Homo sacra res homini

Séneca

La historia argentina, como toda buena historia, empieza con un mito. Un mito que es también una música, un cuento, una palabra. Sin ir más lejos, para el justicialismo la más maravillosa música es una palabra. Sin embargo, esta palabra no es un logos, sino más bien un pathos, un sentir, una voluntad. El mito que vio nacer a la Argentina y al justicialismo consigo, es el mito gaucho, es ese el acontecimiento originario que dio luz al pueblo argentino, mayo de 1810. Incipit! el camino de un pueblo hacia un destino de grandeza y una promesa de felicidad. Como reza el alemán, Ereignis, un acontecer apropiante, el momento en que el pueblo argentino se apropia de sí mismo, y se ofrece a un destino que lo precede. Un aliento de eternidad que lo anima desde la plenitud anímica hacia la creación colectiva de su imagen viviente, la patria (Astrada).

Pero un mito es más que una narración, un mito habla de algo inaccesible, algo intraducible para el mundo de las palabras, es algo mayor porque siempre es anterior. En el origen del pensamiento occidental, los mitos eran la única manera de dar cuenta del mundo real, el mundo inteligible, solo accesible a través del alma, el mundo eterno de las ideas. Las ideas no son cosas, no son ni materia inerte, ni su designación lingüística, no son objetos de la técnica, ni abstracciones matemáticas. Las ideas tienen su hogar en el alma y el alma es inasequible por su infinitud y su eternidad, alcanzable solo a través de una canción, de un poema, jamás desde un argumento silogístico.

El justicialismo es la estructura ontológica, ética y política de ese mito y la carnadura del alma de ese pueblo. A su vez, y quizás más importante aún, es la celebración de la ese acontecimiento mítico, fundacional e inevitable. El mito gaucho como irrupción inicial de la argentinidad da lugar al descamisado, como describe Hernández a su Fierro, sin camisa ni cosa que se le parezca, es esa la figura política de su encarnación, su antropología. El descamisado, es el trabajador autoproclamado pueblo, apropiado su destino y constituido su fundamento. Si bien dentro de toda la historia del justicialismo ha ido desapareciendo, el descamisado es el origen en tanto es el pueblo que se asume tal, el pueblo que se distingue del prolijo obrero marxista y del traje del empresario, que está afuera, abajo, scammiciato. Se trata de un nombre que sirve también para distinguir a ese pueblo acontecial de la categoría impráctica de trabajador, porque expresa solo una parte de ese acontecer, pues confunde con el termino marxiano que refiere únicamente a un trabajador asalariado y a su relación con el patrón. Si bien Perón utiliza el término contadas veces, y solo al comienzo del peronismo, el descamisado es una descripción más exacta ya que es propia al pueblo mismo.

El descamisado es la reencarnación del mito originario del gaucho; como trabajador, el descamisado, transforma la materia en un bien común destinado a la riqueza de la comunidad. Cumple su rol pues se define a partir del hacer, lo que hace a su antropología, una antropología pragmática, el descamisado se hace a sí mismo y se realiza en su hacer, al mismo tiempo que construye la comunidad. El trabajo del descamisado es lo que le otorga su dignidad política, le asegura el estar con los demás, así como el definirse frente a la existencia en general. Es a través de su trabajo que el descamisado se realiza y realiza así a su comunidad. Es esta la razón por la cual el justicialismo le da importancia a evitar el sufrimiento del trabajador, ya que quiere evitar el sacrificio y fundamentar en el trabajo el camino hacia la felicidad. Pero esta solo se obtiene en comunidad, en una comunidad solidaria que se celebra desde algo más. En oposición a la antropología de Kant, el hombre y la mujer justicialista no se destaca por su racionalidad sino por la fuerza de su voluntad. Voluntad de poder que se realiza en tanto realiza la comunidad. El justicialismo es el camino interminable hacia la justicia, mientras haya injusticia, el descamisado no descansará.

* Doctor, Magister y Licenciado en Filosofía por la Universite de Paris IV-Sorbonne