Invierno cordobés de los ochenta, el pasto cubierto por una capa de escarcha, son las primeras horas de la mañana y mi madre abre de golpe todas las ventanas porque siente un calor sofocante, el frío se cuela de afuera, nos sale vapor de la boca cuando tratamos de tomar el café con leche, nos quejamos sin entender ese rapto térmico.

Acaba de salir el último libro de la poeta, escritora, traductora y maestra Laura Wittner. Se llama Diario de menopausia. La dedicatoria del libro dice: “Para las chicas”. Siento la urgencia de vociferar este súbito entusiasmo que me ha tomado la lectura. Las ganas de que todas y todos vayan corriendo a vivir el libro de Laura. Y se me ocurre que a mi madre, este libro la hubiese acompañado en aquel tiempo de los calores misteriosos. Hay libros que son una especie de refugio, guía, lugar donde se puede habitar con placer, el de Laura es uno de esos. No voy a ser original en mi entusiasmo, pero no quiero dejar de expresarlo con vehemencia.

El diario de Laura está escrito, como todo buen diario, desde la más absoluta sinceridad. Y en tren de ser honesto, tengo que contar que Laura ha sido mi maestra en el taller de poesía en los últimos años. Di con ella cuando comenzó la pandemia, el encierro, todo eso; al taller me lo recomendó la escritora Eugenia Pérez Tomas. Fui con temor a esos encuentros virtuales. Allí comencé a bocetar poemas, a escuchar a mis compañeras y a Laura. Ella hacía un trabajo de orfebrería con cada texto que se llevaba al taller. Pulía, acomodaba, potenciaba ese encadenamiento de palabras. Laura tiene rigor, es aguda, pero al mismo tiempo hay dulzura en su accionar de maestra, es generosa y sobre todo, tiene un enorme sentido del humor.


Ese humor es el que emerge brillando chispeante en este libro. Avanzamos en el diario de Laura con asombro por lo cotidiano, disfrutando de las torsiones que solo ella puede hacer con el lenguaje. Y de manera inesperada, por lo que se podría esperar de un libro que toca el tema de la menopausia, lo leemos sonriendo. Tuve la suerte de comenzar a leer el diario de Laura en un vuelo. Estaba un poco triste en ese regreso y la lectura sacudió la maraña. Lo terminé a la mañana siguiente, en la sala de espera de una consulta que se demoró. Lo cerré feliz y entré confiado a ver al doctor. Estoy seguro de que esa alegría se irá replicando en quienes se acerquen al libro de Laura.

El libro está editado por Bosque Energético, la editorial que crearon y sostienen Eugenia Pérez Tomas y Andrés Gallina. Es una editorial especializada en diarios íntimos. Definen su catálogo con este mini manifiesto: “Un mapa de escrituras del presente que indaga en la exploración de archivos personales y promueve la multiplicación de sus bordes: autorretratos, cuadernos de artistas, bitácoras de viajes y de oficios, novelas camufladas en diarios y falsos diarios”. Tuve la fortuna de editar con ellxs Diario inconsciente, un diario que reconstruía una internación de juventud. Fue el primer libro de una serie que siguió, que tiene temas tan diversos como la limpieza, el deseo de escribir a los quince años, ser una guardavidas, el aprendizaje de señas, la construcción de una novela, la vida contada a través de los chapuzones, el aterrizaje en un país del que nos fuimos, el abandono, convivir con el insomnio, la crianza de un niño autista llamado Galileo. A esa lista, ahora, se suma rutilante Diario de menopausia.

Andrés y Eugenia son mis amigxs, vivo cerca, cada tanto nos cruzamos en una plaza donde juega su hija, Amelia. Amelia también se llama la hija de Laura. Como no soy crítico literario me permito contar todas estos vínculos cercanos de los que siento un orgullo profundo. Vuelvo al libro de Laura, salgo de la deriva. Entre lo que me falta por decir y a fuerza de quedarme corto está la sorpresa de descubrir que este diario esconde un libro de aventuras, el cotidiano está expresado con ese pulso que producen los relatos que nos fascinan. Queremos saber qué pasará con Laura, qué hará con sus malestares, cómo irán resolviendo esos escollos que le van ocurriendo a ese organismo mutante, cómo reinventará la vitalidad perdida. La forma en que, finalmente, encuentra dicha en situaciones impensadas.

Copio un fragmento chiquito de una entrada, a modo de mini muestra, solo para que chusmeen, dice: “Siempre vuelvo a esta idea y le agradezco no sé a quién: lo fácil que me es sentir satisfacción. Por ejemplo: si tengo las uñas recién pintadas, porque están novedosas y prolijas; si me las despinto, porque están limpias, sensatas”. Tomo esta partecita, porque el diario de Laura salta de lo minúsculo, de los detalles aparentemente banales a lo enorme, a lo inabarcable y abismal. Y en cada movimiento se va expandiendo, página a página, como ella lo hace en el agua. Es un libro generoso. El de Laura es también su diario como nadadora, como melómana, como lectora, y entonces, como lo hace en su clases, ella va traficando poesías y canciones que friccionan con esa escritura en estado de gracia.

Todo lo que diga acá suena tosco e insuficiente, creo que lo mejor que puede pasarles es leerlo. Aferrarse a este libro en este tiempo de turbulencia. El diario de Laura Wittner es un talismán, lo que nos faltaba y no sabíamos para esperar esta primavera insolente que se avecina.