El sábado 23, el Teatro Argentino de La Plata estrenó su programa contemporáneo de ballet, que cruza clásicos de Vivaldi, Mahler y Ravel interpretados por la Orquesta Estable, con coreografías que desafían las formas más tradicionales de la danza. La puesta estuvo a cargo de la compañía de ballet del Teatro, la más importante de la provincia de Buenos Aires. Las funciones continuarán los días 28, 29, 30 y 31 de este mes.
Eran las 19.50 hs y en la Ginastera ya no entraba un alfiler. Desde adultos mayores hasta chicos y chicas ansiosos por ver por primera vez un ballet, a diez minutos del gran estreno el clima era de expectativa. Se apagaron las luces y la noche comenzó de la mano de “Vivaldi x 4”, con música de “Las Cuatro Estaciones" de Antonio Vivaldi y coreografía del maestro Alejandro Cervera. Se presentó Nicolás Favero, a cargo de la dirección musical de la pieza, y una enorme pantalla verde se encendió para poner fin a la oscuridad de la sala. Los violines dieron inicio al famoso pasaje de “La Primavera”, el primero de los conciertos de la obra, de tono más liviano y juguetón. La coreografía y la interpretación de los bailarines acompañaron este momento más distendido, con dúos de parejas que se encontraban y desencontraban, faldas a tono con mucho vuelo y una puesta minimalista. Después llegó “El Verano”, el segundo concierto. La pantalla viró a su opuesto complementario, el rojo, y la iluminación produjo un gran contraste con las figuras de los bailarines, a oscuras recortados contra el fondo brillante. El dramatismo tomó la escena, y la coreografía, por momentos, tuvo guiños a los movimientos de las artes marciales. Para la llegada del “Otoño”, de tonos naranjas, ocres y salmones, el público ya estaba completamente inmerso en la obra, y para la llegada del “Invierno”, el último concierto azul, conmovido.
Cervera explicó que para componer la coreografía se dejó llevar por la magia de la música de Vivaldi, por sus sugerencias, sus ritmos, sus tensiones y distensiones. Además, trabajó el aspecto visual de la puesta teniendo en cuenta esos cuatro momentos del año que definen la vida en la tierra: la aparición de lo nuevo, la desaparición de lo viejo, ese continuum. “Creo que el invierno y el verano, como son las estaciones más punzantes, tienen un carácter más fuerte que la primavera y el otoño. Eso hace que la obra sea dinámica y que no se perciban las cuatro partes como algo igual, son cuatro piezas bastante distintas, la obra es muy ágil”, dijo después de la función a Buenos Aires/12.
Al concluir Vivaldi llegó el intervalo. El público aprovechó para ir al baño o salir a tomar algo al buffet, y un chico visiblemente sorprendido por el despliegue que acababa de presenciar preguntó a su mamá si la orquesta estaba amplificada. “No, los músicos tocan desde el foso y el sonido se escucha muy bien por cómo está construida la sala”, explicó su madre sobre la acústica impecable de la Ginastera, reabierta en 2023 tras largos años de abandono durante la gestión Vidal. “Es la primera vez que trabajo en el edificio de la calle 51, un espacio verdaderamente imponente, y estoy feliz con la respuesta del público. Es hermoso que sea un proyecto cultural de esta envergadura, abierto a la gente y de manera gratuita. Veo todo tipo de público: niños, adultos, personas mayores, familias, gente que viene sola. Y es emocionante, porque hay una verdadera comunión, un encuentro entre personas muy diferentes reunidas a partir de la música y la danza. En el fondo, las artes son para eso: para que los humanos compartamos y podamos disfrutar juntos”, reflexionó Cervera.
La segunda parte de la función inició con una apuesta más minimalista. A diferencia del gran despliegue escénico y dramático de “Vivaldi x 4”, que involucró a unos veinte bailarines y bailarinas por concierto-estación, “Adagietto”, con música de Gustav Mahler, dirección musical de Carlos Vieu y la coreografía de Oscar Araiz repuesta por María Fernanda Bianchi, directora del cuerpo de ballet, involucró únicamente a dos bailarines: Elizabeth Antúnez y Miguel Ángel Klug, que dejaron a la sala entera conteniendo la respiración. La puesta, una pintura azul y celeste, evocó la densidad y la lentitud del universo submarino, y la pareja de bailarines sorprendió por su destreza y virtuosismo: en la búsqueda de un movimiento ligado y continuo, se volvieron una misma entidad, un mismo sujeto desplegándose y contrayéndose en el fondo del mar. Con la precisión y la condensación clásicas de la acrobacia, transportaron a la Ginastera a las profundidades y, al final, entre el aplauso rabioso del público, también pudo escucharse cómo a algunos se les piantó un lagrimón de la emoción.
Mahler compuso su Quinta Sinfonía durante los veranos de 1901 y 1902, y dedicó el adagietto a su esposa, Alma. Esa pulsión amorosa está presente a lo largo de toda la pieza, desplegada en un paisaje conocido para cualquiera que se haya animado a atravesarlo: erotismo, intimidad, esperanza, angustia, serenidad, alegría. “La música te va llevando por todas esas zonas, no hay palabras para describirlo, es algo que se siente en el cuerpo”, dijo emocionado a Buenos Aires/12 un señor del público que llevó a sus nietos a disfrutar de la función. “Todo tiene que ver con la densidad: el aire tiene un peso, una materia, y en el Adagietto eso se percibe”, explicó María Fernanda Bianchi, que estuvo al cuidado de la reposición de la pieza. “Tiene ese magnetismo donde nada es abrupto, nada es extremo, salvo el final, que —como diría Araiz, su propio autor— es ‘un orgasmo’, un halo de luz, el éxtasis de la obra. Es un trabajo en torno a la lentitud y la armonía con la música. Por eso tiene la magnitud que tiene y fue interpretado en Europa, Estados Unidos y en nuestro país en reiteradas oportunidades. Posee ese lenguaje tan bien entretejido entre la música y la coreografía que lleva la firma del estilo Araiz”, remarcó.
El broche de oro llegó con el estreno de “Bolero”, con música de Maurice Ravel, dirección musical de Vieu y coreografía de la platense Romina Simone, una de las jóvenes promesas de la disciplina. El Bolero tiene una característica inconfundible: en un crescendo constante y gradual, presenta una melodía en dos partes que se repite sobre un ostinato rítmico una y otra vez, incrementando gradualmente el volumen y la intensidad de la orquesta hasta lograr el clímax final. Simone replicó esta estructura a nivel coreográfico y visual: el primer cuadro inicia con algunos bailarines en el centro de la escena, en una imagen que poco a poco se va descomponiendo hasta llegar a tomar la totalidad del escenario. A medida que los distintos instrumentos de la orquesta entonan una y otra vez la melodía, más bailarines van ingresando a la escena hasta completar un total de cuarenta personas bailando al mismo tiempo. La coreógrafa posee un ojo digno de una artista plástica: sobre el fondo de la pantalla naranja con centro amarillo, creó imágenes de alto impácto, donde la sorpresa (y la emoción) estaban puestas en la capacidad coral del grupo, que trabajó unido para crear distintas figuras, como un maravilloso ciempiés de brazos y manos. También fue un acierto cómo Simone decidió trabajar la espacialidad del escenario, creando distintos planos visuales y tonalidades rítmicas para los cuerpos de los intérpretes, lo que por momentos sugirió un aire primitivo, un no sé qué que recordó a Pina Bausch y su Consagración de la Primavera.
Al terminar la función, la Ginastera se puso de pie en un aplauso largo y sostenido. Era el reconocimiento al virtuosismo de los intérpretes, al trabajo coreográfico y musical, y a la profundidad de un programa que logró, en una sola noche, trazar un puente entre tradición y vanguardia, entre los grandes maestros y las nuevas voces de la danza nacional; reafirmando la importancia de un proyecto cultural abierto, gratuito y plural, capaz de convocar a públicos amplios y de emocionar tanto a quienes viven el ballet desde hace años como a quienes el sábado lo descubrieron por primera vez.
La entrada para el “Programa Contemporáneo” es gratuita, y puede reservarse online a través de la web y redes del Teatro Argentino. Para las funciones del 28 al 31 de agosto, las entradas estarán disponibles para ser adquiridas desde el martes 26 a las 12 hs. Además, las personas mayores de 65 años tendrán la opción de retirar un cupo presencial en boletería el martes 26 de 12 a 18 hs.