Tantas canciones como cada uno quiera, elegidas para convivir en una rockola (o playlist) personal, que acompañe siempre. Cuando estas canciones se escuchan de manera próxima, la intimidad crece; y esto es algo de lo mucho que permite el formato FilaCero, con el público ubicado sobre el escenario. Será una ocasión especial para el disfrute de la música de Adrián Abonizio, quien estará acompañado por Julián Cicerchia en guitarra, en el concierto acústico que ofrecerá el martes próximo a las 20, en Teatro El Círculo (Laprida 1235). Adrián Abonizio Acústico: sus grandes canciones forma parte del ciclo FilaCero, que producen el sello discográfico BlueArt y Asociación Cultural El Círculo.
“A mí me parece que a los cementerios habría que llevarlos afuera de la ciudad, porque tienen un influjo espiritual sobre la gente y adormecen el lugar. Si tuviese guita, mi sueño sería poner dos boliches en los cementerios de San Salvador y La Piedad, como -según me dijeron- hay en Europa. ¡Sabés cómo funcionaría! Porque la gente, si está muerta, va a ir a escuchar música donde están los muertos”, comenta Adrián Abonizio a Rosario/12. Lo dicho viene a cuento: a partir de cierta hora del día (o de la noche), Rosario se vuelve una zona fantasma. Pocos y escondidos lugares donde ir, siempre y cuando no retiren el tenedor antes de la medianoche; ese horario brujeril, cuando el transporte público se vuelve un mito.
“A ver, muchachos, los viernes salen todos, pobres y no pobres, deambulantes, muertos vivos, todos juntos. A lo mejor hay que empezar a tocar los lunes y los miércoles; total, perdido por perdido. Si tuviese un boliche, lo abro el lunes a la noche con entrada gratis; dentro de la pobreza, habría que tener un poco más de criterio y poder decir: ‘Me da lo mismo cualquier día’. Me da esa sensación de fin de algo, acá en Rosario. Si se terminó el mundo y ya está todo perdido porque nos invaden los marines, vamos a seguir tocando hasta que se cansen, hay que cansarlos con la música. No hay que achicarse, hay que molestarlos”, prosigue.
-Me gusta esto de “cansarlos con la música”.
-Pero veo que los músicos tienen un miedo bárbaro, loco. Tienen miedo. Hay gente que está encerrada en su casa, esperando una promoción del Coto para salir. Parece que a las nueve de la noche nadie quiere ensayar. Cuando era pendejo, en dictadura, andaba a la noche por las calles y temíamos ser cazados, nos quedábamos tocando en algún lado porque, si no, nos moríamos. Y ahora estamos en un momento parecido. Si no seguimos tocando, te cazan y te comen. No es que yo voy a salvar el momento este, lo que digo es: copiémonos, influenciémonos, contagiémonos de la voluntad de tocar; y seamos, un poco, un suicida feliz. De mi generación hay quienes están como jubilados y esperan a la noche para ver Netflix. Muchachos, ¿están esperando morir? Yo también tengo familia, tengo que bancar cosas, pero lo que no perdí es eso, hay que ser un poco más kamikaze, y a los que no gustan de vos hay que cansarlos, hay que demostrar que uno no está muerto. Estará todo perdido, pero estoy vivo.
-Y privilegiar el placer de tocar, de hacer música, antes que ciertas condiciones o características supuestas.
-Un detalle de la problemática horrorosa que estamos viviendo es la perfección, y en televisión o lo que sea, a los cantantes y las cantantes les venden la perfección. Distintos artistas compran a la gente, se pelean por ellos, si canta bien lo ponen en su grupo. Si voy yo, que no canto bien y me olvido la letra, no me compra nadie, quedo afuera. Si yo hago esto es por el hecho de tocar. No se trata de ese hipismo cruel de tocar para divertirnos, pero pasa un año y el grupo ya no se divierte porque hay que comer. Está bien, toquemos por tocar, pero busquemos un mango y vivamos de esto. Pero todos buscan afinar, cantar bien, que no se noten las imperfecciones. Si somos imperfectos, ¿para qué buscamos esa perfección que nos han vendido? Una canción, un ratito de canción, te salva la vida. El tema es la transmisión, es decir, hay gente que no canta bien, pero transmite. Hay que enseñar a transmitir, no a brillar. Yo soy un jugador del ascenso. Déjenme en el ascenso, que estoy bien. En la Copa Argentina, los jugadores salen con un cheque gigante de los partidos. ¡Mierda!, ¿ustedes juegan por la guita? Está bien, pero cuanto más alto llegás, más compromiso tenés, más guita precisás, para que después vengan las declaraciones pelotudas de los stars argentinos mundiales. Déjenme tranquilo, yo juego en la B y en la C.
-Entiendo que también es así porque sos un trovador, me gusta pensarte de esa manera.
-El mejor tirano o tirana del mundo es la canción, porque te lleva a un lugar, te deja ahí, y la gente que queda hechizada. Hay quienes te dicen: "Me acuerdo que vos hacías tal canción. ¿La vas a hacer esta noche?" Y les digo: "¿La querés? La hago, para que te reencuentres con eso y te lo agradezco. Pero va a haber un montón de canciones que no vas a conocer o que voy a improvisar, son canciones que a mí me hacen bien”. Si lo que canto lo hago de memoria, me pego un tiro. Uno tiene que estar pensando que está escribiendo una larga canción, que no termina nunca. Porque cuando pensás que terminaste, empezás a dar declaraciones estúpidas y te ponés a opinar de pelotudeces. El arte tiene que ser un hechizo, si no, no pasa nada. A veces quisiera tener un poder sobrenatural, para que cada uno encuentre ese hechizo personal en su vida, se vayan salvando, y dejen esa adicción a tanta perversión, a votar mal, y a sentirse que no son artistas porque eso sería para otros.