Cuando parecía que la saga Alien ya había dado todo lo que tenía por dar y que iba rumbo a ser una más de tantas buenas ideas sobreexplotadas por Hollywood, Alien: Earth viene a traer aires frescos al terror espacial y, sobre todo, refresca algunas de las discusiones ontológicas que siempre caracterizaron al género de la ciencia ficción. Una buena.
Hay algunos críticos que proponen leer la saga original de Alien, dirigida por Ridley Scott (y magníficamente protagonizada por Sigourney Weaver) como una alegoría para discutir derechos reproductivos y sobre el propio cuerpo –especialmente, los cuerpos que pueden procrear-. Alien: Earth, de Noah Hawley, vuelve un poco a esa lectura, pero busca por otro lado. En la serie que estrena capítulos cada martes en Disney+, la acción se traslada a la Tierra. En la narrativa futurista de la serie la democracia “fracasó” y cinco corporaciones se reparten la torta, mientras buscan distintos de modos la inmortalidad. Seres sintéticos, inteligencias artificiales y humanos con mejoras cibernéticas son las tres opciones más recurridas. En este contexto cae una nave de una de estas corporaciones cargadas de varias terroríficas especies alienígenas parasitarias –el propio Alien, un ojo con tentáculos y más- que viven justamente de tomar el cuerpo de sus huéspedes y no pueden hacerlo con los sintéticos.
Pero estos “transhumanos”, ¿son humanos si su cuerpo es enteramente artificial? ¿Y si su consciencia es, en realidad, la mente y sentimientos de una persona copiados a su matriz? Y si no son humanos, ¿qué son? ¿Es la búsqueda de la inmortalidad un infantilismo? La serie va planteando todas esas preguntas; a veces las sugiere, otras las formula directamente. Al mismo tiempo, es imposible no leer la serie en función de los ataques que la derecha fascista viene agitando en todo el mundo contra disidencias sexuales y, especialmente, contra las personas trans. También en Alien: Earth las corporaciones ponen en duda el estatuto ontológico de quienes se modificaron.
La narrativa de Hawley es –muy especialmente en el primer capítulo- un festival de referencias, como si el cineasta norteamericano quisiera advertirle al espectador acerca de todas las discusiones que abrirá a lo largo de la serie: Peter Pan, La Era del Hielo, Isaac Asimov, Arthur C. Clarke (se le atribuye erróneamente a Asimov una frase que le pertenece), Blade Runner, los atentados del 11 de septiembre, Underworld, Resident Evil y hasta María Antonieta desfilan aquí y allá. Sin embargo, y salvo Peter Pan que opera como hilo conductor de las motivaciones del CEO de Prodigy, la corporación que está a cargo del quilombo, el resto de las alusiones son más o menos sutiles.
La narrativa se sostiene en un guión sólido –algo que bien podía esperarse de Hawley, conocido por su trabajo en la serie de culto Fargo- y una inserción cuidada en el “universo Alien”. Earth sucede dos años antes de los eventos de la original, con lo cual en principio opera de precuela, aunque para el capítulo 4 –el último lanzado- la narrativa permite que espectadores sin conocimientos previos se incorporen a la saga.
Más allá del buen guión, la serie se sostiene en buenas actuaciones que incluyen a Sidney Chandler (como Wendy, la transhumana y principal protagonista), Alex Lawther (su hermano, a quien el espectador conoce como el protagonista de The end of the f***ing world y como el filósofo revolucionario en Andor), Samuel Blenkin como Boy Kavalier (en quien es imposible no ver una crítica a Elon Musk y su calaña), y el enorme Timothy Oliphant (Justified, Deadwood, Santa Clarita Diet), quien además encarna en su pelo decolorado la alusión más evidente a Blade Runner.
El apartado de efectos especiales, que siempre queda en el centro de las miradas de los fans, cumple con su cometido. Hay un aire que recuerda a la saga original sin por eso verse viejo (la primera película tiene ya más de 45 años) y la mayoría de la plata está puesta en los primeros episodios, con la caída de la nave y el subsiguiente caos. Si algo rompe la verosimilitud de este sci fi no está en los efectos especiales sino en los paisajes libres de contaminación que se muestran, algo que difícilmente se asocie a un gobierno de las corporaciones. La ciencia ficción es poderosa, pero tampoco lo puede todo.