El sintagma "cine de lo posible" se repite varias veces en la boca de Puma Katrileo, jurado y organizador del Festival de Cine Plurinacional Quilmeño “Isabel Pallamay". A pesar de haber tenido lugar la semana pasada en la ciudad, el festival todavía hace escuchar sus ecos. "Evaluamos la cuestión narrativa, la construcción del mensaje, la forma. Buscábamos realizaciones territoriales, dejando en un segundo plano cuestiones de técnica, sonido, imagen. Quizás hasta en un tercero también. Lo que nos interesaba eran propuestas novedosas, historias, que muchas veces no llegan a verse por una cuestión técnica o porque piensan que lo que cuentan es irrelevante", afirma Katrileo. Para la convocatoria, sus organizadores recorrieron a pie y virtualmente distintos espacios de la provincia y el país, rastreando e incentivando a quien fuese a presentar sus obras, por más de que tuvieran más de diez años de producción. Se presentaron alrededor de veintisiete cortometrajes de distintas partes del país, de las que se preseleccionaron diez, y fueron proyectadas el sábado pasados frente a un importante público que colmó la sala del Teatro Municipal de Quilmes.
Que la iniciativa nazca en ese municipio y que el público haya acompañado la movida no son casualidades. El festival lleva el nombre de la primera mujer cacica del pueblo Kilme, elegida por su pueblo como autoridad política indígena desde 1708 hasta el 1718. Quilmes fue el primer municipio del país en ser declarado "plurinacional e intercultural" por el Honorable Concejo Deliberante en 2015. En ese sentido, el festival se piensa localmente en su rol de visibilizar los relatos de comunidades históricamente silenciadas. Pero tambien, de la Argentina. La apertura de la jornada de proyeccion comenzó con un homenaje a Cristina Uribe, una referente guaraní de zona sur, tan militante del partido comunista como de la cuestión indígena. También hubo una mención especial a un realizador Francis de Chesa, fallecido en 2017, que estuvo detenido en el Pozo de Quilmes, del que encontraron una pelicula que hizo en homenaje a Isabel Pallamay, la activista que da nombre al festival. La historia de los pueblos originarios es parte de la historia de nuestro país. "El sistema dice minorías étnicas como una forma de bajar el precio, es decir, son los menos. Pero nosotros decimos que no somos ninguna minoría. La mayoría del pueblo somos una mezcla de identidades. Lo que nos vamos dando cuenta a medida que nos encontramos es que somos los más. La minoría es la del establishment, que mantiene su cuestión hegemónica", dice.
La mayoría de las diez películas proyectadas jamás se vieron en otros festivales ni otras salas de cine. La película "Aguyje" fue hecha exclusivamente para este festival. Cinco días antes del cierre, sus realizadores se decidieron a armar una produccion: entrevistaron a una familia y armaron, en tiempo récord, una pelicula sobre su historia, para que no se pierda. "Fue muy motivador eso para nosotros, porque uno de nuestros objetivos era promover el cine emergente", afirma. Si ese era el objetivo, es difícil imaginar un escenario mejor.
Además del territorio y el conurbano bonaerense, otro de los ejes importantes de la programación fue la danza. "Mostrar la danza y relacionarla con la centralidad es para nosotros una forma de liberación. Una de las primeras cosas que hacen los sistemas opresorios es oprimir la libertad del cuerpo. La danza de los pueblos indígenas ha sido oprimida, prohibida en muchos lugares, y es una de las formas de resistir", afirma. Una película como "Migrantes: territorios danzantes", utiliza la danza para narrar una historia de la zona sur del conurbano bonaerense, donde cerca de Longchamps un grupo de estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Avellaneda tematizan una recuperacion identitaria con respecto al tejido de Paraguay, el guaraní, de manera colectiva. En "Warmikuna cuerpo y territorio", la danza cumple un papel central ya que sus intérpretes cuentan la historia de uno de los primeros territorios y comunidades reconocidas por el estado provincial como multiétnica.
A pesar de que muchos festivales de cine quieran establecer que fue "muy como entre familia", en este caso es fácil de creer. Dos de los videos son como homenajes a militancias que aún son relevantes en las distintas comunidades. "Homenaje a Pablo Quival", como su nombre lo indica, narra la historia del referente quechua de la zona sur de Quilmes, y su lucha por el socialismo en los setenta. Sobrevivió a los secuestros y desapariciones, entre las que está su primo, y continuó militando en democracia, no solo llevando los ideales del socialismo sino también la cuestion identitaria de los pueblos indigenas. "Él se tomó el trabajito de incentivar a las generaciones más jóvenes a la recuperación identitaria. Muchos de nosotros, que estamos alrededor de los cuarenta, cincuenta, lo recordamos con mucho cariño. Fue una proyeccion muy emotiva", dice.
"La larga noche de Napalpí", una de las películas premiadas, es una producción sobre la matanza del 19 de julio de 1924 de 400 personas de los pueblos qom y moqoit, realizada por Soledad Torres Aguero y Silvia Citro con la participación de Ema Cuañeri y el grupo chaqueño Pocnolec. Inspiró la película un poema de Juan Chico, "un hermano". Chico estuvo presente en la comunidad como militante de la cuestion indigena en 2009, fue uno de los responsables de la Coordinadora de Comunicación Audiovisual Indigena Argentina (CCAIA) y de originarios.ar. "Fue impactante saber que la memoria de Juan sigue viva", afirmó Katrileo. La pelicula fue una de las tres premiadas por el jurado, y fue realizada con aportes del CONICET y de la Universidad de Buenos Aires.
"Lo primero fue sobrevivir", realizado por Eric Chareun, se llevó el segundo galardón, y cuenta la historia de un grupo de cooperativistas argentinos que buscan establecer lazos solidarios en su comunidad para resguardar su propio buen vivir, junto con el de otras familias vecinas, en donde el reciclaje y el recupero forman parte de su vida cotidiana, generando un aporte en el cuidado del medio ambiente y el agua.
Por último, "Antes del litio", dirigida por Osvaldo Matías Reynoso y entrevistas a Pamela Benicio, completó la terna de los ganadores con un contundente relato sobre la amenaza latente sobre comunidades indígenas de Jujuy que continuan resistiendo y defendiendo su territorio de los negociados que lleva adelante el gobierno provincial.
"Lo del festival es una excusa para generar una nueva pantalla, porque lo que nos está faltando son pantallas de visibilización. Es lo que ocurre con muchas obras audiovisuales, que a mí me gusta llamarle películas. Por más que no tenga la calidad de Hollywood o la calidad que pretenden a veces de la industria, siguen siendo películas, porque el hecho ya de tener una cámara, hacer un montaje o contar una historia, un relato, por más corto que sea, es una película en sí. Cuestionamos el concepto de cine que a veces nos presentan. De cuarenta maneras distintas, porque hay alrededor de cuarenta pueblos indigenas, aunque a veces nos metan a todos bajo la misma palabra", dice.
Cuando "nos acomodemos un poco más", al festival le gustaría llevar sus peliculas a otros lados. Recibieron mensajes e invitaciones de Misiones, Chaco, Jujuy, Río Negro, Mendoza, Catamarca. "Las puertas están abiertas para viajar. La idea es continuar incentivando este tipo de producciones que tienen que ver sobre todo con las identidades indígenas, afrodescendientes, inmigrantes y de la diversidad", concluye.
En estos días, por ahora, estarán subiendo los cortometrajes que formaron parte del festival al canal de Youtube, para seguir buscando cineastas y películas, pero sobre todo, relatos.