas las épocas y lugares. Hace pocos días, en Lomas de Zamora, el vecino Alejandro Ruffo mató con odio a su hijo de ocho años. Era su venganza, tan machista como el crimen mismo: usó al hijo de ambos como proyectil contra su ex mujer.
Si se toma el caso de Lucio Dupuy, un niño de cinco años torturado hasta la muerte por su madre (Magdalena Espósito) y su pareja (Abigail Páez), junto a la justa indignación y la ineluctable condena reflotan así mismo los prejuicios. Uno más que evidente: cuando se trata de las asesinas de Lucio se remarca que son lesbianas, en cambio, no se dice que es hetero el asesino de Lomas de Zamora.
Acaba de editarse un libro sobre el caso Lucio: Bestias perfectas (Emecé), de Mariana Komiseroff, con quien me comuniqué de modo virtual. Vive en Toay, un pueblo de La Pampa, muy cerca de donde mataron a Lucio. Se trata de una crónica sobre el crimen y las asesinas a las que la opinión pública insiste en calificar desde su identidad sexual -lesbianas- y desde una filiación militante que no queda tan clara como la primera, se las llama feministas. Le pregunté a Mariana.
¿Considerás que se puede calificar de feministas a estas dos mujeres que solo ocasionalmente asistieron a alguna movilización y una de ellas expresa inquietudes?
--Sí, no creo que la vara del feminismo se mida por la cantidad de movilizaciones a las que se asiste ni que se pueda revertir la condición de feminista al cometer un crimen. Tuve mucha discrepancia. Algunas entienden que no se puede ser feminista y matar a un niño, yo creo que el feminismo es un movimiento político en el que entran personas de todo tipo, sería ingenuo creer que todas las feministas somos buenas o incapaces de cometer un crimen de género, como a mi entender es el caso Lucio. Ambas se perciben a sí mismas como feministas y así las considero. Son lesbianas, son mujeres, son feministas y son asesinas, sacarlas de alguna de estas categorías sería solo un ejercicio tranquilizador.
¿Qué te motivó a realizar la indagación?
--Soy escritora de ficción, este es mi primer libro de investigación, pero históricamente siempre me interesaron las familias y las posiciones simbólicas dentro de esta institución. El caso tenía los ingredientes que me obsesionan: la maternidad, una familia de mujeres. Y aconteció algo que me resultó inquietante. Para mí la obsesión con una idea es similar a una revelación, aunque no entienda qué es lo que viene a revelar la imagen. Atravesaba el barrio Butaló de Santa Rosa, La Pampa, cuando fueron detenidas Abigaíl y Magdalena, yo aun no sabía nada del caso, pero había mujeres en la vereda de la comisaría agitando palos y gritando asesinas con sus hijos de la mano. Esa imagen apocalíptica me resultó literaria.
Sin embargo, no la utilizaste para escribir una ficción, que es tu especialidad.
--Supongo que mi intención subyacente era llegar a algún tipo de verdad definitiva como si eso fuese posible, pero confirmé algo que ya sabía y es que la verdad es una construcción subjetiva, aunque pareciera que la verdad material, el niño muerto, no tiene construcciones posibles, sí, la tiene. Cuando me adentro en el discurso jurídico tomo conciencia de que, en este lenguaje, también la “verdad” depende del punto de vista que se aborde.
Creo que te interpela así mismo algo más personal y de sentido común, ¿cómo una madre es capaz de torturar a su hijo hasta la muerte?
--Sí, más allá de toda objetividad que pretendo haber logrado a la hora de escribir el libro, la pregunta esa solo puede responderse con más preguntas alrededor de la maternidad y sus contradicciones, la soledad a la hora de criar, el trato y el lugar social que le damos a las infancias.
¿Concluís que se hizo justicia?
--En términos de la legislación argentina tienen la pena máxima y en el caso de Magdalena el tribunal superior le endilgó el delito de abuso sexual agravado del que en primera instancia la habían absuelto. También la familia Dupuy ha logrado que las separaran de cárcel. Es notable, que la sociedad al día de hoy siga pidiendo justicia. El escarnio social pareciera que solo se saciaría con la pena de muerte. No sucede eso con casos similares a manos de varones. La justicia de La Pampa no tiene demoras ni hubo aceleración en el proceso judicial, como podría creerse desde Buenos Aires, Se respetaron los derechos de las condenadas y la valoración de la prueba fue suficiente para que se dictara el veredicto. También es cierto que la justicia está dictada por personas con una construcción simbólica patriarcal y punitiva, pero ese es otro debate.
¿Se lograron los objetivos de tu proyecto?
--El libro organiza el orden de los acontecimientos y refuta algunas informaciones falsas que circularon por la prensa local y nacional, en ese sentido el objetivo está cumplido. Por otro lado, me interesaba poner palabras en ese silencio que hicimos cuando asesinaron a Lucio. Realicé consultas con especialistas en prevención de abuso infantil que me ayudaron a replantear ideas y a descartar algunas intuiciones. Espero que el libro anime a debatir sobre el tabú de la maternidad y del infanticidio.
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La esperanza de Mariana Komiseroff está encaminada, ya que una característica valiosa de la crónica investigativa es ser fecunda, suscitar nuevas preguntas. Por ejemplo, el título del libro se corresponde con los prejuicios de la opinión pública. Y supongo que es un giño a la expresión de Truman Capote refiriéndose a los asesinos de A sangre fría (1966). No obstante, antes que Capote, Rodolfo Walsh en Operación masacre (1966) desarrolló la novela de no ficción o literatura testimonial. El método de esos precursores es el seguido por Mariana. Retomemos: ¿las bestias matan a sus crías? En algunos casos, sí. Pero no las mueve el odio, tampoco el género, sino la escasez de recursos. Sacrifican a sus criaturas más débiles preservando así la sobrevivencia de la especie. Es obvio que no es el caso de las asesinas de Lucio. Pero es difícil aceptar que torturas y filicidios y genocidios no son propios de los animales. Este es el amargo trago que nos invita a tomar la crónica de la crueldad sobre víctimas indefensas. Son crímenes humanos, demasiado humanos. Tenerlo en cuenta es el primer requisito para poder encontrar condiciones de vida que imposibiliten futuras crueldades.