En el municipio de Eldorado, donde la Mata Atlántica todavía late como uno de los pulmones más antiguos del planeta, nació entre 1825 y 1830 el Quilombo São Pedro, fundado por Roza Machado y Bernardo Furquim. Fue refugio y hogar para quienes huían del sistema esclavista, un territorio de libertad creado a contracorriente del orden colonial. Allí se levantó una comunidad autosuficiente, se recrearon vínculos con la tierra, se transmitieron lenguas, religiones y saberes africanos y afrodescendientes, y se tejieron nuevas formas de vida colectiva que desafiaban la lógica de dominación. Durante casi dos siglos, la comunidad resistió invasiones, deforestación, proyectos de represas y la criminalización de sus prácticas agrícolas. Finalmente, en septiembre de 2022, después de más de tres décadas de espera desde la Constitución de 1988, São Pedro celebró la titulación definitiva de sus tierras colectivas: un triunfo largamente postergado que consagra, en el papel, lo que sus habitantes siempre supieron en la memoria.
El territorio del Quilombo São Pedro es un entramado de memoria, saberes y prácticas comunitarias. En sus tierras conviven casas de adobe y edificios de mampostería, un molino harinero, una capilla, un campo de fútbol en la llanura aluvial y hasta un pequeño bar que funciona como punto de encuentro. Entre huertas comunitarias, manantiales y áreas de cultivo, la comunidad ha construido una vida atravesada por la resiliencia.
Las festividades de San Pedro, los círculos de memoria y los torneos de fútbol del Esporte Clube São Pedro son actos de resistencia cultural que refuerzan los lazos comunitarios. Jóvenes y adultos con formación universitaria, organizados en colectivos y líderes que participan en redes regionales y nacionales muestran que este quilombo no es solo un vestigio del pasado, sino un actor político del presente.
El corazón productivo de la comunidad late en el Sistema Agrícola Tradicional Quilombola (SATQ), reconocido desde 2018 como Patrimonio Inmaterial de Brasil por el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional. Esta práctica ancestral combina conocimiento ecológico y espiritualidad, la roza de coivara implica preparar el suelo con cuidado, aprovechar las cenizas para nutrirlo, sembrar semillas nativas y rotar las áreas de cultivo para permitir que el bosque se regenere. Produciendo una filosofía de vida que garantiza seguridad alimentaria y preservación ambiental.
Durante la pandemia, cuando la venta de productos agrícolas se desplomó, la comunidad creó el proyecto “De Quilombo a Favela”, que distribuyó 330 toneladas de alimentos orgánicos a más de 42.000 personas en situación de vulnerabilidad. La iniciativa, apoyada por el Museo Afrobrasileño Emanoel Araujo, demostró que el legado de São Pedro no se limita a su propio espacio, es un constructo que abraza a toda la comunidad negra.
La titulación definitiva de sus tierras en 2022 fue celebrada como un hecho histórico, pero también dejó en evidencia la deuda del Estado brasileño con las comunidades quilombolas. En São Paulo existen 88 comunidades reconocidas; apenas dos cuentan con registro notarial de sus territorios. Según cálculos de organizaciones quilombolas, al ritmo actual serían necesarios más de mil años para titular todos los territorios en Brasil.
En São Pedro, la comunidad supo articularse con movimientos sociales, instituciones culturales y colectivos de mujeres y jóvenes para sostener la lucha. Hoy, con la seguridad jurídica de la tierra, sus 56 familias pueden proyectar el futuro con más certezas, preservar su cultura, transmitirla a las nuevas generaciones y continuar enseñando al mundo que la libertad se cultiva, se celebra y se defiende.