“¡Cómo lloraban cuando venían las topadoras y les tiraban abajo las casas! Porque se habían hecho las casas. Porque vinieron con topadoras. ¡Cómo lloraban mis vecinos! No pude soportar más ver todo eso, no quería ni mirar. Por eso me fui”. El mate pasa de mano añosa en mano añosa.
La vecina que habla precisa una dirección: Esmeralda entre “Ituzaingo” y Cerrito. Dice “Ituzaingo”, como decimos todos, sin acento en la “o”.
“La villa estaba detrás del edificio del sindicato”, agrega la hija de la otra vecina y me pasa un mate. (Dicho edificio sigue estando por Cerrito entre Chacabuco y Esmeralda, marcando todavía un mojón entre mundos).
“Había una villa muy grande”, recuerda la madre. “Yo estaba por comprar acá y me dijeron: «compre igual, que la van a sacar». ¡Y la sacaron!”, sonríe con satisfacción. “Al año nomás”, agrega. ¿En qué año? “Mil novecientos setenta y cinco”, responde la anciana a mi pregunta y en cuatro cifras me demuele la versión que yo tenía. Si desarraigaron la villa en mil novecientos setenta y cinco, pienso, entonces fue antes de la dictadura.
La hija trata de adecuar los datos a mi molde prefabricado y me explica que ese año compraron, que a la villa la sacaron un año después. Yo insisto con el setenta y seis; después me callo, porque temo estar forzando los relatos.
La memoria está viva, fresca como la tierra removida que aparece en mis pesadillas con llovizna. Fresca, sí, pero bajo una capa de silencio. Silencio y quizá vergüenza. Hace meses que tomo mate con mi vecina y es la primera vez que menciona su casa de la calle Esmeralda, “en la villita”. ¿La casa sigue ahí? “No, la demolieron y pusieron una canchita de fútbol”.
“Yo iba a jugar ahí, hasta que me prohibieron el fútbol”, dice la hija de la otra.
¿Por qué? “Ya tenía quince, no era para señoritas y tenían miedo de que fuese torta”, susurra mirando para un costado mientras su madre me ofrece un pedazo de torta. La memoria está viva; yo nomás tenía que sentarme al sol una tarde de domingo a tomar mate en la vereda con mis vecinas. ¿Cómo hago para rescatar los relatos de todas? ¿Filmar un documental?
Un mapa que ilustra el libro Villas en dictadura (Café de las ciudades, 2021) señala como “Desalojo 1976” la zona comprendida entre Avenida Pellegrini (al norte), Esmeralda (al oeste), Cerrito (al sur) y Avenida Belgrano (o la barranca) al este. ¡Oh, arcángeles guardianes de los cuatro puntos cardinales, concededme hallar ese libro!
Los autores del capítulo “La villa de La Sexta. Desalojos, resistencias y memorias espacializadas de la última dictadura cívico-militar” (Carlos Salamanca, Paula Vera y Gustavo Fernetti) investigaron la historia que busco. O que más bien me busca, a mí que olvido todo y habito algo, que ando siguiendo un apetito de azúcar y que me quedo un rato -como los gatos que aquí se pasean al sol por las veredas vacías- ahí donde me traten bien y me den comida y agua.
Un mapa satelital fechado en 2011 me muestra la manzana comprendida entre Esmeralda, Beruti, Ituzaingó y Cerrito como un gran ground zero de pasto reseco y sí hay una cancha pero del otro lado: media cuadra de fondo, ingresando por Beruti.
Las fuentes consultadas difieren según su extracción social: “Berutti” (con dos t, a la italiana) o “Berruti” (a la criolla). Por Cerrito se ve algo, no se entiende qué. ¿Destino para próximas caminatas?
O no, porque ya estuve ahí. Estuve hace años en medio de una batalla que no entendía, recitando entre lágrimas un poema que hablaba del territorio. Era todo distinto. Recuerdo una mesa con libros al aire libre, y charlas con vecinas que hablaban de una biblioteca ¿futura o presente? con un militante orgulloso de la gente del barrio que había hecho sus propios ladrillos para hacerse sus casas, y que después fue preso; vecinas que prometían acompañarte a tomar el colectivo porque ellas mismas decían que era peligroso... pero no logro ni logré descular el formidable berenjenal inmobiliario, legal, jurídico, ético, de los desalojos en Villa La Sexta.
Cuando salgo a caminar al sol por el campito de Esmeralda entre Riobamba y Cerrito, veo y reconozco -al este del césped- algunas de aquellas casas humildes al parecer construidas hacia 2018. Por el camino, el lado este de la calle Esmeralda entre Viamonte y Riobamba son todos edificios nuevos ¿en construcción, deshabitados? que vengo viendo ahí no sé desde cuándo.
Estuve hace pocas semanas comprando cerveza al otro lado del campito, o plaza, cuyo límite norte por calle Cerrito se me antojaba amenazante y no traspasé en mis paseos, pero sí en aquel mandado autoimpulsado por un vago espíritu rockero, desde un almuerzo entre amigos en una vivienda cercana.
Más allá del campito, anoche, desvelada, en casa, teléfono con Gmail en mano, un mapa de 2024 me mostraba unos rectángulos largos que la foto 3D revelaba como edificios... y recordé: esos son los otros edificios nuevos que suelo ver desde mi terraza, con sus cortinas de distintos colores en las ventanas, y que había mirado de cerca en aquella radiante tarde de sábado con la bolsa de latas en la mano. Latas que no sé quién habrá terminado de vaciar en aquel asado entre fans del fernet y del vino.
Logro hacer arrancar el teléfono y encuentro el campito en el mapa: se llama “Plaza República de La Sexta”. Luego vuelve a morir, mientras desde el colegio del barrio suenan marchas militares. El mapa satelital que abro en la computadora me muestra edificios que coinciden con aquellos rectángulos largos del mapa de 2024 que consulté anoche y sí, coinciden con el ground zero de 2011 y con la casa que le tiraron abajo a mi vecina.
Voy a las fuentes oficiales. Una nota del 31 de enero de 2018 anuncia el relevamiento del Plan Abre (municipal y provincial) “en la zona del asentamiento comprendido por calles Berutti [sic], Cochabamba, Cerrito y la barranca”. Medios alternativos (La Izquierda Diario y La Colectiva) junto con la Coordinadora Antirrepresiva Rosario y la agrupación vecinal “La Sexta Resiste”, testimonian el 1° de noviembre de 2018 (Día de los Muertos) que ese día a las 6 de la mañana vecinxs de La Sexta fueron atacados con balas de goma, gas pimienta, gases lacrimógenos y balas de plomo. Apuntaban “a la cabeza, a la cara”.
Hay fotos de la represión, se ve que policial: se narra una protesta ante la comisaría 2° por un detenido. El territorio en disputa abarca dos manzanas, entre Viamonte al 100 bis y Riobamba al 100 bis, formando entre ambas calles una franja que limita al oeste por Esmeralda y al este por “Berruti”, la última calle antes del Centro Universitario Rosario que empezó a funcionar a comienzos de los años ‘70.
En 2019, según el gobierno provincial se “consolida la urbanización del barrio”. Foto a puro cemento armado de un pujante complejo de viviendas en construcción. En septiembre de 2024, informa un diario local: “En el marco del plan de urbanización que viene desarrollando el municipio junto al gobierno provincial y la Universidad Nacional de Rosario (UNR), comenzó el traslado de familias al conjunto habitacional ubicado en Esmeralda y Viamonte”.
Con mi vecina que terminó con su casa demolida, hace meses mirábamos con cierta desconfianza para aquel lado. Temíamos que fuesen ocupantes ilegales “aquellos nuevos, de allá por Viamonte”.